«Hacete un truquito». La vida de un mago callejero

Diego Segura soñaba con ser futbolista profesional hasta el día en que vio a un payaso ganándose la vida en un parque. Hoy es artista callejero. Pero también periodista y maestro de primaria. Un camino elegido con el ojo atento a la pregunta fundamental: ¿cuáles son las verdaderas necesidades humanas?

— Es hermoso este oficio y las cosas que me hizo vivir —dice Diego, el mago.
¿Qué cosas?
— Me abrió puertas que no me hubiera abierto ningún otro oficio. Incluso uno más noble, como ser médico. Alguien que dice “soy médico” no le van a pedir “¿me operás a corazón abierto?”. Yo digo “soy mago” y me dicen “a ver, hacete un truquito.” Y yo agarro esta servilleta, la tomo por acá, hago así y apareció allá… y esa misma cara de sorpresa que ponés vos la puso otro y me dijo “¿se lo podés mostrar a mis sobrinos?” “Vení, quedate en casa, que sobra una cama.” A mí me han pasado cosas insospechadas gracias a la maravillosa profesión que tengo.

Cuando Diego te cuenta su vida los hilos de sus múltiples caminos se mezclan, se separan, se vuelven a mezclar y hasta el final de la charla aparecen cosas nuevas tan interesantes como las primeras contadas.

Diego Segura en su obra unipersonal «El Inmigrante».

Diego es maestro de séptimo en la escuela judía Hilel, de la calle Helguera. Ahora enseña Lengua y Sociales. Años atrás fue profe de Matemática en la escuela católica Sagrada Familia, de la calle Artigas. Y en una época dio clases en institutos de menores, en el San Martín y en el Darrigos, ahí fue maestro de grado, dio teatro y un taller de periodismo, porque también es periodista. Y como periodista ahora está produciendo un libro sobre el club General Lamadrid, de Devoto, porque Diego integra la comisión de cultura del Lama. Éste y otros clubes del barrio fueron parte fundamental de su vida, porque también fue futbolista.

Del fútbol al circo

De chico, Diego vivía frente a Argentinos Juniors, en una época en la que la cancha estaba abandonada. “Cuando volvíamos de la escuela, levantábamos el alambrado con mis amigos y nos pasábamos toda la tarde jugando en el club”, recuerda. Ese juego no fue solo de potrero, porque un día en el club Mitre lo vio patear la pelota Ramón Maddoni, “un emblema de los técnicos de inferiores” y le preguntó si quería ir a jugar a Argentinos. Claro que quería, soñaba con ser futbolista profesional.

Cuando tenía 12 años con el Bicho Diego viajó a Italia y de adolescente llegó a jugar en la cuarta de Vélez. Hasta que un día conoció a un payaso en Plaza Francia.

Chacovachi había ganado popularidad en la década del 90 haciendo su show circense en las barrancas del parque de Recoleta. Diego tenía 15 años cuando lo vio por primera vez, pero no fue tanto su espectáculo lo que lo sedujo, sino la libertad con la que imaginaba vivía ese hombre. “Eso es lo que quiero hacer”, se dijo. “Estudié un poco de magia, un poquito de acrobacia, armé mi primer unipersonal y en el 2003, con 22 años, salí a recorrer el mundo. Viajé durante un año por Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Panamá. Cuando volví dije ¨¡Chau, se puede hacer esto toda la vida!¨ Y empecé a estudiar más en serio.”

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Eran años en los que el arte callejero vivía un resurgir en Argentina, un poco como consecuencia de la efervescencia social posterior a la crisis del 2001, pero también por un motivo económico derivado de la devaluación del peso: “Los artistas que eran más grandes que yo se iban a Europa, laburaban cuatro o cinco meses, volvían y se compraban un departamento. Chaco se tomaba un avión por un fin de semana, laburaba a la gorra en Holanda sábado y domingo, volvía y salía hecho”.

En ese contexto particular Diego trabajaba en las plazas de Buenos Aires, llevaba globos que convertía en animales. Entre tanto, se recibió de periodista deportivo y de maestro de primaria, pero vivía exclusivamente del arte: “Cuando me recibí de periodista me ofrecieron una pasantía en Olé. Me acuerdo que el sueldo era de 800 pesos, lo mismo que yo ganaba en cuatro fines de semana en Parque Centenario haciendo globos. Así que decidí quedarme trabajando en el parque.”

Con la experiencia y el estudio Diego se fue profesionalizando como mago. Construyó una identidad con un estilo de magia poco habitual. “Vos fijate que en la calle vas a ver malabaristas, vas a ver payasos, pero ¿cuántos magos callejeros conocés? Primero porque es una disciplina cara, o sea que la mayoría de los magos son de clase media para arriba. Segundo porque el ámbito de trabajo en general son las fiestas, por eso los shows de magia son casi todos iguales, son magos de cumpleaños. Y tercero porque la magia tiene ángulos, tiene un uso de la luz y la sombra, cuestiones técnicas que escapan un poco a la calle. En mi caso, siempre preferí elegir cosas que me funcionen para la calle o incluso sacrificar y que se vean algunos trucos. Si bien lo que yo hago tiene que estar bien ejecutado y se lo tienen que creer, más importante es lo que yo quiero decir: la magia tiene que estar en función de lo que yo estoy contando y no yo en función del truco.

Juglares juglares

Durante un Congreso Argentino de Ilusionismo, en el año 2012, Diego conoció a Alejandro del Castillo. Se tenían de vista porque los dos habían estudiado con el mismo profesor, pero en ese evento se dio que Alejandro ganó el primer premio en “magia de cerca” y Diego lo ganó en “magia argumental”. Eso los habilitó a viajar a Chile y competir en el Congreso Latinoamericano. Nuevamente los dos ganaron el primer premio, en sendos rubros. Así nació una amistad y de la amistad un dúo llamado “Juglares juglares”.

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Diego Segura y Alejandro del Castillo en su dúo «Juglares juglares».

Su show incluye canciones que ellos mismos componen, en cuyas letras traslucen ese estilo de vida que los identifica. “Hablamos de la libertad, el amor, el desamor, en definitiva los temas clásicos de la historia del teatro pero adaptados a nuestro lenguaje”, dice Diego, y cuenta que el espectáculo no sólo atrae a las infancias, también va a verlos gente adulta y adolescentes.

Hace poco estrenaron un documental por YouTube: «Juglares, la película», que registra un viaje al Impenetrable, en el Chaco. Los artistas recorrieron parajes y pueblos de la provincia norteña. Hicieron su función de magia, música y humor en escuelas y parques, frente a chicos que nunca habían visto algo así. “Chicos que hablan tres idiomas -dice Diego- hablan su lengua natal que es quom, un dialecto dentro del quom y castellano; chicos que saben matar una gallina para comérsela. Fue una experiencia que me hizo pensar mucho en la escuela también: qué necesitan los pibes y qué les brinda la escuela; cuáles son las verdaderas necesidades que tenemos como humanos.”

¿Cómo convive en vos tu triple identidad de futbolista, docente y artista?
— Yo creo que la cultura, el deporte y la educación son tres pilares fundamentales, por lo menos para mí, para despertarme todos los días. Siempre algunas de las tres cosas tengo ganas de hacer. Cuando estoy escribiendo una obra me nutre la vida de la educación y la vida del club. Y al revés, cuando estoy en el club, cuando trabajo con pibes como técnico, ser maestro me da una ventaja tremenda sobre otro que no lo es. Y además, en todos los laburos que tengo la paso bien.

Próximamente, el dúo Juglares Juglares se presentará en Parque Avellaneda, en el Centro Cultural Adán Buenosayres y en el Centro Cultural Resurgimiento, de Villa del Parque. También en Resu, durante las vacaciones de invierno Diego presentó su ya clásico unipersonal “El Inmigrante”. Un tercer espectáculo llamado “No lo soñé” (que reúne a los Juglares juglares con el dúo de magos Creer o Reventar), se presentará en el Adán Buenosayres durante el ciclo “Octubre Teatral”. Las fechas y toda la información sobre los diversos espectáculos en los que participa Diego pueden encontrarla en su cuenta de instagram.


Diego Segura
Instagram:
@diegosegura81
@juglares.juglares

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