Memoria y escritura, historias y lecturas, películas y conversaciones, encuentros y risas. Todo eso comparte este grupo de mujeres mayores en el club Imperio Juniors, cuando se juntan cada jueves a la tarde, con la guía de la profe Diana Fabricant.
“Yo no sabía que tenía esa creatividad.” “La mente te trabaja de otra manera.” “A mí lo que más me gusta es el grupo humano. La profe va a la cabeza pero todas nosotras estamos en sintonía.” “Yo personalmente espero con mucha ansia las clases. Nos complementamos y estamos todas muy unidas, nos reímos de lo que antes no nos reíamos.” Con estas frases describen las participantes del taller literario su experiencia.
—¿Cuál es la propuesta?
— Diana Fabricant: A mí me gusta trabajar con el pasado de ellas, con sus recuerdos. Y vamos matizando con otras cosas que sirven de disparadores para la escritura: a veces es una película, a veces un cuento, a veces una música. La consigna puede ser utilizar determinadas palabras, por ejemplo ahora tienen que escribir a partir de ciertos verbos.
Escribir sobre la propia vida
Diana se recibió de profesora de lengua y literatura cuando estaba por jubilarse de su trabajo de preceptora en el colegio Nicolás Avellaneda, de Palermo. “Con los pibes uno aprende muchísimo. Es que todo ser humano tiene riquezas, independientemente de la edad que transite”, dice Diana recordando esos años. Pero después de tanto tiempo rodeada de jóvenes, una vez que se jubiló ella quiso explorar la riqueza de las personas mayores. Su motivación surgió durante el profesorado, cuando fue a un centro de jubilados a hacer una práctica y vio cómo las personas iban sacando a la luz, en forma de relatos, sus historias de vida.
— La semana pasada Miriam trajo un texto hermoso. Contalo vos —le dice Diana a su alumna. Y Miriam lo cuenta:
— Escribí sobre mi abuela Adela, que fue una mujer rusa que vino a Argentina engañada y no quiso nunca aprender el español. La habían sacado de Rusia para salvarla de la guerra y la casaron con un hombre que ella no conocía que resultó ser un pusilánime. Con él parió ocho hijos. Pero cuando llegaron las mellizas se desequilibró mentalmente. Ella vivía con nosotros. Estábamos a una cuadra de la vía y ella sabía la hora en que pasaba el tren. Se calzaba su mantilla blanca, caminaba hasta la vía y cuando el tren pasaba lo saludaba. Mi mamá me decía “anda a buscar a la Mome” (la llamábamos “Mome”). Yo tendría ocho o nueve años, iba a buscarla y la veía saludando.
Las historias se van hilvanando en la charla con Vínculos Vecinales, tal como ellas dicen que les sucede en las clases. Negrita cuenta que antes de casarse trabajaba en una fábrica de camisas:
— Empecé pegando etiquetas pero por mi curiosidad hasta manejé la máquina de cortar y la de hacer ojales, aprendí todos los oficios del rubro. Trabajaba en la calle Independencia y vivía por Parque Patricios. El trole pasaba por la puerta de mi casa, así que yo tomaba mate con mi mamá en el zaguán hasta que el trole llegaba y el chofer me paraba en la puerta. Me dejaba en la esquina de la fábrica. Cuando me casé me vine a vivir acá, al pasaje El Método, y dejé de trabajar. Pero durante años le insistía a mi marido para que abriéramos un negocio de camisas.
En cambio Marta sí trabajó toda su vida en el barrio. Desde que se casó, en el año 71, tuvo un supermercado con su marido sobre la avenida Jonte:
— Marta: Ahora voy por las tardes, pero el negocio ya no es para mí. Acompaño a mis hijos, hago lo que puedo. Mi nieta es socia de este club, entonces mi hija se conectó con la señora Diana, y con mucho gusto empecé a venir al taller el año pasado.
— ¿Y qué es lo que te gusta de este taller?
— Marta: Me gusta todo, la gente, la profesora. Aprendí mucho con el grupo. Más allá de tener experiencias vividas, aprendí cada jueves otra cosa… en las tareas, en cada vivencia de las compañeras. Llego a mi casa con un pensamiento distinto, le transmito a mis hijos lo contenta que estoy. Empecé a vivir cosas nuevas con esta gente, y bueno, vengo con alegría.
Pasear y escribir
Aunque la calidad literaria no sea un objetivo del taller, dice Diana que “en todas hay un progreso, van encontrando su voz, su estilo”. Y por si hiciera falta, aclara que no es necesario reconocerse escritor, escritora, para animarse a jugar con las palabras: “La verdad es que la literatura nos atraviesa a todos en todo momento de la vida, aunque no nos demos cuenta. Todos tenemos experiencias y todos tenemos la posibilidad de escribirlas o contarlas”.
Para la temporada de primavera que se viene, el grupo está planeando sumar, a los encuentros de escritura, salidas por la ciudad. Ya fueron hasta el bar notable El Colonial, en San Telmo, a escuchar a la historiadora y vecina Ana Franceschini. Ahora tienen ganas de ir al cementerio de Recoleta, o a tomar un cafecito en el bar del Club Alemán, que está en el piso 21 y tiene vista al centro porteño y al Río de la Plata. Salidas recreativas para compartir un paseo juntas y también, quizás, allí surjan nuevas historias para futuras escrituras. ♦
Taller Literario en Imperio Juniors
Dirección: César Díaz 3047
Contacto Profe Diana Fabricant:
11 6583-4192