«Todos llorábamos. Adentro de la Legislatura llorábamos las rectoras de los 29 Institutos. Después hasta lloraban los diputados y sus asesores, porque todos sabíamos la injusticia que se estaba cometiendo” -me cuenta Estela en la dirección del IES Juan B. Justo, pasados pocos días de la aprobación de la ley. Allí fui a charlar con ella para conocer de primera mano el contexto, lo que quedó en el fuera de campo de esa foto compartida una y otra vez en las redes sociales.
La sesión había empezado a las diez de la mañana y terminó pasadas las cuatro de la tarde. Durante todo ese tiempo la Legislatura estuvo vallada y rodeada de cientos de policías. Y tan cerca como la dejaban, la comunidad educativa de los profesorados, acompañaba. Docentes y alumnos esperaban. Cantaban, se abrazaban y finalmente, lloraban. “En cuanto conocieron el resultado de la votación la gente que estaba afuera de la Legislatura decidió retirarse, porque temían por su integridad. Tenían miedo que comenzara una represión. Fue doloroso que las imágenes en la televisión fueran las de un forcejeo con la policía, ese fue un hecho menor que no representaba lo que de verdad estaba pasando: miles y miles de personas llorando como nunca antes se había visto.”
Por qué el llanto
En resumidas palabras, la historia fue así. Hacia fines del 2017 el Gobierno de la Ciudad anuncia la presentación de un proyecto de Ley para crear una Universidad de formación docente, que reemplazaría a los 29 profesorados públicos que desde hace 140 años vienen ocupándose de dicha formación. Ninguna de las personas que se verán afectadas por este cambio fueron consultadas, a nadie se hizo participe de la redacción del proyecto. Tampoco fueron advertidos: se enteraron de un día para el otro, a través de los medios.
Soledad Acuña, la Ministra de Educación porteña, argumentó que el título universitario ayudará a que más jóvenes se entusiasmen con la carrera docente, al otorgar más prestigio que el título de un terciario. “No nos dan argumentos pedagógicos concretos acerca de qué mejoraría, no hay ningún documento que diga qué es lo que piensan hacer con los planes de estudio. Hablaron de achicar la carrera, hablaron de quitarle teoría, ¿entonces cómo es? ¿una carrera universitaria sin teoría?” -se pregunta Estela Fernández.
Ante el reclamo de la comunidad educativa, la Ministra los invitó a participar del debate en la Legislatura, les dijo que ese sería el lugar de discusión. “Allí fuimos todos los martes y jueves a la Comisión de Educación cada vez que había sesión. A lo largo del 2018 llevamos especialistas para que expongan, expusimos las rectoras, expusieron estudiantes, expusieron docentes, todos argumentamos acerca de por qué la Unicaba no implicaría una mejora en la formación docente.”
Cabe destacar que no hay una sola persona reconocida del mundo de la educación que haya dado aval con su firma al proyecto Unicaba. Incluso el sector privado, de los 44 Institutos de Formación Docente privados que hay en CABA más de treinta firmaron un comunicado en el que expresan públicamente su desacuerdo. “Nunca salió una ley con un rechazo tan unánime”, dice Estela.
Ante tanta presión
El proyecto votado el jueves 22 de noviembre planteó una modificación con respecto al proyecto original. El diputado oficialista Guillermo Suárez dijo sin tapujos que el primer proyecto pretendía borrar a los Institutos de un plumazo, en cambio el segundo propone la coexistencia de los Institutos y la Unicaba. “¡Nunca antes nos habían dicho que la intención era borrarnos de un plumazo! Agradecimos al diputado Suárez su sinceridad” -dice Estela. “Nosotros sostenemos que este último proyecto es todavía más mentiroso que el anterior. Si antes nos querían borrar de un plumazo, ahora la muerte va a ser lenta. En un contexto de achique de presupuesto, ¿van a mantener a una Universidad además de los 29 Profesorados? Si el título del egresado universitario va a valer más que el del egresado de un profesorado, a la larga vamos a terminar desapareciendo. Seguramente el proceso va a ser lento y de esa manera se oculta el proceso. ¿Por qué si la primera intención era borrarnos de un plumazo ahora no lo sería? ¡No nos mientan! Acá se usa la palabra Universidad, que en principio es algo bueno -quién podría decir que una universidad es mala- para esconder intereses verdaderamente funestos que atentan contra la formación docente.”
¿A quién beneficia la Unicaba?
Si tanto los Institutos de gestión pública como los de gestión privada están en contra, si no hay un sólo académico que dé su aval al proyecto y si desde el Ministerio de Educación nadie aclara la respuesta, la pregunta queda flotando.
¿Será el lobby inmobiliario el que presiona? (si los Institutos cerraran varios edificios públicos valiosos quedarían disponibles. De hecho ya hay dos de ellos -el del Profesorado de Educación Física Romero Brest y el de la Escuela de Cerámica- que fueron anoticiados recientemente que serán trasladados). ¿Será una manera de reducir el presupuesto destinado a Educación? ¿Será puro marketing aprovechando el brillo de la palabra Universidad? Ojalá no fuera nada de esto, ojalá hubiera elementos en la realidad que nos permitieran confiar que es verdadera la voluntad del gobierno de mejorar la educación en Argentina. ♦