Bibliotecaria con y sin paredes

Sobre la calle Artigas, en Villa del Parque, hay una casa que tiene una biblioteca de la puerta para afuera. Adentro vive una mujer que trabaja en otra biblioteca en el barrio Ramón Carrillo. En ésta y en aquella los libros habilitan el encuentro y, con paredes o sin ellas, la literatura es como una revancha.

El corazón de esta historia son los libros, pero podría haber sido otra cosa. No cualquier otra, solo una con el mismo poder de unir y de impulsar.

El 16 de marzo de 1991, la televisión transmitió un hecho inédito en Buenos Aires: la implosión planificada de un complejo de edificios a medio construir, conocido como Albergue Warnes, donde vivían precariamente 2500 personas. Para reubicar a esas familias el gobierno de entonces construyó un barrio nuevo, el Ramón Carrillo, en Villa Soldati. Unos años después en el barrio se fundó una Biblioteca Popular llamada “Por caminos de libros”.

El universo de María, por ese entonces, se circunscribía no mucho más allá de Villa del Parque y Paternal. Ahí estaba su casa de toda la vida, la familia y los amigos del barrio, el club Costa Rica y el Villa Sahores. Lo más lejos que viajaba era hasta el Normal 7, en Almagro, donde estudiaba para ser maestra.

Ella sabía que algunos profesores y estudiantes del Normal iban al barrio Carrillo como voluntarios a hacer actividades recreativas. Entre ellos estaba su hermana, que era la presidenta del Centro de Estudiantes, y siempre le contaba de la biblioteca y le insistía “¡tenés que venir!”.

“Un poco para que me lo dejara de decir un día la acompañé y nunca más me fui”, cuenta hoy María, y dice que ese día “se abrió el mundo, se amplió el universo”. Durante mucho tiempo fue voluntaria del taller de juegoteca y de apoyo escolar. También armó un taller de danza, poniendo a disposición lo que en ese momento podía ofrecer.

María es consciente de cómo las políticas públicas muchas veces abren caminos, transforman vidas, y menciona un programa oficial que existía a principios de los 2000 para explicar cómo influenció en la suya: “La CONABIP [Comisión Nacional de Bibliotecas Populares] ofrecía becas con la intención de profesionalizar los voluntariados. Te pagaban un dinero a cambio de trabajar veinte horas semanales en una biblioteca y que estudiaras Bibliotecología. Yo quería ser maestra, pero con tal de quedarme en Carrillo, dije ¨¿qué hay que hacer, estudiar Bibliotecología? ¡Vamos!¨.”

Hoy hace 27 años que María va todos los días a Carrillo. La biblio, dice, “está en un barrio que, si uno no lo conoce, es poco probable que se imagine que ahí hay una biblioteca donde todo el tiempo hay gente, que de lunes a sábado está siempre habitada, que es pequeña pero poderosa.”

Que la literatura tenga un lugar importante en el cotidiano de esa comunidad fue una construcción que llevó tiempo: “Al principio la biblioteca estaba asociada casi exclusivamente al apoyo escolar. ¨Enséñenle a leer, tiene que pasar de grado¨, era recibir esa demanda y era un problemón. Suena bien esto de trabajar atendiendo la demanda, pero también veíamos que si lo único que hacíamos era la tarea de la escuela no íbamos a avanzar nunca. Había que atravesar la urgencia para atender lo importante”.

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Cuenta María que ante esa encrucijada tomaron la decisión de poner por delante la literatura: “en la biblio disminuyó un montón la sección de libros escolares y creció la de ficción. Al principio no lo teníamos tan claro, era algo intuitivo, pero ahora yo lo pienso en términos de derecho. Derecho a otras prácticas de lectura que no tengan que ver con lo utilitario de leer para hacer la tarea.”

Esas prácticas en Carillo muchas veces toman la forma de “lecturas compartidas”. María lo explica con una idea de la escritora colombiana Yolanda Reyes, que define como un “triángulo amoroso” al vínculo que se crea entre el libro, quien lee y quien escucha: “A veces no importa tanto el libro sino que mientras eso dure yo a vos te tengo acá. Y lo que Yolanda plantea para la primerísima infancia funciona durante toda la vida. Queremos estar con otras personas y compartir una lectura motiva que nos acerquemos, que nos encontremos”.

­El poder de los libros, el poder de la vereda

Corría el año 2018. A María en ese momento la embargaba un sentimiento de “desolación, preocupación, tristeza” por los valores que ganaban terreno en el sentido común. La desconfianza, la sospecha sobre los otros, el descrédito de cualquier perspectiva comunitaria. Desde la puerta de su casa sobre la calle Artigas veía pasar a diario, cada vez más, carros arrastrados por gente que rebuscaba en el contenedor de basura algo que tuviera algún provecho.

Envuelta en ese ánimo, un día volvía a Villa del Parque en el auto acompañada por la escritora y vecina Cecilia Bajour, que le contó sobre algunas experiencias de bibliotecas al paso. María se iluminó. Ella, que conocía el poder de la literatura para unir e impulsar, decidió que iba a hacer una biblioteca en la vereda de su casa: “Alcanzó con comentarlo con dos o tres familias de la escuela de mis hijos y enseguida se prendieron. Yo me imaginaba que nada más íbamos a poner unos estantes colgados en la pared, pero como parte del grupo son artistas superaron mi propia idea, cada uno trajo su saber y nos fuimos potenciando”.

Una mañana de poesía, cuentos y música en la vereda de la Biblioteca al Paso Artigas.

¿Cuánto de biblioteca tiene una biblioteca al paso?

Lo básico de una biblioteca es que haya libros disponibles para la circulación. Después, están las condiciones de participación (que en algunas son mínimas, como presentar el DNI, en otras son más restrictivas, como ser estudiante de una institución) y está también el control de la circulación (que el libro que te llevas lo tenés que devolver). En la biblioteca al paso estas dos cosas estallan: es una puesta de libros en el espacio público sin condiciones de participación y sin control. Nosotros reflexionamos mucho sobre eso y finalmente nos posicionamos diciendo “bueno, no control pero sí cuidado”, si veo que dejan cosas que no le va a servir a nadie, como una guía de teléfono, las saco. Es decir, permitir que pase lo que esta propuesta está habilitando, que la gente deje y se lleve libros, pero sin abandonarla.

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Además, María destaca la otra función que hoy tiene cualquier biblioteca: “ser un espacio de encuentro entre personas en torno a los libros. En ese sentido, que sea un lugar delimitado por paredes es tan válido como que sea una vereda. Y ésta era una intención original del proyecto: recuperar la vereda como un espacio donde juntarnos.”

Quien camina por Artigas y llega a la biblioteca se da cuenta que ahí pasan cosas que tienen que ver con los libros, pero no solo: contra el muro, figuras hechas en mosaicos de colores cubren los estantes y a la vez invitan a hurgar su contenido; un alero protege a ese rincón de la lluvia; otra figura dibujada sobre la pared con pintura de pizarrón permite escribir con tiza sobre su superficie cuando hay en agenda alguna invitación; un banco de madera, un árbol y su sombra. Y una vereda ancha con espacio para sacar sillas y hacer una ronda.

“Cada vez que hacemos una juntada en Artigas -dice María- hay alguien que lee, hay música y siempre hay algo de creación artística con pintura u objetos.” La última de estas juntadas fue en junio, en ocasión de una gran cosecha de limones del árbol que María tiene en su fondo. La invitación en el pizarrón decía: “Compartir lo que se tiene. Limones, canciones, lecturas. Conversaciones, mates, vereda, juegos, arte. ¿Qué más?”

Ramón Carrillo – Villa del Parque – Ramón Carrillo

Una vez, hace algunos años, entre la gente con carros que pasa por Artigas, María reconoció a unos chicos de Carrillo. “Venían con un caballo tobiano al que le decían la Vaquita”, recuerda.

¿Qué sentiste cuando los viste?

— Sorpresa… “¡Eh! ¡Profe!”, me saludaban. Asombro también por la distancia que habían recorrido. Una pena y una alegría asociadas. Pena de decir che, es de noche, estos chicos tendrían que estar tomando la sopa, metiendo las cosas en su mochila para el otro día y están juntando cosas que le sobran a otros y recién se van a volver a su casa mucho más tarde. Y alegría porque al otro día lo más probable es que nos encontráramos en una biblioteca y eso es como una revancha, algo que pone otra cosa en la balanza de ese territorio de vida.


Biblioteca al Paso Artigas
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Youtube: Biblioteca Al Paso Artigas

1 comentario en “Bibliotecaria con y sin paredes

  1. Es tan poco frecuente ver alguien leyendo un libro en un colectivo o en una plaza, q cuando me cruzo con alguien con un libro , saludo y felicito. Ya soy persona mayor, mí vieja, como premio a cualquier logro, nos regalaba libros. Ahora me los regalo yo.

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