Acompañar en el duelo

Aceptar la muerte como parte de la vida, reconocer el duelo como un proceso necesario por el que todos, alguna vez, vamos a pasar. En Buenos Aires, la Fundación Aiken se dedica a acompañar a niños, adolescentes y adultos en duelo con una perspectiva comunitaria. Jéssica Polonuer, psicóloga y vecina de Villa del Parque, es miembro de la Fundación y cuenta cómo trabajan.

Un día Jéssica recibió en Aiken a dos nenas mellizas a las que se les había muerto el papá. Una de ellas estaba muy triste y al principio no quería quedarse. Finalmente las dos se reunieron con los demás nenes y nenas. Sentados sobre almohadones en el piso, acompañados por Jéssica y otra psicóloga, surgió mirar un libro: “Feliz”, de Mies Van Hout. “Se trata de un pez que va pasando por distintas emociones. Sobre un fondo negro, en cada página el pez va cambiando de color y de gesto según la emoción” dice Jéssica, y cuenta cómo el libro sirvió para que esa nena encuentre el modo de encauzar su tristeza:

“Nos pusimos en ronda. Un nene había traído un reloj de arena, entonces dijimos: «vamos girando el reloj a medida que pasamos de una emoción a otra». En la primer página la emoción decía: «contento». «¿Por qué creen que está contento el pez?», les preguntamos. «Porque después se va a ir al cine.» «Porque es el cumpleaños.» «Porque le dieron un regalo.» Dimos vuelta el reloj y pasamos a otra página. «¿Y este pez cómo está?» «Enojado.» «¿Y por qué está enojado?» «Y porque lo retaron.» «Porque sacó una mala nota.» «Porque se peleó con su amigo.» Y en un momento aparece la página en que el pez estaba triste. «¿Y por qué creen que está triste?» Todos dicen: «porque se le murió alguien.» Entonces les preguntamos: «¿Y qué podemos hacer?» Ahí uno le acariciaba la aleta, le decían que se quede tranquilo, que no está solito. Le empiezan a decir cosas para acompañarlo. En un momento la hermana de la nena dice: «Bueno, ya está.» Y la que estaba triste le dijo: «No, esperá.» Volvió a girar el reloj de arena para tener su tiempo de tristeza en el cual le estaban hablando al pez. Cuando terminó, dieron vuelta la página y el pez ahora estaba nervioso. «¿Qué necesita?» «¡Sala de descarga!», dicen, refiriéndose a una salita que tenemos donde se puede gritar, saltar, correr. Y la nena se fue corriendo. Fue muy interesante cómo ella, cuando vio que tenía ese lugar para estar triste, no quiso salir de ahí rápidamente, quiso quedarse el tiempo que necesitaba, un tiempo donde los otros y ella le estaban diciendo cosas al pez para consolarlo. Eso le sirvió para tramitar la emoción de ese momento.”

El duelo duele”

Salvo los diez años en los que vivió en la ciudad alemana Munich, Jéssica Polonuer anduvo siempre por el barrio. La calle Simbrón (a la altura de Devoto) la vio crecer cuando era alumna del Nacional 19 y la misma calle (a la altura de Villa del Parque), la recibió cuando volvió a Argentina.

Mientras estudiaba psicología en la UBA su interés ya la llevaba a reflexionar sobre la realidad existencial. “Me acuerdo que escribí un artículo donde analizaba a tres autores -Freud, Heidegger y Ricoeur- y cómo cada uno pensaba la finitud”, dice Jéssica, rastrando en su historia cuando fue que empezó a darle vueltas al tema con el que hoy trabaja. “Después, cuando yo tenía 23 años, murió mi mamá. Y el acompañamiento de su enfermedad y también el proceso de ese duelo fueron muy significativos.”

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Jéssica reconoce que a las personas, en general, les cuesta mucho acompañar a alguien que está triste. “Hay como una tiranía de la felicidad que hace que acompañar a alguien triste se entienda como tratar de sacarlo de ahí. Si tenés una enfermedad grave, hay que ser positivo. Si te pasa algo malo, tenés que buscarle el lado bueno. Bueno, no. Está bien estar mal cuando a uno le pasan cosas que son tristes o dolorosas”, dice.

¿Y cómo se acompaña a los chicos en un duelo? “Lo primero que yo diría a los adultos es que tienen que saber que los chicos van a sufrir, porque en general lo que el adulto está buscando es “qué hago para que no sufra”. Y eso es imposible porque el duelo duele. Lo que sí podemos es tratar de no sumar dolor o que no haya dolores evitables.»

«A veces las personas que acompañan a niños en duelo se preocupan porque llora mucho, pero también se preocupan si no llora, con lo cual cualquier cosa puede resultar preocupante, porque en realidad es un proceso difícil y muy personal. Otra cosa que a mí siempre me parece importante decir es que a veces quienes acompañan a personas en duelo aconsejan, con la mejor intención, algunas cosas que no suelen ayudar. Por ejemplo, no suele ayudar decirle “bueno, pero tenés suerte con tal cosa” o “pensá en todo lo que tenés”. Esas frases que tratan como de invalidar el dolor lo que terminan generando es que la persona después ya no comunique.”

Jéssica usa la metáfora de un tren en movimiento para graficar el proceso del duelo, como un viaje interno que va pasando por distintas emociones:

“Uno dice que un proceso de duelo va bien cuando hay movimiento. Hay tristeza, pero también hay vacío, sin sentido, enojo, culpa, miedo, algo de negación. Es como si fuera un viaje en tren que tiene su recorrido, sus estaciones, sus detenciones, sus avances. ¿Cuándo es importante consultar? Cuando uno ve que una persona ha quedado como detenida en algún tipo de emoción o de pensamiento y le está costando moverse de ahí».

Fundación Aiken

En el 2017 Jéssica se sumó al equipo de la Fundación Aiken, una institución que fue creada por otra psicóloga, Aldana Di Constanzo, que había vivido dos duelos en su infancia y adolescencia y “desde muy temprano en su profesión se enfocó en el acompañamiento de la infancia y la adolescencia en duelo”, dice Jéssica.

En una casona antigua de la zona de Congreso, un espacio acogedor, Aiken se dedica al acompañamiento psicológico de personas en duelo, sobre todo a través del dispositivo grupal. Este modelo es utilizado en muchos países para abordar el duelo, dice Jéssica, y explica dónde radica su fuerza: “Hay algo que sucede en el grupo que sostiene desde otro lugar. No porque necesariamente les pase lo mismo, pero hay como una sintonía, un respeto, un cariño desde el dolor compartido que genera algo muy reparador. Y a los chicos suele pasarles que por ahí en la escuela son los únicos que tuvieron la experiencia de una pérdida significativa, mientras que en Aiken se encuentran con otros chicos que están en una situación similar. Y al escuchar los relatos de los otros les hace darse cuenta de cosas que le pasan y quizás no habían podido reconocer.”

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Una experiencia comunitaria

La Fundación Aiken no recibe subvenciones, por lo tanto cobra un arancel para costear su funcionamiento. “Pero nadie que vaya a la Fundación se va a ir sin ser atendido por no poder pagar”, dice Jéssica, y destaca la diversidad de personas que se encuentra en los grupos: “es hermoso porque en una sociedad tan desigual como la nuestra, que nos lleva a movemos en ámbitos donde hay gente de un nivel socioeconómico similar, en Aiken eso no sucede. Hay chicos que van a escuelas privadas bilingües y sus familias tienen recursos más que suficientes y hay otros que son de barrios con escaso poder adquisitivo. Y todos comparten ahí algo que los iguala”.

Los chicos forman grupos con otros chicos que tienen una edad similar, y a su vez el adulto que acompaña tiene un grupo que funciona al mismo tiempo en el que están los referentes de esos niños. Comparten una hora y media cada quince días y los últimos diez minutos se juntan los dos grupos, adultos y niños.

Actualmente, la Fundación también trabaja con grupos de adultos en duelo, no solo como acompañantes de los chicos. Los hay de padres y madres por muerte de hijos y también se abrieron dos grupos, uno de los cuales coordina Jéssica, para adultos en duelo por otras pérdidas (como pareja, padre, madre o hermanos).

Además, Aiken asesora a instituciones. “Cuando fallece una persona en una escuela o en un ámbito laboral en general sacude mucho a todos y a veces los equipos no saben qué hacer. Entonces Aiken les brinda apoyo y les da herramientas para transitar ese duelo”, explica Jéssica.

También tienen un área de capacitaciones que ofrece cursos para profesionales y talleres abiertos a la comunidad. Próximamente tienen en agenda un taller virtual sobre duelo de mascotas, llamado “Un gran amor: Duelo por animales”, el 28 de abril a las 19 horas. Y el 15 de mayo inicia un curso de seis clases, también virtual, llamado “En duelo”. Dice la presentación: “Si acompañás a personas en momentos difíciles, en tu trabajo o en tu vida personal, esta formación es para vos. Aprender a acompañar a quienes atraviesan una pérdida no solo requiere empatía, también herramientas. En esta capacitación vas a poder adquirir recursos para hacerlo de forma cuidada, respetuosa y humana”.


Jéssica Polonuer
Mail: jpolonuer@yahoo.com
Fundación Aiken
Web: www.fundacionaiken.org.ar
Instagram: @fundacionaiken
Facebook: Fundación Aiken

1 comentario en “Acompañar en el duelo

  1. Buen día. Agradezco esta publicación porque ayuda en mi tarea como voluntario en Cuidados Paliativos en el Instituto Roffo. Agendo los datos para mantenerme en contacto con la Fundacion Aiken.
    Saludos.

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