En el otoño del 74 Mary llegó desde Villa Pueyrredón junto a su mamá para abrir un pequeño vivero en un mercado que había en Jonte al 4500. “Alquilamos un puestito por un aviso que salió en el diario. Era una época en la que se vendían muchas flores porque la gente las compraba para decorar el comedor o el dormitorio, además había muchas casas con jardines, así que nos iba muy bien. Yo tenía 27 años, un hijo de diez y otro de tres meses.”
Hoy su vivero es un gran remanso de verde y flores, que se abre camino desde la vereda hasta el pulmón de la manzana, en Jonte al 4731. Allí fuimos a charlar con ella y esto es lo que nos contó:
“Yo me crié entre plantas. Mi bisabuelo, mi abuelo y mi padre eran viveristas. Teníamos un terreno de cultivo en Ingeniero Pablo Nogués. Cuando me puse de novia con el que fue mi marido, a él le encantó el trabajo y le pidió a mi papá que le enseñe. Yo tenía 14 años y él 17. Pasó el tiempo, mi marido tenía un vivero de producción que marchaba muy bien, y yo, que en aquel momento me dedicaba a la peluquería (soy peluquera de profesión) decidí junto con mi mamá abrir el local de venta de plantas y flores acá en Monte Castro.
Luego de cinco años con el puestito en el mercado, el espacio nos resultaba chico. Entonces nos mudamos a un local un poco más grande a una cuadra de ahí, en Jonte al 4600, y luego a otro, hasta que pudimos alquilar un espacio grande donde ahora está el Banco Patagonia, que en ese momento era un taller mecánico abandonado. Nosotras lo embellecimos totalmente, le hicimos los baños, los pisos a nuevo. Ahí estuvimos dos años y cuando estábamos por renovar el contrato, lo vendieron… con nosotras adentro, fue un dolor enorme para mi mama y para mí. Después de haber invertido tanto y estar trabajando bien, nos teníamos que ir.
Estábamos buscando dónde mudarnos cuando se pone en venta esta propiedad, donde está ahora Mi Yuyito. Era carísimo, pero yo no me la quería perder, de ninguna manera. Entonces le propongo a mi marido vender la casa que teníamos en Devoto, que hacía apenas tres meses habíamos terminado de arreglar. Estábamos viviendo tan bien, tan cómodos, después de seis años de obra. Yo estaba embarazada de mi tercer hija. Le dije a mi marido “tenemos que vender, tenemos que comprar ese local”. Fueron grandes discusiones, al principio mi marido ni me hablaba.
Vendimos y vinimos acá, mudamos el negocio y la casa. Hasta que construimos arriba, dormíamos los cinco en un comedor, en el suelo. Mis hijos crecieron como había crecido yo, entre plantas. Trabajábamos sin descanso, abríamos incluso domingos y feriados. Osvaldo, mi marido, me acompañaba, y lo hacíamos con gusto, con alegría, no era un sufrimiento.
Lamentablemente mi marido murió en el 2009, con 65 años. Para ese momento yo ya estaba abocada a la Asociación de Comerciantes. Entonces les dije a mis hijos: “Yo les regalo todo, el vivero de producción, el negocio, todo. ¿Lo quieren o lo vendemos?” Yo estaba segura que me iban a decir que lo querían. Así que ahora mi hijo mayor, Gustavo, se ocupa del Vivero de producción, que está en el partido de Moreno (es un terreno que ocupa media manzana, donde hay treinta invernáculos) y tiene otro local que queda en Juan B. Justo y Molliere, al que le puso de nombre “Mi abuelo Alfredo”, en honor a mi papá. Y Marcelo y Maru se hicieron cargo de Mi Yuyito.
La Asociación
¿Cómo fue tu acercamiento a la Asociación de Comerciantes de Monte Castro?
Hace cuarenta años, cuando empezaron a instalarse los supermercados, yo temí que fueran a destruir al pequeño comercio de barrio y eso me desesperó. Me acerqué a la Asociación de Comerciantes para luchar contra los supermercados. Cuando se estaba por instalar Coto en Segurola, organizamos un piquete en la calle para impedirlo. Con el tiempo me di cuenta que era imposible, que no íbamos a conseguir nada luchando contra ellos, que teníamos que aprender a convivir. Entonces buscamos generar beneficios para el pequeño comerciante, convencerlos que se sumen a la Asociación para ser más y juntos conseguir más cosas. Cuando yo asumí la presidencia de la Asociación, en el año 97, eran 65 socios, ahora somos 417.
¿Cómo se organiza la Asociación de Comerciantes?
Tenemos una sede propia, que compramos en el 2009 con mucha honestidad económica. Tenemos un gerente, que durante casi diez años fue Damián Di Pace (quién nos aportó muchísimo). Ahora lo tenemos a Rodolfo González, que empezó en el mes de febrero. También tenemos tres promotoras. Imaginate que cuatro personas trabajando es un alto costo, pero gracias a la participación de todos los comerciantes, industriales y profesionales que están asociados lo podemos sostener.
En la Comisión Directiva somos 23 personas, que trabajamos divididas en 11 secretarías. En cada secretaría hay uno o dos integrantes. Está la Secretaría de la Mujer, Secretaría de los Jóvenes, Secretaría Financiera, Secretaría Legal, Secretaría de la Comuna, de Espacio Público, de la Junta de Estudios Históricos, de Seguridad, de Higiene Urbana, Social… Nos reunimos una vez por mes y el que preside cada secretaría tiene que informar lo que hizo.
Yo creo que éste es mi último período en la presidencia, yo digo que siempre hay que saber retirarse a tiempo de las cosas y creo que es mi momento de delegar, no irme del todo, porque yo amo a la Asociación de Comerciantes, es mi vida, pero es el momento de correrme un poco, observar cómo se hacen las cosas y asesorar. Yo creo que hay grandes valores en la Comisión Directiva, gente joven que trabaja muy bien y confío en que podrán continuar con éxito. ♦