En busca de la Buenos Aires perdida

Quien quiera mirar la ciudad a través de los ojos de Yamila Rambaldi puede visitar @buenosairesperdida, su cuenta en Instagram. Esta vecina confirma que se puede ser joven, tener una profesión moderna y sentir amor por la ciudad que heredamos, esa “casa grande” que nos pertenece a todos.

“COMIDAS EXQUISITAS. A punto! Sabrosas! Frescas!” Yamila mira en la pantalla de su computadora la composición de una publicidad de los años 50, cuya ilustración muestra la fachada exterior del primer restaurante autoservicio que hubo en Buenos Aires: el California, en Lavalle 941. Es el 19 de marzo de 2020, en Argentina todos saben que al día siguiente comenzará una cuarentena. Yamila tiene 30 años y piensa qué hará encerrada en su casa, cuando lo que tiene son unas ganas tremendas de viajar. Presiona ALT+TAB en el teclado y su monitor le muestra la ventana de Facebook. En el buscador de la red social escribe el nombre del restaurante. ¿Alguien habrá compartido fotos? Quisiera saber qué había al lado, qué enfrente del California, cómo se veía Lavalle en ese momento. Investigando se le fue la tarde, pero qué importa, lo que le sobraba, lo que le sobraría en los días sucesivos, era tiempo libre. Antes de irse a dormir inauguró la cuenta de instagram @buenosairesperdida con esa publicidad del California.

“Los primeros meses yo le ponía mucha garra a las publicaciones, y era un momento en que toda la gente estaba prendida de las redes”, así explica Yamila el crecimiento de la cuenta que hoy tiene más de 45.000 seguidores. Agrega: “El proyecto juega mucho con la memoria de la gente, con los lugares que conocieron, con lo que te pueden contar, eso hace que muchos lo compartan, que lo tomen como propio. De repente me llegan mensajes que dicen ¨¡Qué bueno que mostraste eso!¨ y a mí me pone contenta.”

“El proyecto juega mucho con la memoria de la gente, con los lugares que conocieron, con lo que te pueden contar, eso hace que muchos lo compartan, que lo tomen como propio.»

Yamila es traductora de inglés. Aunque, dice, el oficio de traductora en sí mucho no le gusta. Sí ama el idioma y disfrutó cuando colaboró con festivales de cine ambiental o de derechos humanos haciendo el subtitulado de películas. Como medio de vida le gusta más el diseño gráfico, y usa su conocimiento del inglés para ofrecer sus diseños de tarjetas a clientes norteamericanos a través de una plataforma.

El barrio y el Centro

En el pasaje Génova, uno de Villa del Parque que corre entre Lascano y Arregui, desde Cuenca hasta Llavallol, creció su abuelo materno, Alfredo. Él le contó a Yamila que cuando era chico recorría el barrio en el carro del lechero, acompañando a su papá en el reparto de las botellas de leche fresca. “Y en esa casa siguió viviendo mi abuelo cuando se casó. Ahí nació mi mamá. Ahora es la única casa antigua que queda en el pasaje”, dice Yamila.

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Ella creció en Villa Devoto, fue a la escuela que lleva el nombre del barrio, frente a la plaza Arenales, y siempre se movió “en un radio de 40 cuadras”. De chica, el Centro era el lugar para ir al cine o a comer afuera “cuando se podía”. A la peatonal Lavalle ella la conoció en la decadencia de los 90 pero su papá le contaba de la época de esplendor, de sus propios paseos cuando él era chico, y Yamila se fue apropiando de ese amor por la ciudad.

2020

Durante la pandemia en medio de todo lo malo pasaron muchas cosas buenas entre las personas. Una de las que Yamila menciona es haberse encontrado con Alejandro Machado, “el mayor conocedor de la arquitectura de autor de Buenos Aires”, dice. “Él iba cuadra por cuadra con su cámara digital, cuando todavía no se usaban celulares, fotografiando los edificios y sus firmas. Después iba a la Sociedad Central de Arquitectos y escaneaba fotos de los libros, juntaba información y la subía a un Blog. Ahora tiene una cuenta de Instagram que se llama @cronistadetuciudad. Durante la cuarentena daba charlas por Zoom y así lo conocí. Su material me fue inspirando.”

También en el 2020 Yamila se sumó a la causa de Basta de Demoler, una ONG que desde el 2011 se dedica a defender el patrimonio arquitectónico de la ciudad de Buenos Aires, apoyados en la ley 3056 cuyo texto dice que todas las construcciones anteriores a 1941 tienen una protección preventiva. Después, el Consejo Superior de Asuntos Patrimoniales debe declarar si vale la pena o no proteger un edificio. “Yo sentía que le faltaba un montón de difusión a la tarea que hacían. Ellos son gente grande que de redes no sabe tanto, entonces me ofrecí como voluntaria y les hice de comunity manager.”

En Devoto también hay construcciones patrimoniales protegidas y Yamila, empapada como estaba en el tema, le puso el ojo y el corazón a una. Se trata de la mansión en la que vivió el dirigente radical Francisco Beiró, en la esquina de Cantilo y Marcos Paz. Tiene protección histórica pero a su actual propietario (titular de una inmobiliaria) no le interesa cuidarla, más bien espera que el deterioro obligue a demolerla y poder hacer un negocio con el terreno.

“Me causa mucha indignación que una casa protegida esté en ese estado. No hay muchos inmuebles protegidos y si a los que están los van a tener así, la verdad que de qué sirve la ley”, razona Yamila. La solución sería que se la declare “de utlidad pública” y el Estado la compre.

Varios proyectos llevaron esa iniciativa a la Legislatura con la idea de ponerla en valor y convertirla en un Museo de la Democracia. “En 2011 la aprobó la Comisión de Cultura pero no la de financiamiento. En el 2020 retomaron el proyecto algunos radicales, pero siempre el problema fue la financiación.”

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“En ese momento yo armé un revuelo bárbaro en las redes, en Twitter llegó como a un millón de vistas, muchísimos compartidos y bueno, cada dos o tres meses vuelvo a postear el tema.” Recientemente otro legislador radical, Lucío Lapeña, presentó un nuevo proyecto de ley basado en los anteriores. De aprobarse, sería el primer museo en Villa Devoto.

Recuperar la calle

Salir del encierro fue para Yamila mirar la ciudad con ojos nuevos, detenerse a observar lugares por los que antes había pasado como si nada. “Hay edificios que son íconos: todos conocemos el Barolo, la Casa Rosada o el Congreso, pero yo pensaba, che ¿por qué no se valoriza igual la escuela que está a tres cuadras de mi casa, que tiene 120 años y a la que fue tanta gente?”, ella no era la única que se estaba haciendo esa pregunta.

Pasada la pandemia, esos que en las redes publicaban sobre patrimonio, se encontraron en las calles. “Nos llamamos La Patrimoneta”, revela Yamila el nombre mundialista que eligieron el año pasado. “Somos diez, doce personas que tenemos cuentas de Instagram con diferentes visiones del patrimonio. Por ejemplo, Marga se dedica a pintar y tiene una actividad que se llama “mirar miradores”, en la que te invita a pararte frente a un edificio y dibujar lo que ves. Ale organiza caminatas. Telly, que es arquitecta (tiene 82 años y es como la abuela del grupo), en su cuenta muestra los planos de los edificios, tiene una visión más seria del patrimonio. Después está Joaquín, que tiene veintidos, es el más joven del grupo y labura muchísimo, va a todos lados, gestiona visitas para todos.”

– ¿Qué significa hoy “Buenos Aires Perdida” para vos?

– La página me dio un sentido de pertenencia. Me acercó a gente que quizás no me hubiera cruzado en mi vida, con los que de repente nos juntamos un domingo a la tarde a sacar fotos de casas antiguas en cualquier barrio. Buenos Aires Perdida tiene también la misión de ayudar a que la gente aprenda algunas cosas; las redes ayudaron a llegar a otro público de un modo más lúdico quizás. Uno no se mete en Instagram con ganas de “uy, quiero aprender sobre patrimonio” pero te enganchás, como me enganché yo.

O sea, creo que todos los que hacemos patrimonio la idea que tenemos es dar a conocer “la casa grande”, como dice Nati [Natalia Kerbabian, la autora de @ilustroparanoolvidar]. Conocer nuestro barrio, lo más cercano, y después la ciudad. Y quererla como propia porque si uno no quiere donde vive, y sí, pasan desastres.♦


Instagram: @buenosairesperdida

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