El viernes 29 de septiembre por la noche se nos fue Enrique. Como los maestros ascendidos generó tanta energía que pasó sin escalas al plano celestial. Capo total el viejo.
Papá nos enseñó a sus cuatro hijos que hay dos luchas que corren en paralelo y no hay una sin la otra: el crecimiento individual está atado al bienestar colectivo. Que no hay bienestar personal sin justicia social.
En tiempos de «meritocracia» (que estupidez) el llevaba en la sangre las convicciones de los inmigrantes socialistas y nunca dejó de empapar sus trabajos con esta impronta.
Hace 32 años hacía el periódico «Vínculos Vecinales», que comenzamos juntos y luego de la ruptura (por esas cosas que tenemos los hijos de hacer nuestro camino) continuó dirigiéndolo solo durante los 27 años siguientes, adaptándose a las nuevas tecnologías y los vaivenes políticos y económicos. A sus siempre jóvenes 86 años hacía periodismo barrial, diseñaba en la computadora, repartía los periódicos, toditos los meses.
Varias veces en su vida se cayó y tuvo que reinventarse, «como la cigarra» le gustaba decir… Hijo de colchonero (que batía la lana) y con apenas estudios primarios completos fue vendedor, empresario, dirigente fundador de La Cooperativa La Confianza (hoy sucursal Devoto del Banco Credicoop), militante político y social. Siempre en lugares incómodos. Hoy sólo pocos recuerdan lo que luchó para que la dictadura no privatice el Polideportivo Pomar y tantas otras luchas barriales.
Siempre se aseguró que nosotros, sus cuatro hijos, tuviésemos las herramientas para crecer y desarrollarnos.
Una vez allá por sus cuarenta y tantos se le derrumbó el gran sueño, ese ideal de familia que había imaginado y tuvo una estrepitosa caída al punto de no querer seguir viviendo. Tuvo que rearmarse de cero, reprogramarse célula por célula y lo hizo. Luego dedicó el resto de su vida a compartir su experiencia y contener a otros que estaban en diversas situaciones de derrumbe para ayudarlos a salir. Eso le valió el amor y reconocimiento de muchísima gente de los grupos de Terapia Social como el del «Bancadero» y el del Hospital Pirovano.
El domingo 17 de septiembre festejó en su casa los 86 con sus amores. Estuvimos presentes los cuatro hijos, nietos de acá y el exterior (esa locura de skype), dos bisnietos, Rosa, nuera, consuegra…
El viernes 29 de septiembre por la mañana retiró de la imprenta la edición de octubre de «Vínculos Vecinales» y la repartió hasta entrada la tarde, estaba particularmente ansioso, como si el tiempo se acabara. A las 21:45 su corazón dijo basta, sin más, sin rodeos.
Ahí nos dejó toda su luz, ideales, tremendo empuje, amor y orgullo por el trabajo y también nos dejó parte de la edición de Octubre del periódico (Nº 377) que sus hijos terminamos de entregar para que Enrique Lifschitz pueda encargarse en paz de sus nuevas tareas celestiales. Acá en la tierra lo vamos a extrañar.
(Jorge Lifschitz es hijo de Enrique y editor de la revista “Floresta y su mundo” Esta nota publicada originalmente en dicha revista.)