Stella Maris fue bancaria durante 42 años, Graciela era docente de economía en colegios secundarios, Hugo trabajaba en sistemas, Inés y Cristina son psicólogas y Armando es abogado. Todos ellos son voluntarios de Lumen Cor, una asociación civil que asiste a vecinos en situación de vulnerabilidad social facilitándoles el camino para salir adelante.
“Nosotros tratamos de acompañar como si fuéramos un andamio: si vos no llegas, pones un andamio, te subís y ahí llegas a pintar el techo”, con esta metáfora grafican cómo ellos interpretan la ayuda que brindan a otras personas.
Lumen Cor fue fundada por Jorge Vega en el 2014 y hoy tiene tres sedes: la que nuclea a este grupo de voluntarios está en la Parroquia “Nuestra Señora Del Consuelo”, de Paternal. Las otras dos están en Recoleta y Constitución.
Puestos a conversar con Vínculos Vecinales, recuerdan cada historia con nombre y apellido, con idas y vueltas, lo que lograron y lo que no.
Por ejemplo, una mujer de 55 años, casi ciega, que vive sola y su único ingreso es una pensión por discapacidad. Primero Stella Maris la acompañó durante una operación de la vista. Meses después pasó que se le había bloqueado la tarjeta de Ciudadanía Porteña (un programa del Gobierno de la Ciudad que entrega alrededor de 60.000 $ mensuales para comprar alimentos, artículos de tocador y de limpieza) y Stella no paró hasta solucionarlo. Intentaron comunicarse con el teléfono de la tarjeta: “Llamaba ella, llamaba yo, y nos decía ¨número de tarjeta no válida¨, después tratamos de hablar con Ciudadanía Porteña pero no contestaban. ¿Entonces qué hice? Me tomé el colectivo y me fui a Salguero al 900, donde funciona el Programa. Ahí al decir “Fundación” enseguida te atienden. El coordinador del programa, un chico joven, me dijo que la tarjeta estaba bloqueada y había que hacer una nueva. Entonces le gestioné una nueva y en diciembre la acompañé a buscarla, porque como ella es casi ciega no puede ir sola. Había que retirarla en Pompeya en un correo privado. Nos tomamos el 44 y después otro colectivo hasta la calle Ágaces, caminamos dos cuadras, la retiramos y después la acompañé a su casa. Cuando pudo usar la tarjeta estaba tan contenta que a la tarde me llamó y me dijo ¨sabe que compré tal cosa y compré tal otra y cuándo va a venir a comer a casa¨ y a mí me dio una alegría total, como a todos los que estamos acá”.
Hugo recuerda a otra mujer que sufría violencia de género y que “gracias a Inés la pudimos convencer que vaya a hacer la denuncia, porque primero no quería”. Con Hugo se sentía en confianza y accedió a que la acompañe hasta la Comisaría de la Mujer, en la calle Lavalle. “En la puerta un gendarme me dijo que el equipo la iba a atender sola, que vuelva en una hora y media. Salí, di una vuelta, volví en una hora y media y todavía la seguían atendiendo dos psicólogas. De ahí la acompañaron al lado, que hay un juzgado, y detectaron que el agresor había estado preso en el sur varios años justamente por violencia familiar. Le preguntaron si quería hacer una denuncia y ella lo único que aceptó fue que le pongan una perimetral y el botón antipánico. Después la acompañé a retirar el botón. El problema es que ella dependía de él para que pagara las expensas, entonces ahora está desesperada porque la plata no le alcanza.
En Lumen Cor también tienen una bolsa de trabajo, aunque reconocen que “la situación está bastante compleja en cuanto a la oferta laboral” y no deja de provocarles frustración cuando no aparece “la posibilidad de un trabajo concreto”. Como contrapeso, Graciela recuerda una “muy linda devolución de una de las señoras” que le dijo: “que me hayas escuchado para mí ya valió un montón”. Ella es la que se ocupa de ayudarlos a armar los currículums “y hacer un mapeo de los recorridos laborales”. Intenta reconocer cuáles son sus habilidades, sus saberes, más allá de que no cuenten con un título formal. “Hay casos de personas que en otro momento han tenido una buena vida laboral, pero cuando vos te caíste del sistema pensás que no vales nada. Entonces buscamos fortalecer esos vínculos, aunque después por ahí se haga difícil conseguirles un trabajo”.
Aunque escasas, las ofertas de empleo a veces aparecen y para esos casos cuentan con una base de datos que Hugo informatizó. “Suponete que vienen y nos piden alguien para cuidado de adultos. Yo busco ¨cuidado¨ y me trae a todas las personas que tienen esa experiencia.”
Otra historia que recuerda Inés es la de una mujer de 36 años, con un hijo de 13 y una hija de 10, que estaba atravesando un cáncer terminal. “El capellán del Hospital Roffo habló con el Padre de esta parroquia y él nos dijo que fuéramos a visitarla. La acompañamos tres meses hasta que falleció. Era una familia con escasos recursos económicos. El marido, un muchachito, era adicto. Se dedicaba a cuidarla a ella y no trabajaba. La única entrada que tenían era la AUH”. El lado positivo, dice Cristina, es que contaban con una red de contención en la escuela y entre los vecinos. Y ella, que “hasta el último día ayudaba a la hija a hacer los deberes”, les había confiado una preocupación: su hermano en alguna oportunidad había intentado abusar de su hija. “Nosotros nos enteramos que el papá llevaba a los chicos a la casa de la mamá de ella, que es donde vive el abusador, entonces fuimos a hablar a la escuela para ver cómo estaba la nena y que estuvieran atentos. Fuimos dos veces, en la escuela hicieron un acta y todo. Lo dejamos en las manos de ellos, más no podemos hacer.” Al papá quisieron ayudarlo a conseguir trabajo pero “él no quiere ayuda, no quiere venir ni a buscar ropa”, dice Stella Maris.
Graciela reconoce los claroscuros del trabajo en el que están embarcados: “La gente hace lo que puede y a veces nos defraudan”. “Hay gente que se nota que vos le das una mano y cambia de calidad de vida y otra gente que no arranca. Cuando vos le das apoyo se nota cómo hay gente que busca, progresa, agarra un trabajo, otro, va mejorando. Y otros que no pueden”, dice Cristina.
Uno de los que les dio alegría fue un hombre como de cuarenta años, que “era muy particular, una persona con un aspecto delicado que se estaba por quedar en la calle”, recuerda Inés. “Fue durante la pandemia –dice Stella–, él vino a buscar alimentos a la iglesia y nos contó que había estado en pareja con una señora grande que alquilaba el departamento donde vivían. La mujer se murió, él se quedó ahí pero no podía hacer frente al alquiler y lo estaban por desalojar. Una compañera dijo ¨si este hombre se queda un día en la calle se muere, vamos a conseguirle el hogar de Cáritas¨. Ella tenía un contacto y lo consiguió rapidísimo, le tomaron la entrevista y la verdad que era un muchacho amoroso. Bueno, ese hombre cambió mucho. Estaba pelado, ahora está con pelo. Hizo cursos, ahora hace masajes y sigue viviendo en el hogar.”
Fundación Lumen Cor
Dirección: Avda. Donato Álvarez 2050
Horario: martes de 18 a 20 horas
Teléfono: 11 6504-9349