En el 2017 Alejandro Toledo era un ingeniero de cincuenta y pico de años que se había puesto a estudiar abogacía. Hacía más de treinta que trabajaba en telecomunicaciones y, a poco de recibirse de su segunda carrera, tenía que elegir un tema de investigación para su tesis. Buscaba alguno en el que pudiera aprovechar su conocimiento del rubro telecomunicaciones, y pensó en las antenas.
“Primero lo pensé como un negocio, me dije: ¨hay antenas por todos lados, incluso en colegios, en plazas, en hospitales, tenemos antenas que nos están enfermando y yo como abogado podría hacer algo en contra de las empresas, a favor de las comunidades¨”, cuenta Alejandro el puntapié de su investigación.
Sin embargo, cuando empezó a estudiar, los datos le mostraron otra realidad. “Me di cuenta que no se trataba de ¨antenas asesinas¨, que no era tan así como el común de la gente piensa.” El mayor factor de riesgo, dice Alejandro, lo llevamos con nosotros. “Debemos tomar conciencia que el celular no es un juguete, eso es a lo que realmente le tendríamos que tener más respeto y no tanto a las antenas.”
“Debemos tomar conciencia que el celular no es un juguete, eso es a lo que realmente le tendríamos que tener más respeto y no tanto a las antenas.”
Qué son las radiaciones
Conversando en un bar de Jonte y Segurola, a pocas cuadras de su casa, Alejandro se esfuerza en que su explicación sea comprensible. El tema es complejo pero él siente que es importante que todos lo entiendan.
Comienza hablando del sol: “El sol es una radiación, una de las tantas que tenemos dando vueltas de forma natural. La radiación no es mala per se, o sea, sin sol no habría vida. Pero puede provocar cáncer de piel si uno se expone durante períodos de tiempo muy prolongados.”
¿Qué es la radiación? Es una transmisión de energía a través del espacio. Esa energía viaja en forma de onda, y su efecto varía según la cantidad de ondas por segundo. A la cantidad de ondas por segundo se la denomina frecuencia. Entonces, tenemos gamas de radiaciones según su frecuencia.
Dice Alejandro: “la onda sonora es de baja frecuencia, si aumentamos a frecuencias más altas llegamos a la luz; y si seguimos a señales de mayor frecuencia, llegamos a los rayos X. Bueno, ahí ya es otra historia. Los rayos X son radiaciones ionizantes. Las del celular son no-ionizantes: son frecuencias que no llegan a las de los rayos X.”
– ¿Qué son radiaciones ionizantes y no-ionizantes?
– Cuando vos atacás un cuerpo con una señal, si es una radiación no-ionizante, el cuerpo a lo sumo se calienta, pero sigue siendo el mismo. Eso hace el microondas. Si vos lo atacás con una señal ionizante, cambia la materia. ¿Cómo sucede? Por ejemplo, esta taza –dice el ingeniero y sostiene en su mano el pocillo de café–, está compuesta por átomos que están formados por núcleos y electrones. Si yo le doy tanta energía que alguno de los electrones se sale del átomo, esta taza deja de ser taza, pasa a ser otra materia. O sea, está ionizada.
– ¿Por qué decís que tenemos que ser respetuosos con el uso del celular, si sus radiaciones son no-ionizantes?
– Las radiaciones no ionizantes las tenés que ver desde dos puntos de vista. El efecto a largo plazo y el efecto a corto plazo. Las normas las establece la OMS por el efecto a corto plazo, midiendo el aumento de la temperatura que provoca una radiación. La norma desaprueba las radiaciones que provoquen un aumento de temperatura mayor a un grado. Eso es en el corto plazo.
Si vamos al largo plazo ahí está la controversia, ¿por qué? Viste la metáfora de la gota que cae sobre la roca. Uno dice: “es una gota, no le va a hacer nada”. Pero llega un momento en que esa gotita durante muchos años un día provoca que la roca estalle.
Estudiar el efecto a largo plazo es la asignatura pendiente que tiene el ICNIRP (Comisión Internacional de Protección Contra la Radiación No Ionizante), que es el Instituto dependiente de la OMS que realiza las pruebas y fija estas normas.
«Yo comprobé que si el celular está a una distancia de menos de tres centímetros del cuerpo, en condiciones de máxima potencia puede elevar la temperatura corporal en más de un grado.»
El celular, lejos del cuerpo
– ¿Qué fue lo que vos descubriste en tu investigación?
– Yo tomé mediciones y comprobé que si el celular está a una distancia de menos de tres centímetros, en condiciones de máxima potencia puede elevar la temperatura del cuerpo en más de un grado. Y los celulares emiten señal a su máxima potencia cuando se encienden y cuando están lejos de una antena.
«Si estoy en un ascensor o en el medio del campo o en el subte entre estaciones, eleva la potencia para poder conectarse con la antena más cercana.
Aunque vos no lo estés usando, “este bicho” se está comunicando, está recibiendo y está lanzando señales. Por eso digo que hay que usarlo con respeto: hablar con manos libres, no guardarlo cerca del corazón, mucho menos cerca de los genitales.
Hace poco vi en una pileta a un nene muy chico, casi bebé, que estaba chupeteando un celular, yo digo ¡estamos locos! Pienso: ¿Le digo algo a la mamá o no le digo nada? Si le digo voy a parecer un loquito, mejor miro para otro lado, pero a veces no quisiera mirar para otro lado.»
Cuando Alejandro publicó su tesis, un medio español quiso difundirla. En la empresa donde trabajaba le exigieron que no hable con ningún medio, que ellos debían evaluar el contenido previo a su difusión. “Lo único que yo quería era transmitir a la gente que use el celular de forma responsable”, dice en su defensa.
– Volviendo a las antenas, ¿por qué decís que no representan un riesgo?
– Yo medí las señales de radio de antenas en Caba y en Córdoba. Las medí al pie de radio bases y separándome unos metros y no encontré un exceso del nivel máximo de exposición permitida. Mi tesis es que cuantas más antenas de menor potencia haya es mejor para la salud. ¿Por qué? Una determinada antena que se comunica con un grupo de celulares, su potencia va cayendo de forma exponencial con la distancia. Entonces llega un momento en que dejás de tener servicio de esa antena (porque la potencia es muy chiquita) y en una ciudad normal empezás a engancharte con la próxima antena. Si yo tengo solo una antena para todo un barrio, la gente que esté cerca de la antena sus celulares van a transmitir con baja potencia, pero la gente que esté lejos de la antena los celulares van a aumentar su potencia para encontrar la antena.
«Mi tesis es que cuantas más antenas de menor potencia haya es mejor para la salud.»
– ¿Cómo podemos saber que las antenas que nos rodean están dentro del rango de potencia permitido?
– Tanto el GCBA como la ENACOM (el ente que regula a las empresas) lo controlan. ¿Viste unas camionetitas circulando que tienen un montón de antenas en el techo? Esas antenas, mientras la camioneta va recorriendo, levantan todas las señales que hay cuadra por cuadra. Y en función de eso ven si hay que corregir algo. O sea, no estamos a la gracia de Dios. Y si sospechás que una antena te está afectando, podés llamar al ENACOM y solicitar una medición de radiaciones no ionizantes (RNI). Vienen, miden y si los niveles de radiaciones superan los umbrales permitidos, se corrige. Hay una página web del Gobierno de la Ciudad que muestra sobre el mapa el nivel de RNI que reciben distintas áreas de la ciudad.
Hace un año Alejandro se fue de la empresa en la que trabajaba con un retiro voluntario. Ahora aprovecha su recién conquistada libertad de expresión para difundir lo que sabe. Por ejemplo, el debate alrededor del 5 G y el 6 G: «La gente quiere más datos, que la comunicación sea más rápida, y eso ¿como se logra? extendiéndose a frecuencias cada vez más altas. Con el 5G y el 6G estamos en un terreno, no te digo cercano a los rayos X, pero ya no son las frecuencias que veníamos manejando.» ♦
Alejandro Toledo
Email: toledo.abogacia@gmail.com