Tan, ta-ta-tan, ta-ta-tan, tan-tan… Tan, ta-ta-tan, ta-ta-tan, tan-tan… bajo las copas de los árboles de la plaza, la percusión de la murga vuelve a agitar el aire. Los brazos de unos y otras se alzan, giran, bajan, se mueven encontrando el ritmo. Sus piernas bailan y avanzan respetando el lugar que tienen asignado en el conjunto, al compás de bombos y platillos.
En Floresta, los Pecosos volvieron a ensayar después de cinco años. Empezaron en marzo y “el primer domingo vinieron como 80”, dice Mari Domínguez, integrante de la familia fundadora, y cuenta un detalle que pinta ese reencuentro: “Algunos que han sido mascotitas de la murga, ahora ya son madres y padres y volvieron con sus hijos. Imaginate el primer día, ¡la emoción!”
También hay chicas y chicos nuevos a los que se les enseña el baile, porque para participar de la murga hay que saber. Por eso hay directoras, “gente que ya tiene experiencia, que ya han bailado desde el principio con nosotros”, dice Mari. Entre los bailarines y bailarinas de todas las edades, entre la banda musical y los coordinadores, hoy Los Pecosos son alrededor de 130 personas. Casi todos son vecinos y los que no, lo fueron antes. Y ahora, desde el barrio al que se hayan mudado, vienen cada domingo a los ensayos en la plaza Monte Castro.

Pecosos, primera temporada
“La murga se fundó en el año 1977. La empezaron mi papá con mi mamá y otra gente del barrio. Yo tenía dos años y ya bailaba”, cuenta Alejandro Divasto, el hijo de Mari. “Él escuchaba una música, cualquier música ¿eh? y bailaba murga”, recuerda entre risas la mamá, y dice que en esa época “había mascotitas al por mayor”.
Los trajes eran negros con vivos blancos, porque “Floresta es All Boys”, por más que en la murga hubiera gente de distintos clubes y la camiseta no fuera motivo de controversia. «Así es la cultura murguera», dice Alejandro y da otros ejemplos: Los chiflados de Boedo tienen los colores de San Lorenzo, Azul Quemera los colores de Huracán, Aguante La Boca tiene los colores de Boca Juniors.
En su primera época Los Pecosos ensayaban en Jonte y Chivilcoy, en una cancha de baby fútbol que All Boys les prestaba, un predio que ahora está techado pero entonces era al aire libre. Esta etapa duró unos cinco años, hasta los siete de Alejandro, que ya tenía el ritmo en las venas y, para seguir bailando, de más grande se unió a Los Mimados de La Paternal.

Pecosos, segunda temporada
En el 2000 Ale era un joven de 25 años. Veía en la plaza Banderín los ensayos de la vecina murga Mala Yunta y no dejaba de picarle el bicho pecoso. Lo habló con su papá, con su mamá, y decidieron refundar su murga, esta vez con la segunda generación a la cabeza.
El traje mantuvo los colores pero invertidos: blanco con vivos negros. “Es más elegante”, dice Alejandro. “Nosotros con los trajes iluminamos”, se enorgullece Mari. Y algo de eso habrá porque otro murguero, Maxi Baucero -Foqui para los amigos-, dice que él bailaba en otra murga “y todo el tiempo veía a ésta, sus colores, la gente que había, y quería entrar”.
Hasta el 2020, carnaval tras carnaval, cada febrero representaron a Floresta en los corsos porteños. Ale hacía lo que fuera con tal de poder ocuparse de la murga: “Te aseguro que he dejado pasar buenos laburos porque el horario no me permitía venir a los ensayos”, dice el director murguero, que trabajó muchos años en un frigorífico y ahora es herrero. En 2020 la pandemia les puso un freno. Ahora, cinco años después, los Pecosos vuelven a iluminar.

Se viene la tercera
Este regreso encuentra a Alejandro con 49 años y a Mari jubilada. Nuevos integrantes Divasto, sobrinos y nietos, se sumaron a la murga. Tanto literal como metafóricamente, si hay algo que la murga es, dicen ellos, “es familia”. Muchos formaron pareja con otros murgueros, Foqui entre ellos: «hace 16 años conocí a mi señora acá en la murga”. “La murga es como un corazón gigante”, dice Ale. “Es unión”, dice Mari. “Si un chico cumple años y no tiene plata, compramos una torta y vamos todos a la casa, de eso se trata”, agrega Alejandro, para que se entienda de qué habla.
Reactivar la murga implica «hacer todo desde cero». «Los bombos hay que arreglarlos, hay que arreglar los estandartes. Hay que juntar plata, hacer rifas para comprar las telas, para hacer los apliques, nosotros nos encargamos de todo», dice Mari. Y Ale tira números que permiten dimensionar el gasto: «Para darte una idea, hoy en día un micro te cobra casi doscientas lucas por noche, y el carnaval son ocho noches. Para movilizar cien personas necesitamos dos micros. También tenemos que juntar para los refrigerios de los chicos. Además, nosotros compramos la tela de los trajes, las lentejuelas, las piedras, las mostacillas, hilos, agujas, cintas. Hacemos un pozo con la plata, compramos todo al por mayor y después se reparte, cada uno se hace su traje.»

Con el carnaval 2026 en el mira, los Pecosos están ensayando todos los domingos. Cuentan que tienen que ir al “pre carnaval” para ver si entran. “Pero yo sé que lo pasamos porque ya tenemos mucha experiencia”, dice confiado Alejandro, y anuncia que pronto arrancarán a hacer eventos en la misma plaza Monte Castro y si los invitan a eventos privados también están listos para ir. “El año que viene vamos a hacer corso”, asegura prometedor.
Murga Los Pecosos de Floresta
Ensayos: Plaza Monte Castro. Domingos 16 horas.
Instagram: @pecosos.floresta.oficial