Arpegios

Una casa familiar convertida en academia de música brilla entre las propuestas culturales de Villa del Parque. Silvana Di Marco, directora de Arpegios y profesora de piano y violín, cuenta una historia nutrida de pentagramas.

Una casa familiar convertida en academia de música brilla entre las propuestas culturales de Villa del Parque. Silvana Di Marco, directora de Arpegios y profesora de piano y violín, cuenta una historia nutrida de pentagramas.

Arpegios

Una casa familiar convertida en academia de música brilla entre las propuestas culturales de Villa del Parque. Silvana Di Marco, directora de Arpegios y profesora de piano y violín, cuenta una historia nutrida de pentagramas.

“Está donde termina Villa del Parque” dice Silvana refiriéndose a la casa donde habita el piano. Habla de las calles más allá de Nazca, donde ya se presiente la cercanía de la avenida San Martín, pero todavía no es territorio de La Paternal. Una zona del barrio donde todavía no construyeron edificios y las casas de siempre están salpicadas (no en demasía) con nuevos emprendimientos gastronómicos que aportan un toque moderno a las veredas. “El 24 te deja a la vuelta”, agrega la pianista.

En esa casa se crió Silvana, en Bufano 2645 entre Terrero y Lascano. Su madre y su padre, inmigrantes italianos, compraron la propiedad en los años sesenta. El piano, que habita desde el principio en una sala del primer piso, se lo había regalado la abuela a la mamá pero el destino quiso que sea la nieta quien le sacara el jugo.

Silvana tenía siete años cuando la llevaron a tomar clases con Nelida Protti de Gallo, una profesora vecina. Con ella estudió durante la infancia y la adolescencia hasta aprobar el examen en el Conservatorio, a los dieciocho, convertirse ella misma en profesora.

Corrían los años ochenta. En su casa se escuchaba Frank Sinatra, si la que musicalizaba era su mamá, o cansonetas italianas, si el que ponía el tocadiscos era su papá. Queen y todo el abanico de rock británico sonaba en el walkman de la pianista adolescente, mezclado con las sinfonías de Johann Sebastian Bach, que se había esmerado en aprender para poder tocarlas en el órgano de la parroquia Santísima Cruz, durante los casamientos (trabajo que le había asignado el Padre Enrique).

Mientras hacía sus prácticas docentes en el conservatorio, Silvana recibía a sus primeros alumnos del barrio. “Era la época en la que se usaban los teclados electrónicos, el Yamaha, el Casio, así que me capacité para poder dar clases con ellos porque era lo que los chicos pedían”, cuenta Silvana. Primero fue un alumno, después siete, luego quince. El sueño del instituto de música iba germinando.

Música antes de los barbijos

Un cartel cuelga del muro por debajo del balcón y arriba del portón. En él se lee “Arpegios, Academia de Música. Un lugar de encuentros”.

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“Las clases son excelentes y siempre muy interesantes, desde música clásica hasta composición de canciones”, comenta Javier en una foto de Arpegios publicada en las redes. “Un lugar para desarrollarse y de gran personal académico, ¡muy recomendable!!”, aporta Christian. “Excelentes docentes y ambiente!”, agrega Antonella.

En la casa del piano siguen viviendo la mamá y el papá de Silvana. “A mi papá le encanta recibir a los chicos, yo estoy arriba y él me grita desde el pie de la escalera “¡ahí va un alumno!”, y se queda charlando con la mamá o el papá del chico. Todos se conocen, se saludan al cruzarse, esa magia hace que el lugar sea muy familiar”, describe Silvana pintando una escena cotidiana del instituto antes que la pandemia pusiera en pausa las clases presenciales.

“Cuando decidí fundar Arpegios en el 2001 me asocié con distintos profesores y al toque tuvimos gran cantidad de alumnos”, rememora con satisfacción la profesora y detalla el abanico de estudiantes que se acercan a su academia: “Desde un niño o niña que viene a clases para disfrutar de la música hasta adultos que deciden estudiar eso que les quedó pendiente de jóvenes. Tenemos adolescentes que quieren ser productores, pero tienen que esperar a terminar el secundario para cursar la carrera de productor musical. También chicos que quieren ingresar al Esnaola, vienen a Arpegios y nosotros los preparamos.”

La inmersión en el lenguaje musical y los sonidos del instrumento elegido comienzan con clases individuales. “Siempre empiezan solitos pero después según la aptitud, los gustos musicales, según el grupo humano que hay cada año, logramos un ensamble”, cuenta Silvana, que no solo es profesora de piano: con los años se formó en la enseñanza de violín, siguiendo un método conocido como Suzuqui, especialmente ideado para facilitar la formación musical de niños y niñas.

En concierto

Una vez armados los ensambles y luego de muchos ensayos, los estudiantes de Arpegios cada año se presentan en público. El 2019 fue especial, porque el barrio contó con la movida del proyecto Santa Mitre. Eventos culturales protagonizados por artistas residentes en la zona, gratuitos y abiertos a la comunidad se sucedieron a lo largo de todo el año, gestionados por un grupo de vecinos que accedieron a un fondo del Gobierno de CABA, a través de un concurso llamado Barrios Creativos. Silvana fue parte de esos vecinos gestores y Arpegios participó de las presentaciones; se dieron el gusto de dar un concierto en la Iglesia Santa Rita y en diciembre, deleitar al público en un gran escenario armado para la ocasión en la Plaza de Pappo.

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Estudiantes de Arpegios, acompañados por músicos de prestigio internacional, se dan cita cada año en un espectáculo llamado Bethoven para chicos. Ideada por Silvana, presentada cada primavera en la sede del Coro Polifónico de Ciegos, la propuesta fue declarada de Interés Cultural por la Secretaría de Cultura de la Nación.

Trabajo en equipo

Giselle Dileva creció en Devoto. A los trece decidió que sería profesora de música y empezó a tomar clases en un instituto privado de ese barrio. Su proyecto se cumplió tal como lo había planeado. Cuando se recibió de profesora hizo sus prácticas en el mismo instituto, luego tuvo alumnos particulares y hace cinco años conoció a Silvana. Hoy ambas trabajan en tándem. “Yo soy profesora de guitarra, piano, teclado y ukelele. En mis clases veo qué quiere el alumno, qué música le gusta, y desde ahí partimos, porque eso es lo que lo va a incentivar a tocar”, explica Giselle, y agrega: “El fin siempre es que sepan leer la música, que aprendan la teoría, que reconozcan las notas, las figuras, pero siempre llegamos a eso desde el juego”.

En Arpegios, Giselle da clases a los más chicos. Durante estos meses de pandemia va a domicilio, respetando los protocolos. Silvana se encarga de los alumnos más grandes en clases virtuales. Mientras tanto, la casa del piano sigue en pausa, esperando con ansias el día en que, ya sin riesgo de contagios, puedan nuevamente abrir las puertas de ese lugar de encuentros. ♦


(*) Foto de Portada: Silvana Di Marco.

Para información sobre clases: 11 3474-1824 / Redes sociales: Instagram y Facebook.

Las clases de música del 2021 seguirán siendo a domicilio (con protocolo) y virtuales. Mientras tanto, Silvana espera que pase la pandemia para volver a abrir las puertas de la Academia.

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