«¿Vos sabés dónde estás sentado?” le pregunta una vecina al arquitecto Francisco Hesayne en la reunión para la puesta en valor del anfiteatro. “Ahí había una fuente de aguas danzantes, pero como era un receptáculo de basura se decidió quitarla y reemplazarla por esto.” Francisco es uno de los encargados de las obras en los espacios verdes de la Comuna 10 y el responsable de llevar adelante la remodelación del anfiteatro de la plaza Udine –más conocida como Banderín–.
El arquitecto escucha las menciones sobre los antecedentes del lugar con atención. “Me gusta conocer lo que hubo antes porque siempre quedan huellas en el espacio”, les dice a los vecinos y entre algunos de los presentes reconstruyen la historia: en el 2002 se inauguró el anfiteatro y lo llamaron Rodolfo Piotti en honor a un vecino destacado. El Centro Cultural Baldomero Fernández Moreno se ocupaba de administrar su uso.
Las gradas se llenaban con cada obra, en cada show. Aún persisten los camarines y un baño, construidos bajo la pérgola que separa el antiteatro de la plaza por detrás del escenario. “En ese espacio funcionaban también algunos de los talleres del Centro Cultural, como el de vitraux y el de talla en madera”, recuerda un vecino, y otra agrega: “Claro, porque antes tenía una abertura que daba al parque y por ahí entrábamos. Después la clausuraron y quedó un lugar totalmente oscuro y sin ventilación”.
Así como recuerdan una época de gloria también tienen presente los vecinos el punto de inflexión que propició el deterioro del anfiteatro, en una obra del 2014: “Después de la última reforma quedó todo bloqueado, todo cerrado. La municipalidad sacó la baranda de protección que había detrás de la grada más alta, pusieron rejas en las entradas, le cambiaron la cerámica al baño de abajo y le instalaron un inodoro nuevo que larga los desechos a una cloaca que no existe, en esos términos y de esa manera se hizo la última remodelación.”
Una obra por y para los vecinos
María Casco conoció el anfiteatro cuando asumió la dirección del Centro Cultural BFM y los profesores le contaron el protagonismo que ese espacio abierto había tenido años anteriores. Ella cruzó la plaza para verlo y comprobó su estado de abandono a la vez que su potencial.
Cuando la pandemia obligó a trasladar las actividades al aire libre pidió autorización a la Dirección de Cultura y los talleres del Baldomero se mudaron al anfiteatro. Esa experiencia la decidió a reclamar la puesta en valor: “Pedí en la Comuna que hagamos una reunión, les insistí, puse carteles, hablé con vecinos, juntamos firmas”, cuenta María el movimiento que desde su lado dio pie a la convocatoria actual.
Simultáneamente el Colectivo Banderín, un grupo de artistas circenses que durante la pandemia adoptó al anfiteatro y terminaron echando raíces en la plaza, lanzó una iniciativa similar: contactaron a la Comuna con la propuesta de hacer murales sobre las gradas, de organizarse junto a otros artistas del barrio para pintarlo entre todos.
Recogiendo el guante de uno y otro pedido la Junta Comunal 10 votó la puesta en valor del anfiteatro con participación vecinal. “La idea es hacer un proyecto que incluya la mirada de todos los que utilizan hoy la plaza, que nos permita vivir el anfiteatro de manera segura, alegre, sacarlo un poco de la oscuridad y llenarlo otra vez de vida. Esa es la premisa”, dice Mauro Pedone, presidente de la Comuna, la tarde del martes 1 de noviembre en la reunión con los vecinos.
El anuncio es recibido con expectativa y también con recelo: “Nosotros lo que tememos es que pase por acá la administración municipal y lo deje peor, como ya pasó una vez”, advierte uno de los presentes. Y desde la comuna responden, insisten, subrayan, que la intención es que el proyecto surja por consenso: “la idea es que este proyecto sea de ustedes, que ustedes hagan las propuestas y yo ser como una especie de intérprete”, se compromete el arquitecto.
No es tan fácil el consenso
Todas las voces se expresan a favor de que el espacio esté disponible para cualquier grupo cultural que quiera hacer uso de él. Pero, ¿qué anfiteatro imagina cada uno?
Hay quien dice: “Tiene que estar abierto, la gente tiene que poder venir a tomarse un mate acá en las gradas. No tiene que ser una cosa cerrada”. Y otro le contesta: “los anfiteatros son así, cerrados”. No necesariamente, dice el Arq. Hesayne, y expone los dos diseños de anfiteatros clásicos: uno griego, en el que se construían unos pocos escalones aprovechando la pendiente de una colina y los espectadores accedían desde arriba, y otro romano, cuya civilización ya había conocido el hormigón y entonces construían anfiteatros cerrados, como el de la plaza Banderín.
Entre los vecinos de Floresta interesados en esta puesta en valor hay quienes imaginan el tipo griego: “Yo la idea que tengo es demoler esa espalda horrible que tiene, dejaría hasta el cuarto escalón como mucho, atrás haría un talud cubierto con césped para integrarlo con la plaza”, propone Miguel Angrisano, vecino arquitecto e integrante de la Asamblea de Floresta. Miguel fue uno de los autores del diseño que la Asamblea barrial propuso a la Comuna para la puesta en valor de la plaza del Corralón.
“¿Dijiste quitar gradas?” Otros vecinos se inquietan ante esa posibilidad: “Cuando más gente entre para mí mejor. Desde el momento que escuché reducirlo, achicarlo, no le veo sentido, así como está construido para mí está bárbaro. Sí mejorarle la seguridad, la iluminación, la pintura, pero no achicarlo.”
“Bajar la pared del anfiteatro eso no lo negocio porque lo que más valoro es el mural”, sostiene otro vecino refiriéndose a las imágenes de Maradona y de “Los pibes de Floresta”, que pueden verse desde afuera del anfiteatro, pintadas sobre el exterior del muro.
¿Cómo logramos un espacio seguro? ¿Qué hacemos con los accesos? ¿Y si agregamos un segundo escenario sobre la pérgola? ¿Qué usos podemos propiciar en el anfiteatro fuera de los momentos en que hay una puesta en escena artística? Todas estas preguntas planteó el arquitecto a los vecinos reunidos en el anfiteatro.
Hay tiempo para pensar las respuestas: la Comuna volverá a convocar a otra reunión durante noviembre. Mientras tanto los interesados en la puesta en valor del anfiteatro se están reuniendo cada miércoles a las 19 horas, en la plaza, para consensuar una propuesta unificada.
“La idea es poder llegar a fin de año con un proyecto armado”, avisa Mauro Pedone y pone fecha para la obra: “el 2023 puede ser el año de la remodelación”, promete.♦
Para más información escribir a: culturavecinalbanderin@gmail.com
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