Alicia, la librera de Villa Santa Rita

Alicia Margarita Rodriguez tenía 25 años cuando inauguraron Intelecto. La librera que desde 1988 vio transformarse los modos de vender, de leer, de vincularse, encuentra la razón de ser de su trabajo en algo que sigue siendo sólido: los afectos que nacen a partir de los libros.

Es un contrapunto con la avenida el cartel de madera que cuelga de una rama del fresno. Ruge el tránsito sobre Nazca y las letras pintadas a mano anuncian: “libros”. La vidriera de Intelecto está retirada un poco hacia adentro de la vereda y por eso puede pasar desapercibida. Pero si unos ojos se detienen en ella quizás salten de una Almudena Grandes a un Hernán Casciari, después se alcen hasta un vinilo de jazz que está junto a otro de música africana y luego hagan foco a la izquierda en un libro titulado “Picasso” y terminen el paseo visual en otro de gran tamaño sobre los dinosaurios del cretácico. Un papel pegado sobre el vidrio informa el número de teléfono de Alicia y si los ojos miran al interior del local, hacia el fondo, más allá de las estanterías repletas, la van a ver a ella. “Quienes vienen quizás no sepan que yo disfruto cuando están acá”, dice Alicia sobre el vínculo que se produce con la gente que entra al local, porque los libros llevan a conversar. Y ese vínculo es un plus que desde siempre le gustó; ya era así cuando compartía el trabajo con Don Jorge, su suegro.

Alicia en el país de los libros.

La gente y los libros

La librería arrancó hace 36 años como un proyecto de un padre y su hijo, Don Jorge y Alejandro, el suegro y el marido de Alicia. Ella, que tenía 25 y no se terminaba de enganchar en la carrera de abogacía, empezó a trabajar con ellos. Después Alejandro estudió psicología y su trayectoria laboral lo alejó del negocio familiar. En cambio Alicia se fue afincando acompañada por Don Jorge que, dice, “era una institución, una persona muy respetada y muy querible, que tenía pasión por los libros pero sobre todo por el trato humano. Era claro que acá lo que nos gustaba era el contacto con la gente”.

Intelecto ofrecía libros nuevos. Aunque tenía en el fondo una sección de usados no era su fuerte. Las editoriales enviaban “corredores”, vendedores que llegaban con valijas cargadas de novedades para mostrar a los libreros. Era un tiempo en que había mucha gente lectora que iba a la librería, entraba y miraba. Y Alicia trata de que ese modo de acercamiento al libro no se pierda: “cuando entra alguien que está indeciso yo le digo ¨podés mirar¨ y por ahí me dicen ¨¿tenés un catálogo cargado en algún lado?¨. ¨No, no lo tengo, tenés que venir, mirar y hurgar en esta anarquía que es Intelecto¨.”

En realidad parece anarquía, pero Alicia sabe qué hay y dónde. Y aunque reniega de la venta digital no tiene más remedio que subirse a ese tren “porque la gente no está moviéndose hacia el libro; tenes que mover el libro hacia la gente”. Entre los títulos que están ordenados en estantes y los apilados en las mesadas elige algunos cada día para ofrecerlos como ofertas a través de su estado de whatsapp. “Lleva tiempo buscar cuáles voy a publicar. Y por ahí cuando tomo un libro pienso en personas concretas, como que ya mi mente dice por ahí fulano ve este y le gusta y a veces pasa que sí.”

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Algunos de esos fulanos, fulanas, se volvieron clientes-amigos. Alicia siempre vuelve sobre los afectos: “Son personas con nombre. Miriam, Corina, Ángeles, con ellas nos conocemos desde la primera hora, hay otros que han llegado más acá en la historia y otros que han partido, gente también muy querida que ya no está en este plano”.

La caminadora de Villa Santa Rita

Desde Nazca y San Blas hasta la casa de Alicia, en Melincué y Campana, hay catorce cuadras. “Distancia que camino cuatro veces por día —dice—. A veces voy por Campana, otras por Cuenca, por Helguera o por Argerich. Esas me las conozco y me doy cuenta cada vez que algo cambia. Amo los plátanos de Cuenca, aunque todos los odian, porque en verano el que camina sabe que cuando pasa por Cuenca te baja la temperatura diez grados”.

Alicia anda por el barrio con sus vestidos largos y coloridos. Su figura alta y delgada mucha gente la reconoce al pasar. “Una señora que me crucé un día me dijo ¨la caminadora de Villa Santa Rita¨. Yo no la conocía. Me dijo: ¨Yo te miro porque pasas siempre. Vos tenías una nena y la llevabas en un cochecito¨.” Esa nena ahora tiene 25 años y estudia veterinaria, pero de chica, es cierto, iba en el cochecito rumbo a la librería con su mamá.

Un cambio en el barrio que Alicia destaca es la identidad que fue adquiriendo Villa Santa Rita. “Yo valoro eso, porque antes cuando me preguntaban dónde está Intelecto yo decía ¨cerca de Villa del Parque¨. En cambio ahora digo que está en Villa Santa Rita y me siento parte de un barrio que tiene características particulares, como que no teníamos plaza y ahora vamos a tener.”

A Alicia le gustaría que ese impulso por mejorar el barrio llegara hasta Nazca, que el centro comercial estuviera más cuidado, que tuviera más árboles. “Invito a cualquiera a que se fije en Nazca entre San Blas y Camarones, enfrente de la librería no hay un solo árbol”. Y en su cuadra hay apenas dos.

Del nuevo al usado

Ya avanzado el siglo XXI los estantes de Intelecto se fueron poblando de libros usados y ofertas. El disparador sin dudas fue el cambio en la manera en que las editoriales se comportan con las librerías pequeñas, dejándolas sin posibilidad de competir con las grandes cadenas.

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Adentrándose en el mundo del usado Alicia se dio cuenta que también tenía sus maravillas. “Te podés encontrar con ediciones que son joyitas. Pero además hay pedacitos de vida en esos libros. Yo tengo por ejemplo uno traído de Alemania, de 1918, al que alguien le guardó adentro la boleta de la compra hecha en papel manteca. O encontrarte flores disecadas… ¿Qué pensó el que puso eso entre las páginas, qué soñó?”. Dice Alicia que hoy, a raíz de la situación económica, también se obsequian libros usados. “La gente fue desestructurando esto de que para regalar tiene que ser nuevo, al contrario, un libro usado que está bien conservado tiene otra magia. Pasa igual que con la ropa, este nuevo sentido circular de las cosas.

A los que quieran llevarle libros para vender la única observación que les hace la librera es que no sean de texto. Los demás, “ficción, ensayo, historia, política, arte, todo vale”. Alicia los recibe en consignación. “Muchas veces pasa que viene alguien cargando una bolsa pesada y yo la acepto porque por ahí encontrás alguna joyita. El otro día un señor me dejó libros y entre muchos que no tenían interés había un Sara Gallardo, Enero, su primer novela, por ese tesoro valía recibir todo el paquete.”

Cuando baja el sol

En una pared de Intelecto, cerca de la puerta de entrada, hay cuadros colgados. Una colección que “empezó Eli, una vecina que hacía un estilo de pintura japonesa, summi, y me dijo ¨¿puedo traer uno?¨ ¨sí¨ ¨¿y lo puedo colgar?¨ ¨sí¨. Ella determinó dónde y después se fueron agregando otros. Hay uno de Virginia, uno de Oscar, hay uno de mi hija y otro de Mabel”, dice Alicia mirando las obras, y reflexiona: “Hay mucho más de mí acá que solamente la función de librera”.

Para ella los comerciantes de los locales vecinos también tienen nombre. Norberto y Magalí de la relojería Aguamarina, Maribel de Andy Jeans, Cristina de Azabache, la boutique de enfrente. A las siete de la tarde, sin haberlo planeado juntos pero atentos unos a otros, van cerrando casi al unísono. “Ya cuando veo que Norberto pone la puerta en la persiana metálica yo también empiezo a cerrar, se va apagando la avenida y nos vamos todos”.

Después, Alicia emprende la última de las cuatro caminatas, que en verano quizás sea la más linda. “Hay una cosa muy bella que es Jonte con la puesta de sol hacia oeste. Es espectacular. A veces saco fotos y a veces me la quedo en los ojos.”


Librería Intelecto
Dirección:  Av. Nazca 1985 / Horario: de 10:30 a 12:30 y de 17:00 a 19:00 / Sábados a la mañana
Teléfono: 11 5658-6767
Instagram: @intelectolibros

4 comentarios en “Alicia, la librera de Villa Santa Rita

  1. Alicia es de esas personas cuya charla te alegra el día.
    Porque te mira y te sonríe sinceramente. Y si no sabe de un autor, te lo dice.
    (Con los que sí sabe te hace una curadería de títulos de la hostia.)
    Encima tiene precios de no creer. Y ediciones que las fue a buscar con el DeLorean.
    El día que Intelecto ya no esté, agarrensé.

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