¿Cómo están trabajando en el Cesac en medio de este brote del COVID 19?
Nos vimos obligados a reformular la actividad por completo. Tuvimos que suspender todos los turnos programados, sobre todo lo que son controles, para que la gente que está sana no corra riesgos viniendo a una consulta que puede esperar.
¿Cómo organizan la afluencia de pacientes para evitar la transmisión?
Los hacemos entrar de a uno. En la puerta funciona un triage (un sistema de selección y clasificación de pacientes) para que la gente no se amontone: tenemos una cola para farmacia, otra para demanda espontánea de “febriles” y otra para “no febriles”. Y también ambientamos dos consultorios “limpios”, esto quiere decir que sacamos de ahí absolutamente todo: solo queda una camilla, los equipos que se puedan utilizar y el equipo profesional que va a atender. A esos van los pacientes que podrían tener coronavirus.
¿Y esas filas son muy largas? ¿La gente está en la calle?
Sí, la gente está en la calle. El primer día fue de terror: la cola llegaba hasta Jonte. Creí que me moría. Ahora es de media cuadra. Hay que tener en cuenta que en este Cesac en particular contamos con muy poco espacio, no los podíamos amontonar como siempre, que la gente está toda junta en el pasillo de farmacia de un metro por un metro. Así que lo mejor que podemos hacer es organizarnos para que esperen en la calle. Esperemos que no llueva. Y que el invierno se demore lo más posible.
¿Tuvieron ya algún caso positivo?
No todavía.
A ustedes les toca afrontar nada menos que una pandemia en un contexto de muchas carencias. El año pasado denunciaron ya problemas de espacio, de recursos humanos, de insumos.
Tal cual. Por el momento nos mandaron solo dos kits con elementos de protección, y acá somos 50 personas trabajando. Esos kits completos incluían el camisolín hemorrepelente, barbijos N95 y antiparras, no tenían en cambio cofia ni botas. Esos kits obviamente ya se usaron, porque salvo las antiparras todo lo demás es descartable. Tenemos, sí, los barbijos comunes, que son los que les ponemos a los pacientes que vienen para demanda espontánea y a todos los que trabajan en el centro. No teníamos alcohol en gel, recién nos llegó alcohol al 70 por ciento, que cumple la misma función.
Nos estamos arreglando como podemos, esa es la realidad. Usamos lo que tenían los odontólogos, conseguimos que nos manden más camisolines, aunque de otro material. En algún caso llegamos a usar bolsas de residuos en los pies. Hay un formulario para hacer pedidos semanales, pero ahí no hay cofias ni botas. Las cosas van llegando a cuentagotas.
¿Y vos sabés si eso tiene que ver con que no se está comprando lo suficiente, o es que los proveedores no están entregando?
Probablemente no dan abasto, porque tienen que cubrir a todos los efectores de salud.
¿O sea que ustedes en este momento no cuentan con los elementos de protección personal que serían necesarios para evitar la transmisión en la atención?
Tampoco es que no los tenemos, los estamos armando con lo que podemos. De lo que por ahora no disponemos es del equipo de protección específico. Tuvimos dos incompletos, y ya se acabaron. Pero la gente se está protegiendo “como correspondería” con esto que conseguimos. Usamos nuestra creatividad. Por ejemplo: fabricamos con carpetas unos cobertores de plástico que cubren la cabeza y además ayudan a no tocarse la cara. Los que hacen el triage están con eso en la cabeza.
¿Qué tiene que hacer un Cesac frente a la presencia de un caso sospechoso?
Hay que aclarar primero que la definición de “caso sospechoso” fue cambiando. Primero eran los pacientes con fiebre, síntomas respiratorios y antecedentes de viaje o contacto estrecho con gente que había vuelto de viaje. Después sacaron el antecedente de viaje y quedó el paciente con fiebre y síntoma respiratorio, que puede ser dolor de garganta, una tos o cualquier dificultad para respirar. Y ahora ya se considera sospechoso a cualquiera que tenga fiebre y/o cualquier síntoma respiratorio. Un chico con bronquiolitis pasa por sospechoso.
El protocolo dice que a los casos sospechosos hay que aislarlos y llamar al 107, que en este momento tiene cuatro ambulancias equipadas para COVID 19. Esas ambulancias llevan al paciente a los hospitales establecidos, entre los que están el Gutiérrez y el Muñiz.
La pregunta que hice a todo el mundo, y que por ahora no me respondieron todavía, es qué hacemos si tenemos un paciente aislado y es la hora de cerrar el centro, porque muchas veces el 107 no atiende y las ambulancias no dan abasto.
¿De personal como están? ¿Tuvieron que licenciar gente que tiene otras patologías?
Muy pocas personas entraron en esa categoría de eximición, que por otro lado hay que fundamentar muy bien. Personal hay, lo que pasa es que está todo redistribuido en sus funciones. Sí estamos sosteniendo la emergencia: los tratamientos crónicos reciben su medicación, atendemos las demandas espontáneas de cuadros agudos, también damos los métodos anticonceptivos y sigue la consejería de Interrupción Legal del Embarazo. Lo que está suspendido es todo lo programado y otras disciplinas como odontología y fonoaudiología. Algunos casos de salud mental los estamos siguiendo en forma telefónica.
¿Cómo es el ánimo entre el equipo de profesionales?
Bastante bueno, lo que predomina es el espíritu de colaboración. Tomamos las decisiones entre todos, y hacemos reuniones periódicas donde estudiamos los protocolos. En esas reuniones se discute, se debate, y si alguien tiene información extra para aportar la aporta.
¿Cómo estás llevando la pandemia en lo personal? ¿Viviste alguna vez en tu vida de médica algo así?
Jamás. Duermo cuatro horas por día, me despierto y no me puedo dormir más. Lo que pasa es que todo es nuevo. Las recomendaciones van cambiando, los mensajes de los grupos de whatsapp van cayendo permanentemente, no paran los fines de semana y ni siquiera de noche. Estamos trabajando en un contexto de mucha incertidumbre. ♦