«Es un deporte que enamora” –dice Sol–, “las personas que no lo conocen y vienen a ver un partido se re entretienen, quieren seguir viendo, se quedan re manija”. Sol Debole juega al cestoball en GEVP desde los ocho años, Emilia Sabio desde los tres. Las dos fueron parte de la selección argentina que viajó al primer mundial de la historia, que se realizó en India en mayo del 2023, y volvieron campeonas.
“En ese momento nos pasaba de todo por la cabeza” –dice Emilia–, “ponerse la camiseta de la selección y cantar el himno, estar representando a nuestro país en el deporte que tanto amamos y sabiendo de tanta gente que desde Argentina nos estaba mirando, fue lo más emocionante y conmovedor”.
Un deporte argentino
El Cestoball tiene su antecedente en Pelota al Cesto, un deporte que inventó Enrique Romero Brest, el médico que es considerado “padre de la educación física”: la primera persona que le dio al ejercicio físico una perspectiva científica y creó el profesorado de esa disciplina a comienzos del siglo XX. Según cuenta la historia, Brest pensó las reglas de Pelota al Cesto para incluir a las mujeres en las actividades deportivas de las escuelas.
En las últimas décadas el Cestoball vino a aportar mayor dinamismo al popular deporte argentino, combinando sus reglas con las del netball (que se juega sobre todo en los países del Commonwealth) y el korfball (conocido más que nada en España).
La pelota es la misma que la de pelota al cesto. “Es pesada y rellena, no se infla, la diferencia es que ya no se hacen de cuero sino de un material similar” —dice Cecilia Socias, la entrenadora de Emilia y Sol en GEVP—.
Cada equipo está formado por seis jugadoras: dos ataques, dos defensas y dos volantes. Las volantes pueden desplazarse por toda la cancha. Las defensas y las ataques pueden hacerlo hasta una línea central. Las jugadoras solo pueden avanzar dos pasos con la pelota en la mano, o tres si van a pivotar; luego tienen tres segundos máximo para pasarla a otra jugadora o lanzarla al cesto. “Por eso es muy comunitario: sí o sí necesitás del otro para avanzar”, dice la entrenadora.
Cecilia Socias fue jugadora de pelota al cesto en GEVP desde niña. Después trabajó en el Club Parque durante veinticinco años como entrenadora y hace diez que volvió a GEVP con ese rol.
El club tiene cerca de cien jugadoras de Cestoball, entre niñas, adolescentes y adultas jóvenes. En la categoría Primera son quince chicas. “Siempre estamos peleando los primeros puestos, siempre queremos formar parte de la Liga Nacional”, dice Cecilia y resalta el efecto que tuvo en todas las jugadoras la performance de Sol y Emilia en el mundial: “Lo que lograron ellas es que el resto se les quiera acoplar, estar a su altura, subir de nivel. Eso es algo para destacar de ellas y de todo el grupo.”
Interés mundial
Argentina es el país donde el cestoball está más desarrollado y desde otras latitudes miran hacia acá con ganas de aprender. Las miradas llegan sobre todo desde el sur de Asia, por eso no es casual que cuatro de los seis países participantes del mundial 2023 sean de esa región: además de Argentina compitieron India, Bután, Bangladesh, Sri Lanka y Francia como único europeo.
“Los demás países se están iniciando y querían aprovechar este mundial para poder aprender al máximo de la selección argentina, tanto femenina como masculina. Entonces ellas en India no solo compitieron, sino que también hicieron clínica y exhibición”, cuenta Cecilia. El próximo mundial será en el 2025 en Dubai. Mientras tanto, en Latinoamérica se está trabajando para que haya un campeonato sudamericano. “De hecho, hace poco vinieron de Paraguay y tuvimos unos entrenamientos más que nada para enseñar”, dice Sol.
Torneos y vida cotidiana
En Argentina el torneo más imortante es el de la Liga Nacional donde juegan cada año los 16 mejores equipos del país. Las categorías que compiten son sub 14, sub 17, mayores femenina y mayores masculina. En Caba, hay 12 clubes donde se practica Cestoball.
El hecho de que aún sea amateur hace que la dedicación de las jugadoras no pueda ser fulltime. Si bien cuentan con algunos sponsors, no son suficientes para solventar los gastos de una dedicación de tiempo completo, viajes y estadías. En otros órdenes de sus vidas Sol estudia Trabajo Social en la UBA y trabaja en un comercio familiar; Emilia cursa el profesorado de educación física y es la entrenadora de Cestoball en las categorías infantiles de GEVP.
El sueño de ambas jugadoras al día de hoy es Dubai: están entrenando con la mira puesta en el próximo mundial. ♦
Cestoball en GEVP
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