Suenan los tambores

En el mes del candombe, la comparsa de la plaza Banderín participó de la fiesta que reúne a todos los tambores de Buenos Aires en San Telmo. Se llaman La Caracol y cada sábado llevan su percusión a la plaza de Floresta.

Junto al cordón de la vereda desarmaron el cajón de frutas y amontonaron las maderitas para encender el fuego. Algunos llegaron a las cuatro puntual y ya acercan al calor sus tambores. El parche de cuero se calienta y se templa.

Mientras, en la plaza sus hijes juegan a la mancha: corren dos a esconderse en la pérgola, piedra libre a otra atrás de un árbol. Los grandes les dicen “La Caracol Junior” a la banda de nenes y nenas que crecen al ritmo del candombe, como parte de la gran familia que se reúne a tocar cada sábado en la plaza Banderín.

Avanza un poco la tarde y ya son más de una decena de tambores. La música está por comenzar. CHA CHA CHA – CHA CHA, convoca un tambor de los llamados “repiques” y todos los demás se suman a tocar.

“Puede haber veinte tambores pero como mínimo para hacer candombe tiene que haber tres: un chico, un piano y un repique”, explica Florencia. Tres tamaños, tres sonidos distintos, tres maneras de tocar: “El chico es el más angosto, suena más agudo y es el que lleva el patrón rítmico; el piano es el más gordo y más grave, es el que hace la base; y el repique es el que va improvisando, jugueteando un poco.”

“Se arma un diálogo entre los tambores”, dice Julieta, “el repique conversa con el piano, conversan también entre ellos dos repiques, dos pianos, mientras los chicos van haciendo quizás algo más repetitivo”.

La familia de La Caracol en la plaza Banderín, de Floresta.

Florencia y Julieta están en La Caracol desde que la comparsa comenzó a juntarse, en el 2016. Venían de otro grupo, “La revuelta candombe cimarrón”, que se reunía en Parque Chacabuco. La revuelta se disolvió y nació en Floresta esta nueva comparsa con integrantes de aquella. Primero se reunían en El Corralón y cuando aquel espacio cerró se mudaron a la plaza Banderín.

“Una vez que el candombe te agarra es difícil salir”, dice Flor. A unos cuantos les debe pasar como a ella porque en casi todas las plazas grandes de Buenos Aires los fines de semana suenan tambores. Se los escucha a lo lejos, se los ve en ronda y tocando, o caminando y tocando. “El candombe no para”, dice Julieta.

Desde Montevideo hasta Floresta

Los esclavos negros del Río de la Plata fueron quienes inventaron el candombe, fusionando músicas, religiones y danzas de distintas tribus de África traídas a Sudamérica en la época colonial. Hoy es reconocido por la Unesco como patrimonio cultural de la humanidad pero nació como una forma de resistencia.

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En Montevideo, alrededor del candombe se congregaban las familias negras que vivían en los conventillos. Hombres y mujeres, tocadores y bailarines, mezclando raíces musicales y religiosas crearon la comparsa. Y la fuerza de su sonido irradió hasta Buenos Aires.

“En los desfiles, adelante de los tambores va un cuerpo de danza. Y adelante de todo van la “mamá vieja”, el “gramillero” y el “escobero”, describe Julieta una tradición que hasta el día de hoy se respeta. “La mamá vieja es una señora con una vestimenta particular que representa el ama de llaves de las casas. El gramillero es como un médico o un curandero, carga hierbas medicinales y va como barriendo, como abriendo el camino simbólicamente. También el escobero va haciendo piruetas con una escoba. Después están los trofeos: la luna y la estrella. Son grandes estandartes hechos de papel y una persona los lleva en alto.

Cuenta Florencia que antes las mujeres solo participaban en el cuerpo de baile y en los últimos años se les empezó a dar lugar como tocadoras. “Pero siempre somos minoría en el candombe, salvo en La Caracol, en esta comparsa somos mayoría”, dice.

La llamada madre

El 3 de diciembre se celebró el “día del candombe”, proclamado en recuerdo de un importante conventillo de Montevideo donde se reunía la familia candombera, que fue demolido ese día de 1978, por orden del gobierno dictatorial. Y cada diciembre, en San Telmo, el principal barrio candombero de Buenos Aires, se reúnen las comparsas de esta ciudad en una gran fiesta, la “llamada madre”.

“Llamada” en el nombre de un toque determinado que hace un tambor para dar inicio a la música, luego del cual todos los tambores se suman a tocar. “Llamadas” también le dicen a los eventos en los que se reúnen distintas comparsas y desfilan juntos.

“Cada mes hay alguna llamada, nosotros habremos participado en cuatro este año”, cuenta Julieta. pero en la de diciembre, la llamada madre, en esa participan todos.

La Caracol en la «Llamada Madre» 2024.

A las cinco de la tarde, sobre el asfalto de Juan de Garay, comenzó el desfile. «Influencia Negra, Lonjas de San Telmo, Tambores de Mawi, Onda Verde, La Chilinga… fueron algunas de las veintiun comparsas que junto a La Caracol cumplieron el ritual. Cada cual con sus colores en el maquillaje y en el vestuario, cada grupo tras su bandera, bailando, caminando, tocando. CHA CHA CHA – CHA CHA. La llamada avanzó por la avenida con los tambores marcando el ritmo hasta su punto de llegada en el parque Lezama.

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Sábados en la Banderín

La familia de La Caracol son hoy unas treinta personas. “Les tocadores en sí seremos diecisiete, y después se suman otres, parejas, hijes, amigues, que también hacen al grupo”, dice Julieta. Entre ellos, hay quienes son músicos y músicas que llegaron al candombe después de tocar la guitarra, la batería, el bandoneón, y hay quienes solo se conectan con la música los sábados tocando candombe.

¿Por qué «La Caracol»? Dicen que lo eligieron por la forma circular del cuerpo del animal: “porque el candombe circula, porque se comparte, porque la idea siempre fue de encuentro, para nosotres, para adentro”.

¿Qué les gusta de la plaza Banderín? “Tiene unos atardeceres increíbles”, dice Julieta. Y que en tantos años de estar ahí cada sábado ya se conocen con todo el barrio. “Nos conoce el policía y nos conoce el comunero”, dice Flor. “A veces armamos movidas: mate cocido y torta frita para el día del niñe, pintamos un mural”, dice Julieta, y su compañera agrega: “También con la murga Mala Yunta, con la Asamblea de la plaza, con la feria artesanal, hemos compartido festivales culturales que estuvieron muy buenos”.

El grupo siempre está abierto para las vecinas y los vecinos que quieran sumarse. “Pueden venir cualquier sábado. Ensayamos a las cuatro de la tarde, quiźas un poco más tarde en verano, un poco más temprano en invierno”, invitan. Incluso en enero, aunque con merma de integrantes por las vacaciones, quien quiera acercarse allí les encontrarán. No hay más que aguzar el oído y el sonido de los tambores les indicará el camino. ♦


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Plaza Banderín todos los sábados desde las 16 hs.
Instagram: @la_caracol_candombe

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