Herrería. Peluquería. Gastronomía. Bartender. Mecánica de bicicletas. Edición audiovisual. Reparación de aire acondicionado. Montaje de instalaciones sanitarias. Electricidad. Estética corporal. Son estos algunos de los cerca de 35 cursos, capacitaciones y trayectos formativos que se dictan en el Centro de Formación Profesional N° 24 (“el CFP 24”), la escuela pública de oficios de Flores.
Más de 1.500 alumnos se distribuyen allí en las cerca de cien comisiones que de lunes a viernes pueblan la sede central (en la esquina de Morón y Artigas, dominada por el mural “Oficios y transformaciones”) y en las dos sedes anexas.

“Los centros de formación profesional vienen en nuestro país de larga data. Un antecedente fue el de las escuelas de artes y oficios, herederas en muchos casos del traslado de saberes de los inmigrantes. Con el tiempo fueron institucionalizándose, y sobre todo durante el peronismo adquirieron más jerarquía”, relata el director del CFP 24, Sergio Lesbegueris, y añade que la Ley de Educación Técnico Profesional de 2005 formalizó el área y le brindó financiamiento. En el ámbito porteño –bajo la órbita del Ministerio de Educación– funcionan hoy 41 de estos centros: diez son de gestión pública pura, como el CFP 24.
“Cuando arrancó hace 25 años la escuela se enfocó en los oficios manuales más clásicos. Pero a medida que se fue avanzando hubo una decisión de ‘leer el afuera’”, explica el regente de la institución, Diego Picotto. “En los últimos tiempos creció el área audiovisual, y las de marketing y diseño en clave emprendedora. Post pandemia encaramos también el área de cuidados”, agrega.

Para el jefe de taller, Luis Asensio, la oferta fue a la vez organizándose “alrededor de las conflictividades con la que nos chocábamos”. “Gastronomía surgió de un proyecto de producción de pan dulce para ir a Misiones a apadrinar una escuela, y luego terminamos institucionalizando el curso. O cuando se hizo en el barrio un monumento en memoria de los pibes de Floresta asesinados en 2001, nos involucramos y armamos la formación de cerámica. Ahora creamos un área de reciclado de plástico. Involucrarnos con el contexto nos permitió crecer y entender que hay un espacio de vacancia de oficios institucionalizados que ya existen como haceres populares”, reflexiona. Y añade: “Nos gusta pensar que tenemos el mandato de institucionalizar trabajos invisibilizados, como el reciclado o el cuidado”.

El público del CFP 24 es muy variado. Llega gente desde toda la Capital y el conurbano, desde chicos y chicas que recién terminan el secundario hasta gente de cuarentipico que se reinventa, incluso jubiladxs. “Eso es complejo a veces, porque dentro del aula hay objetivos distintos y los docentes tienen que nivelar cuestiones que son innivelables”, marca Picotto, aunque considera que “la diversidad tiene que ver también con la riqueza y singularidad del formato”.

Participación, participación, participación
Hoy el CFP 24 es, de todos los centros de Formación Profesional de Buenos Aires, el que por lejos tiene la mayor matrícula. La conducción atribuye esta posición a la oferta de cursos, a la presencia en el territorio y a la profunda y sostenida tradición de autogestión: la esquina de Morón y Artigas es una verdadera máquina de organizar actividades más allá de la oferta académica. Desde una Feria del Libro (que es multitudinaria y en octubre desplegó su sexta edición); hasta la “Milonga de Artigas” (una vez cada dos meses); pasando por actividades sociales y culturales (muchas se realizan en la Cazona de Flores, uno de los anexos en Morón 2453).


“La formación profesional te da el plus del ‘hacer’: organizás una milonga y los estudiantes de sonido te instalan los parlantes, los de bartender la barra, los de gastronomía cocinan: la maquinaria se pone en marcha enseguida”, dice Picotto. “Todas esas actividades –agrega Lesbegueris– generan un micromundo alrededor del cual se arma una economía de la que a la vez nos favorecemos para mejorar las instalaciones y comprar herramientas e insumos para toda la escuela”.
La fachada del CFP 24 no escapa a esta lógica: está cubierta por un mural de 350 metros cuadrados que según sus propios creadorxs “es un gran experimento”. Su construcción comenzó en 2013, a partir de un trabajo combinado de docentes de expresión plástica, los propios estudiantes de herrería, carpintería y cerámica y vecinos que se engancharon a participar con ideas o donando materiales.
A eso se suma la campaña “Los oficios no tienen género”, que en el marco de la ESI cuestiona la división sexual del trabajo.

“Todos estamos en la rueda del hámster”
“Somos hijos de un contexto. Cuando empezamos había una efervescencia social muy propicia que se sumaba a una formación profesional poco mirada. No había que romper tantas estructuras: no las había. Mejoramos las instalaciones e inventamos esto de la producción solidaria que beneficia a los propios estudiantes. Hoy seguimos sosteniendo el proyecto, pero es más difícil: el clima de época cambió”, considera Picotto.

“No estamos exentos de la descomposición social. No hay tantos horizontes para armar una estrategia común, entonces lo más natural es que cada uno se quede en su cálculo individual. Estamos todos en la rueda del hámster y eso atenta contra lo comunitario”, razona Lesbegueris. Y concluye: “Mientras tanto, hay que seguir. Hemos cuidado mucho los afectos, los vínculos, los proyectos. Y aunque el repliegue existe, logramos un piso de dinámicas bastante consolidado que hoy toca cuidar”.
Centro de Formación Profesional 24
Morón 2538 y Artigas
Web: www.cfp24.com.ar
Instagram: @cfp_24
La Cazona de Flores
Instagram: @cazonadeflores
