Hubo una vez un viejo Resurgimiento, que los vecinos más adultos recuerdan por sus milongas, sus fiestas de carnaval y su excelente equipo de básquet. Eventualmente, cedió sus terrenos para convertirse en subsede del club Argentinos Juniors. Allí, durante varios años, funcionaron algunas actividades como las canchitas de ping pong y metegol, y se convirtió en el punto de encuentro para los grupos de barras del club de La Paternal.
Sin embargo, en los años ochenta, el club le intercambió el lugar al Gobierno de la Ciudad por unos terrenos del bajo Flores. A partir de entonces, distintas actividades desfilaron esporádicamente por sus paredes hasta que cayó en el olvido y el deterioro. Fue recién en 2002 que una asamblea popular creada a raíz de la crisis económica en Jonte y Artigas se propuso recuperarlo.
Daniel Saint Hilaire pareció siempre destinado a lograr esa misión. Nació a la vuelta del lugar, estudió administración de empresas y es hincha del bicho desde la cuna. Durante la crisis de 2001, a raíz de que su madre se perdió por unos meses, entró en contacto con las diferentes instituciones de la Ciudad que ayudaban a personas en situación de riesgo o de calle. El impacto emocional que esa vivencia le produjo lo motivó a hacer algo por su barrio. “Fui testigo de casos que los vecinos tenemos a a la vista, pero casi nunca nos interesan ni nos preocupan”, recuerda.
Así fue como participó de la creación de la asamblea que solicitó la reapertura del lugar al entonces jefe de Gobierno y vecino de la zona, Aníbal Ibarra, al principio sin éxito. “Búsquense algo más chico”, les habría dicho el funcionario en una primera instancia.
La asamblea, sin embargo, no se dio por vencida. Siguió manifestándose en las calles del barrio y además de recuperar el espacio para la actividad cultural comenzaron a juntar firmas para pedir por un centro de salud. «En sólo una semana juntamos 5 mil firmas, a los diez días había 8 mil, y llegamos casi a 10 mil, hasta que una noche el entonces comisario de la Comisaría 41 me llama y me dice que Aníbal Ibarra quería hablar conmigo, y yo no le creí”, relata Daniel. “Al ratito suena el teléfono de nuevo y cuando atiendo, era Aníbal. Ahí me dijo ‘bueno, mirá, lo pensé, y les voy a dar el lugar de Artigas´. Así, el gobierno nos dio el lugar y nosotros tomamos la promesa de arreglarlo”.
La fecha de inauguración del nuevo Resurgimiento fue el 12 de julio de 2002, elegida especialmente como un homenaje al barrio de La Paternal, cuyo cumpleaños es ese día.
Ser Centro Cultural
“Al principio se llenaba el lugar de chicos jugando a la pelota, pero si queríamos competir no podíamos, porque la cancha no tenía la medida reglamentaria”, recuerda Saint Hilaire. “En un momento, el Gobierno de la Ciudad nos ofreció pasar a la Dirección de Promoción Cultural, y ahí dijimos clubes de barrio tenemos un montón en la zona. Están All Boys, Ciencia y Labor, Sahores, Imperio Juniors… Así que sumarnos al circuito de espacios culturales, que hay sólo cinco en toda la ciudad, y que los vecinos pudieran tener una oferta cultural cercna, nos me pareció mucho mejor”.
Hoy Daniel es el presidente del Centro Cultural que se encuentra estratégicamente entre los barrios periféricos de la Ciudad. “La movida cultural está en Palermo, Recoleta, Retiro… Pero el artista sale de barrios como Floresta, Paternal y Santa Rita”, afirma. “La idea nuestra es que los vecinos que antes no tenían donde exponer -y por eso se iban a otros barrios-, expongan acá. Y que los vecinos que quieren ver un espectáculo tengan una oferta cultural dentro de su propio barrio”.
Con talleres gratuitos y dos mil espectáculos al año que incluyen las eliminatorias del Mundial de Tango y el Festival Internacional de Jazz, Resurgimiento llega a recibir 300 espectadores; se acerca gente de toda la ciudad. “Son eventos que no los puede hacer cualquiera, sin el apoyo del gobierno sería imposible. A veces tenemos espectáculos como los de la calle Corrientes”, relata Daniel.
La Comisión Directiva trabaja ad honorem, con el objetivo de difundir la cultura en la zona y que cada vez más vecinos puedan acceder a ella. “Logramos recuperar la milonga del viejo Resurgimiento después de 40 años, y meternos en el circuito cultural a pesar de estar tan alejados”, relata Daniel, y agrega: “Para nosotros es muy importante que los vecinos se apropien del lugar, y entiendan que somos privilegiados, porque la gente de otros barrios tiene que caminar 50 cuadras si quiere ver una obra de teatro”.
Para el 2019, el Centro Cultural tiene como objetivo seguir trabajando para ofrecer talleres y espectáculos de calidad, también buscarán participar del proyecto de mecenazgo del GCBA en pos de reunir el dinero necesario para hacer arreglos edilicios en el lugar.
Daniel compara el devenir de Resurgimiento con la historia que cuenta la película Luna de Avellaneda, y reflexiona: “Pudimos crecer porque tuvimos el apoyo de todos en el barrio: desde el Club Villa Mitre, el Villa Sahores,.Imperio Juniors, los comerciantes, el banco Credicoop, los artistas, las murgas, los artistas, las murgas, hasta el cura y el comisario de aquel momento nos apoyaban. Un montón de gente empezó a creer mucho en nosotros porque habíamos recuperado un lugar que era tan importante.» ♦