En el año 2006 Fernando “Pirata” Oscar Abreu volvía de su jornada laboral en el Coto de Segurola. Tenía 18 y trabajaba como cadete. Pagó su boleto en el 106, caminó hacia los asientos del fondo y se sentó. Con la cabeza apoyada en la ventanilla se dedicó a mirar el paisaje de negocios de Jonte, ya bastante conocido para sus ojos. Sin embargo, esta vez la visión de un cartel distinto al resto lo hizo casi levantarse de su asiento: “HAY CAPOEIRA”.
Días después volvió a Jonte, pero a pie. No se acordaba la dirección exacta, preguntó gimnasio por gimnasio, las respuestas no eran alentadoras, ni siquiera sabían qué era lo que buscaba. Cuando llegó a la esquina de Cervantes su distinto cambió, encontró el lugar y se anotó. Quince años después él y su esposa Eliana “Sereia” Segura, son profesores de Capoeira en el Club Pedro Lozano (Pedro Lozano 4309, esquina Gualeguaychú).
¿Qué es la Capoeira?
Según la definición, es una expresión cultural afro-brasileña que tiene facetas de danza, arte marcial, música, acrobacia y expresión corporal. Según explican los profesores, es principalmente un arte marcial que incluye todas las otras facetas. Pero a diferencia de las demás artes marciales, la lucha no es directa. Quienes pelean no reciben el impacto de las patadas, sino que se entrenan para esquivarlas. Fueron los esclavos quienes inventaron este modo de disimular la lucha en un baile; bailando de ese modo ocultaban a sus amos la pelea, y mientras tanto muchos de ellos se preparaban para la guerra de la independencia.
“A los padres les preocupa el contacto físico cuando vienen a inscribir a sus hijos”, cuenta Fernando. “Nosotros les explicamos que en el caso de los principiantes hacen secuencias donde practican patadas, esquivas y acrobacias. A medida que un alumno progresa, sí las patadas son más rápidas. Los avanzados apuntan a la cabeza, al pecho, al mentón, porque saben que si el otro es avanzado las va a esquivar.”
El momento más simbólico de la capoeira se llama roda. Los participantes se ubican parados en ronda, algunos hacen música con instrumentos típicos y cantan. Y de a dos los capoeiristas que están en la roda van pasando al centro para bailar/luchar. Juegan entre sí de un modo libre, no hay una secuencia fija, cada compañero hace lo que sabe y lo que recuerda.
Fue justamente en una roda donde la pareja de profesores se conoció. Eliana se había recibido de diseñadora Industrial en Colombia, su país natal. Allí, mientras era estudiante, una amiga de la universidad le insistió en que la acompañara a una clase de capoeira. Eliana quedó fascinada. Al terminar la carrera viajó a Argentina a hacer un postgrado y lo primero que hizo fue buscar dónde practicarlo. Se anotó en un club de Villa Pueyrredón que, por esas cosas del destino, participaba de rodas en el Pedro Lozano. Luego de conocerse, Fernando y Eliana se conectaron por Facebook y el resto nos trae hasta esta historia.
¿Cómo se arreglaron para continuar la práctica durante la cuarentena?
Fernando: Tuvimos que correr muebles, probar ángulos de cámara para los movimientos, aprender a usar el Zoom. Lo bueno fue que las clases a distancia nos dieron la oportunidad de dedicarnos a cuestiones más teóricas, ver materiales todos juntos compartiendo pantalla y así explicar de otra manera. También investigamos la historia detrás de las canciones. Cuando se flexibilizó el aislamiento, un día nos encontramos en el club y sacamos los instrumentos para que cada uno se lleve alguno a la casa.
Eliana: Antes de la pandemia, una vez por mes íbamos a cenar post clase todos juntos. Y por suerte eso lo pudimos seguir en los zooms. Quince minutos después de algunas clases nos volvíamos a conectar, cada uno con su comida y seguíamos, pero esta vez charlando. Hasta se sumaban profesores de otros países. Y a la capoeira le sumamos el macúlele, que es una danza africana con palos y zamba. Ahora en el club a veces lo practicamos al final de una roda.
Capoeira a toda edad
Irma Helena “La Piru” Salvati (70) es directora de primaria jubilada, judoca, capoeirista y abuela. Se Inició en el 2004, con el anterior profesor que había en Pedro Lozano. “Desde mi punto de vista la capoeira tiene muy buena camaradería y amistad, además de mística en su historia. Está ligada a la alegría en la música, a pesar de que las canciones traen el dolor de los esclavos y eso se encarna en sus letras. Es también un cable a tierra para mí. Me hace feliz no solo por el movimiento, tiene mucho que ver con quienes lo practican. Encontré un grupo maravilloso en el cual se prioriza la ayuda al otro.”
Ilian “Dilan” Schussel (24) es publicista y creador de contenido para Instagram. “Comencé en 2017. Ese verano había hecho un viaje a Salvador de Bahía con mi familia, vi un poco de capoeira y me encantó. Uno de esos días de las vacaciones, caminando por la playa con mi hermana le dije que quería aprender portugués, percusión y baile. Al tiempo, cuando volví a Buenos Aires, por la calle me repartieron un folleto que decía ¡CAPOEIRA EN DEVOTO! Fui a probar una clase y obviamente me enganché al toque. Me enamoré de la capoeira.”
Así de amplio es el abanico de practicantes de este arte marcial en el Club Pedro Lozano. Dicen los profesores que actualmente están buscando sumar más jóvenes de entre catorce y veinte años, período de la vida al que la capoeira tiene mucho para aportarle, ya que la fuerza de su práctica se potencia con la energía juvenil.♦
Contacto para las clases de Capoeira en el club Pedro Lozano: 11 5525-5611