Enrique Lifschitz por Gerardo Codina

Enrique Lifschitz por Gerardo Codina

Siempre con su sonrisa cálida y su trato respetuoso, Enrique trascurrió su existencia fiel a su gente y a su barrio. Fui testigo de esa relación a lo largo de treinta y cinco años. Lo conocí a principios de los ochenta, en épocas en las que la solidaridad valía a veces la vida. Era entonces presidente de la Comisión de Asociados de la Cooperativa La Confianza (¡todo un nombre!), que tenía sede en la calle Sanabria de Villa Devoto. Enrique llevaba adelante una pequeña empresa con la que producía detergentes y otros productos químicos de consumo masivo, por cuyo destino no volví a preguntarle años más tarde.

Tratando de ganarme la vida y siendo estudiante de psicología, había ingresado en una cooperativa de productores de seguros y, luego de un corto entrenamiento, me destinaron a ese lugar para que empiece a foguearme en el oficio del seguro. En La Confianza me habían asignado un escritorio al fondo del salón de atención a los asociados y Enrique cada día se cruzaba conmigo con una palabra de aliento, un consejo o un pedido. Siempre de buen humor, optimista cabal, lidiando con los problemas de su boliche, atendiendo los de la Cooperativa La Confianza y cuidando de su familia.

Nos volvimos a encontrar casi treinta años después, compartiendo ambos la condición de integrantes de otra cooperativa, la de Editores de Medios Barriales. Enrique había encontrado en su publicación una continuidad natural de aquella intensa militancia social que lo caracterizó siempre y la asumía del mismo modo, tranquilo y alegre, bordando vínculos vecinales cada vez más firmes. Siempre convencido que se podía conmover en todas las personas esa buena fibra que a él le sobraba. Sembrador de sueños, cosechó muchas amistades entrañables. ¡Hasta la victoria, siempre!

(Gerardo Codina es Director de Síntesis Comuna 3)

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