“Yo me dediqué siempre al colegio, pero cuando empezó la pandemia, nos encontramos de repente en el edificio vacío, sin chicos. Y veíamos que había gente durmiendo en la calle, mientras nosotros nos teníamos que quedar adentro. Había cuatro muchachos que siempre estaban en la puerta del colegio, entonces nos acercamos y los hicimos pasar. Se empezaron a quedar en el espacio donde ahora funciona el desayunador.” Quien habla es el Padre Beto, cura del Colegio Episcopal, quien un día de agosto llamó por teléfono a Pablo Cepeda, voluntario de la Red Solidaria Copello, para proponerle reunir a las iglesias y colegios católicos de la zona y llevar adelante juntos un desayunador.
“Prácticamente todas las instituciones religiosas del barrio tienen un grupo de voluntarios que asiste a la gente en situación de calle. En la Red Solidaria Copello nos ocupamos cada invierno de hacer las recorridas del frío, salimos a asistir a la gente con ropa y comida”, cuenta Pablo, un ingeniero industrial de treinta y cinco años, que participa hace ocho de esa Red.
Comenta Pablo que fueron los mismos vecinos que viven en la calle quienes tejieron el vínculo entre las distintas instituciones. “Llegábamos hasta una persona y nos contaba que ya les habían pasado a repartir comida, nos decían ¨pasó la gente de San Juan Bautista¨, ¨pasó la gente de Inmaculada¨. En todo este intercambio permanente tuvimos una cuestión puntual con una persona que estaba en tratamiento para recuperarse de su adicción y necesitábamos un médico que pudiera recetar un ansiolítico. Eran los meses en que nadie salía. Nos contaron que había un cura en el colegio Episcopal que estaba ayudando a un grupito de personas. Yo no lo conocía, conseguí su teléfono a través de la iglesia y me contacté con él, juntos conseguimos el médico, la receta y el medicamento. Pasó un mes y el Padre Beto me volvió a llamar, me dijo de juntarnos para contarme una idea que tenía, de algo que podíamos hacer para ayudar a esta gente.”
En la mesa del desayunador Negrito Manuel
“Caminaba por Fernández de Enciso y encontré el desayunador de casualidad. Lo ví enseguida, porque antes sacaban la mesa a la vereda, ponían el pan, las facturas, los vasos y preparaban el mate cocido para todos”, recuerda Carlos, un hombre de 47 años a quien los demás comensales del desayuno mandan al frente para que hable con esta periodista. “Contestále vos, que parecés locutor”, le dicen. Y es cierto, Carlos responde con voz grave y clara, con frases bien formuladas y predisposición para el diálogo. “Por mi situación de desempleo voy a comedores comunitarios, voy a los que encuentre, en este barrio y en otros.” Carlos tuvo un trabajo formal que perdió en el 2014. Trabajaba como operario en la pyme que producía el alfajor Chocoarroz, hasta que la fábrica fue vendida a la multinacional Gallo y despidieron a todo el personal. “En el 2019 estaba haciendo changas. Trabajaba de ayudante de jardinero, ayudante de fumigador, ayudante de pintor, hacía encuestas, degustaciones, cataciones, pero vino la pandemia y cambió todo.”
Ahora el desayuno lo sirven del lado de adentro del muro de ese gran patio que da a Fernández de Enciso y San Nicolás, en una esquina del edificio que pertenece al Colegio Episcopal. En la ochava hay un gran portón de madera verde y a un lado un galpón precario donde se resguardan en caso de lluvia. El padre Beto espera conseguir un subsidio de Nación o Ciudad para construir allí un comedor techado. La figura del Negrito Manuel está presente durante el desayuno. Parado dentro de una caja de madera y vidrio, allí reposa mientras la gente desayuna y conversa. Minutos antes, mientras el agua se calentaba en la cocina, le rezaron un Padre Nuestro. “Siempre le rezamos al negrito a la mañana. Él fue un negro esclavo que en 1630 descubrió a la Virgen de Luján, hizo una capilla para ella y se dedicó a cuidarla. También daba de comer a la gente, curaba a muchos enfermos y sostuvo ese lugar por más de cincuenta años. Es un ejemplo de servicio y por eso elegimos su nombre para el desayunador”, explica el sacerdote.
Desayuno y dignidad
La mesa servida puede verla cualquiera que cruza esa esquina ancha. El portón permanece abierto, el patio es grande y agradable y a quien anda por ahí tan temprano puede que le den ganas de entrar. “A veces pasan policías, enfermeros, gente que tiene trabajos humildes, algunos preguntan y quieren pagar, les explicamos que es un desayuno que se regala. Entran, conversan y a veces de ese mismo intercambio entre ellos surgen posibilidades. ¨Che mirá, en la obra donde estoy trabajando están buscando gente¨ y por ahí consiguen una changa o un trabajo”, Pablo relata una escena que pinta el clima que se vive en ese rincón de Devoto las tres mañanas de la semana en que el desayunador funciona.
“Se generó un ambiente muy lindo porque es un ambiente de contención”, afirma el voluntario, y enfatiza sobre aquello que no se ve a simple vista pero que es el quid de la cuestión: “el desayuno es importante y no lo vamos a dejar de hacer nunca, pero lo más importante es generarle a la gente un espacio de dignidad.”
La idea original fue mutando en función de las necesidades que los mismos habitués les planteaban. Al desayuno sumaron dos duchas con agua caliente (una para hombres y una para mujeres), un lavarropas, un secarropas y una soga para tender lo que lavan. También hay un ropero con prendas acopiadas de donaciones, que entregan siguiendo el sistema que propone Cáritas: vuelcan en una planilla los nombres de las personas que las recibieron, anotan cómo está compuesto su grupo familiar y qué ropa se le entregó. Así se aseguran que el reparto sea equitativo.
También una trabajadora social se sumó al equipo del desayunador. Además de brindarles contención psicológica, ella los ayuda a hacer los trámites para acceder a los subsidios del Estado y los acompaña en su reinserción laboral, les acerca cursos de capacitación y los guía para que hagan su CV.
El Colegio Episcopal, el San José, la Red Solidaria Copello, las parroquias Inmaculada Concepción, San Antonio de Padua, San Juan Bautista, San Luis Gonzaga y Soledad de María componen la red que sostiene al desayunador. Los voluntarios actualmente son unas veinticinco personas provenientes de estas instituciones, a quienes se suman también varios comerciantes del barrio y vecinos que acercan donaciones. Siempre convocan a quien quiera sumarse, ya que la logística que conllevan los tres espacios (desayunador, duchas y ropero) requiere de unas cuantas manos bien dispuestas. ♦
DESAYUNADOR “Negrito Manuel”
Fernandez de Enciso 4521, Villa Devoto, CABA.
LUNES: Ducha mujer, desayunador
JUEVES: Ropero, desayunador
VIERNES: Ducha hombres, desayunador
VIERNES (cada 2 semanas): Asistente social
Horario de 8 a 9 (ducha hasta las 10 y asistente social hasta las 12)
Pedido de donaciones: ropa (especialmente abrigo y frazadas ahora que viene el invierno), ropa interior, calzado, elementos de higiene personal y frutas para el desayuno.
Hola. Quiero colaborar con alimentos y ropa en buen estado. El horario en que puedo acercarme? Trabajo asi que tendría que ser por la tarde o en fin de semana
Es posible?
Hola María Alejandra, hago llegar tu mensaje a los voluntarios del desayunador para que se contacten con vos. Saludos!