Jimena Morales y Silvana Coronel entraron juntas a trabajar en Laboratorios Craveri hace diez años. Silvana tenía 19 y era su primer trabajo en blanco: había dejado un currículum en la planta que el laboratorio tenía en Ituzaingó, la llamaron y luego de una semana de prueba, la contrataron. Jimena tenía 34 y ya venía con experiencia en el rubro. Diez años después, ambas se desempeñan en el área de producción, a veces manejando la máquina que arma los blisters de pastillas y a veces operando la que pone los blisters en las cajitas de cartón.
En la era de internet hablar de telegrama parece de la prehistoria. Sin embargo la llegada del cartero con ese papel sigue siendo el punto de inflexión, el elemento crucial, en las historias de despidos. El 29 de marzo de este año Jimena estaba en su casa, con parte de enferma, cuando le llegó el telegrama que le anunciaba su desvinculación de Laboratorios Craveri. “Me sorprendió, porque soy una persona dedicada al trabajo. Pensé en las tantas oportunidades que me quedé a hacer horas extras… mi horario termina a las diez de la noche y muchas veces que tenían que sacar medicamentos de la planta de hormonales porque les llegaban encargos de terceros, me llamaban para pedirme que me quede y me he quedado hasta las dos y media de la mañana”, cuenta. Ese 29 de marzo el rumor corrió velozmente entre los doscientos empleados que tiene el Laboratorio. Jimena no fue la única que recibió la cachetada. “A mí no me había llegado el telegrama. Entonces me presenté a trabajar, quise entrar a fichar pero el de Seguridad no me dejó pasar. El telegrama me llegó cinco días después”, cuenta Silvana.
Inmediatamente se armó una asamblea entre lxs trabajadorxs despedidxs y sus compañerxs delegadxs, representados en el Sindicato de Sanidad. El conflicto llegó a la Secretaría de Trabajo, donde la empresa había presentado un PPC (Procedimiento Preventivo de Crisis) que no fue aceptado. “Acá adentro hay mucho trabajo. Craveri ganó dos licitaciones importantes con el Estado para entregar anticonceptivos, necesita personal para cumplir con esas licitaciones, no alcanza con la gente que está adentro. Si realmente estuviera en quiebra, hubiese presentado los libros contables en la Secretaría de Trabajo y nosotros no estaríamos acá, creo yo”, reflexiona Silvana. Y su compañera completa la pintura de la situación: “El dueño llega custodiado por la policía, ingresa insumos. Y como tiene trabajos atrasados, pone al personal de otro sector a hacer nuestras tareas, los sobrecarga de trabajo”.
A río revuelto
La pregunta que surge inevitablemente es: ¿qué motiva a un empresario cuyo negocio marcha viento en popa a despedir personal? Silvana cuenta que Juan Craveri les dijo como excusa que eran faltadoras, y agrega: “Cuando pasa al lado nuestro, a los que estamos en el acampe nos dice ´¡buen día, vagos!´ Es una indignación no poder ir y contestarle, decirle: ¡No soy vaga, te entregué diez años de mi vida!”. Jimena dice que en su momento le respondió invitándolo a ver la bitácora, el lugar donde los trabajadores anotan la producción que hacen cada día. “¿Por qué no va a las Bitácoras? le dije, porque él habla sin conocernos, nunca viene a la planta.”
Laboratorios Craveri fue fundado por el abuelo del actual propietario, hace más de cien años. Dice Jimena que las compañeras mayores, algunas ya jubiladas, cuentan que el padre y el abuelo de Juan sí recorrían la fábrica, tenían trato con la gente. “Eran más humanos, pienso yo que sería porque a ellos les costó levantar una empresa así”, concluye.
¿Cuál es el objetivo de los despidos, entonces? Lxs delegadxs aseguran que el fin no es otro que precarizar las condiciones de trabajo. Si se tiene en cuenta que todxs lxs despedidxs son empleadxs con más de diez años de antigüedad, suena probable que dada la situación de crisis generalizada y el aumento de la desocupación, la empresa quiera sacar ventaja contratando nuevo personal con salarios más bajos o exigir a lxs trabajadorxs que no fueron despedidos, que trabajen más por menos.
“Él tiene todo el derecho de echarnos -dice Jimena-, pero que nos pague lo que indica la ley.” Lxs cuarenta y siete despedidxs recibieron en sus cuentas-sueldo el dinero correspondiente al 50% de la indemnización. “En realidad es menos del cincuenta porque no está contemplado el último aumento que tuvimos -aclara Silvana, y suma: ellos ya nos venían pagando el sueldo en cuotas desde hace dos años. Había veces que terminábamos de cobrar el día 25”.
Desde el 3 de abril, día de la primer asamblea, trabajadorxs y delegadxs mantienen un acampe en la vereda de las plantas de Villa del Parque y de Caballito. En dos oportunidades lxs delegadxs fueron detenidxs por la Policía de la Ciudad y demorados en la comisaría. El argumento para la última detención fue “usurpación del espacio público”. Lxs delegadxs (que no pueden ser despedidxs) tienen prohibido el ingreso a fábrica. Cuentan que la gente que sigue trabajando lo hace en un clima de intimidación y miedo. La Secretaría de Trabajo dictó una conciliación obligatoria, pero la empresa no la acató.
¿Ustedes cómo se sienten?
Silvana: La cabeza camina mucho. Tratamos de estar unidos y hablar entre nosotros. Yo particularmente trato de ser fuerte.
¿Económicamente como se sostienen?
Silvana: Venimos sacando plata de lo que nos depositaron por la indemnización, sacamos lo que correspondería al sueldo de cada mes, no más que eso, porque nosotros hacemos como que seguimos trabajando.
¿Hay otro ingreso en sus casas?
Jimena: En la mía por ahora no. Yo tengo cuatro hijos, el mayor trabajaba en fletes pero justo la semana pasada se le rompió la camioneta. Entonces está buscando otro trabajo porque para arreglarla se necesita mucha plata. Mi marido hacía trabajos independientes, pero con la situación actual, estos dos últimos años no tiene trabajo. Y estoy tratando de solucionar un tema con la factura de la luz, que me vino seis mil pesos. Todo es una locura.
Lxs trabajadorxs despedidxs, firmes en su reclamo, reciben asiduamente en su carpa la visita de vecinxs, periodistas y otrxs trabajadorxs que se acercan a conocer su situación y brindarles su apoyo. Han realizado varios festivales musicales allí en la vereda de Teodoro Vilardebó, buscando visibilizar su situación y seguir resistiendo, confiando que la verdad está de su lado y más temprano que tarde podrán volver a la rutina laboral que tenían antes del 29 de marzo. ♦
(*) Foto de portada: Jimena Morales y Silvana Coronel, dos de lxs cuarenta y siete despedidxs que reclaman por su trabajo en Laboratorios Craveri.