A veces los árboles mueren de pie, otras caen abatidos tras las tormentas y en cualquier caso (dice la ley 3.263, una norma que la Legislatura sancionó en 2009), que “las intervenciones sobre el arbolado público urbano existente, así como la plantación de nuevos ejemplares, son tareas de competencia exclusiva de la Autoridad de Aplicación”.
¿Qué hacen los árboles por nosotros, los ciudadanos? El solo hecho de deleitarnos la vista para empezar, aunque además funcionan como un potente cerco a la contaminación urbana y hasta permiten ahorrar energía, no por nada los expertos advierten que una buena “cubierta vegetal” podría mejorar en forma sensible nuestro hábitat y unas temperaturas que en verano van volviéndose cada vez más tropicales.
Según el Censo de 2018, entre las veredas y las plazas de los 203 kilómetros cuadrados de la ciudad hay en total 431.326 árboles, más o menos un ejemplar cada seis habitantes. Y esta arboleda porteña -elogiada, variopinta y también polémica- arrancó con un trabajo planificado allá por la presidencia de Sarmiento y supo contar más adelante con el diseño del prestigioso Carlos Thays, quien entre 1891 y 1913 ofició como Director de Parques y Paseos de la Ciudad.
Thays es hasta hoy y para muchos “el hombre que plantó Buenos Aires”, el artífice entre otras obras de esos cambios de tono que entre rosados, violetas y amarillos cada año nos regalan el lapacho (que florece en octubre), el jacarandá (en noviembre) y las tipas (en diciembre), especies todas del Norte argentino que el paisajista Thais adaptó a estas latitudes.
Autóctonas o exóticas: ahí está la discusión
La Comuna 11 es una de las que de toda Buenos Aires más árboles tiene: cerca de 36.000 ejemplares. Sin embargo, podría haber muchos más: con solo caminar la zona se nota cantidad de canteros vacíos. Si eso sucede, el vecino y la vecina tienen diferentes alternativas.
Una es no hacer nada, con lo cual lo más probable es que el espacio quede vacío de sombra y huérfano de verde. Otra opción es solicitar un árbol a la Comuna, aunque desde la propia sede comunal advierten que este trámite puede tardar más de un año ya que siempre -y ahora más que nunca- se ve constreñido por el presupuesto.
¿Es lícito que los vecinos se pongan a plantar sus propios árboles? Sí, totalmente, aunque deben respetar las especies autorizadas de acuerdo a cada ancho de vereda. Los frutales, los árboles con espinas y los ficus están prohibidos, no así los discutidos plátanos, los tilos, fresnos y paraísos que figuran entre las 36 especies permitidas. La Dirección General de Espacios Verdes ofrece incluso asesoramiento gratis a les vecines que estén con ganas de plantar un árbol y necesiten algo más de información.
Fue al principio de este 2019 que en un sector puntual de Villa del Parque -delimitado, grosso modo, por Nazca, Gavilán, Ricardo Gutiérrez y Jonte- los canteros vacíos tendieron a desaparecer y los cuadrados de tierra a poblarse de jóvenes ejemplares y plantas, todo bien protegido con cercos de madera, cintas amarillas y cartelitos con la firma de “Arbolitos de Empedrado”.
Graciela Ruiz -la mujer detrás de la movida- es una vecina del barrio que estudia Gestión Ambiental y desde hace años viene tirándose de cabeza en cuanto proyecto de plantación de nativas encuentre. Pero ¿qué son las nativas? ¿por qué hay alrededor del tema un creciente runrún? ¿y qué plantan -y qué pretenden- los de Arbolitos de Empedrado?
“Cuando me puse a estudiar empecé a enterarme más y más acerca de esos árboles nativos que no están difundidos y ni siquiera aparecen en la lista de arbolado urbano. Y ahí supe que podíamos cultivarlos y aportarlos a la ciudad. Diferentes personas fueron enseñándome qué árboles están ‘invadiendo’ nuestra costa, especies que vinieron en barcos o que incluso fueron traídas especialmente. ¿Por qué son un problema las exóticas? Porque la exótica no tiene controladores naturales (el clima es un controlador, también las aves y los mamíferos) y entonces empieza a invadir y ocupar lugares que tendrían que ser de la flora nativa, que es la que atrae a los pájaros y las mariposas”.
Ruiz argumenta, vuelve atrás en la historia, cita leyes. Por momentos el entusiasmo la desborda. Cuenta que todo arrancó con un cantero que le prestaron sobre Lascano. Empezó a armar ahí una huerta, pero como tenía la idea fija de aportar especies nativas al arbolado urbano puso semillas de espinillos, timbó y sesbania. “Y de esos, increíblemente, nació todo -recuerda-. Pero un día vi unas señoras que me estaban arrancando las plantas, así que a la huerta decidí levantarla y a los arbolitos llevármelos a las vías de Empedrado, del lado de adentro”.
A diario iba a cuidar de ese tesoro hasta que cierta vez una mujer que la veía siempre le preguntó: “¿y por qué no venís a plantar un árbol a mi vereda”. “Ese fue el primer árbol que planté a un vecino. Gracias a eso me animé, hoy somos un grupo que ya sumó en la zona más de 60 árboles de los que nos hacemos responsables, y seguimos cuidando y regando”.
“Urgencia ambiental”
“Cuando se pensó el arbolado porteño el paradigma era otro, viste que Buenos Aires tiene un paisaje que no es de acá”, advierte Ruiz mientras se pregunta por qué la ley 5.928, votada en la Legislatura en 2017, promueve las especies nativas en plazas y parques pero luego entre las 36 especies permitidas solo están incorporadas la anacahuita y el ceibo.
“Si vos pedís un árbol de la lista, la cuadrilla solo tiene disponibles cinco especies, de las cuales últimamente en el bario estuvo plantando tres: plátano, liquidambar y crespón. Crespón y liquidámbar los vas a ver en ambos costados de Nazca, antes del túnel a la altura de Nogoyá. Está muy bien que haya una lista para que no se salga a plantar cualquier cosa, pero nosotros lo que estamos haciendo es sumar las especies recomendadas por un montón de universidades, agrónomos y expertos. Estamos súper asesorados y solo plantamos árboles germinados por nosotros, o que sabemos de dónde vienen”.
Los de Arbolitos de Empedrado también organizan charlas ambientales en el barrio -la agenda se puede buscar en Facebook “Arbolitos de Empedrado”-, siguen cuidando de los ejemplares de las vías y yendo personalmente a plantar árboles donde los vecinos lo soliciten.
“Nos gusta la acción”, dice Ruiz aunque al verla trabajar no hace falta ni que lo diga. “Estamos en un momento de urgencia ambiental, con el cambio climático que se nos viene encima” concluye y sigue con la pala en la mano y los pies en la tierra, sembrando y tal vez imaginando el tamaño de la obra que pueden significar esos 60 árboles que dentro de diez, veinte o cincuenta años estarán así de frondosos y así de altos. ♦