La imagen muestra la espuma envolviendo el pelo de la mujer bajo la ducha. Ella masajea su cabeza y se la ve feliz. Ni la voz en off, ni la mujer que actúa en la publicidad, ni el texto sobreimpreso en la imagen dicen nada sobre la materia prima que contienen el shampoo y su envase, ni en qué medida fue afectado el medio ambiente en el proceso de fabricación, ni si esa espuma al irse por la cañería contaminará el agua, ni qué pasará con ese envase plástico al descartarlo.
Pero, aunque la publicidad no lo diga, por suerte cada vez es más la gente que se hace estas preguntas y se preocupa por el daño que nuestra manera de consumir provoca. Entre esa gente están Sabrina Togarelo y Mariana Kameniecki. Una en Floresta y la otra en Villa General Mitre, dedican parte de su trabajo a la fabricación de cosmética natural.
“Estos desodorantes dejan que la piel transpire, no son antitranspirantes, lo que evitan es que la transpiración tenga olor”, le dice Sabrina a una mujer que se detuvo frente a su puesto en la feria del Reencuentro, que ese sábado se armó en la Plaza Vélez Sarsfield. Y sigue su explicación: “La transpiración es necesaria para regular la temperatura del cuerpo y eliminar toxinas, y no tiene olor. Lo que tiene olor son las bacterias que se desarrollan en las axilas. Entonces lo que hace el desodorante natural es evitar la formación de bacterias. Transpirás pero no largás olor.”
Sabrina empezó a fabricar cosmética natural en el 2015 y siempre vendió en ferias. Cuenta que antes, solo se interesaban los artesanos de otros puestos por sus productos. “Hace unos años era de hippie comprar cosmética natural. Ahora hasta en las peluquerías se habla de shampoo sólido”, comenta. En su casa de Floresta ella tiene instalado como un laboratorio. “Tengo un cuarto al que no entra nadie, lleno de frasquitos de vidrio y mil cositas: aceites esenciales, tinturas madres, arcillas.”
Unas manos toman un jabón del puesto de Mariana en la Feria del Productor al Consumidor de la Facultad de Agronomía, lo acercan a la nariz para oler su perfume. “Eso pasaba siempre, la gente quiere oler el perfume, y mis productos no son muy perfumados”, dice Mariana y se explaya: “porque más perfume significa más aceite esencial, si vamos a usar cosas naturales. Un aceite esencial es algo que tiene propiedades de esa hierba muy concentradas, entonces no solo voy a estar poniéndole el perfume, también estoy poniéndole cantidad de un principio activo que no sé cómo te va a hacer a vos. Yo le explico todo esto a la gente y después el consumidor elige.”
Mariana es Técnica en Floricultura y en Producción Orgánica Vegetal. Formada en la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, se dedica hace años a dar cursos de multiplicación vegetal, de huerta, de reconocimiento de flora nativa.
“Como siempre me interesó el tema de flora medicinal, en un momento decidí tomar un curso de plantas para la salud. Me encantó aprender a hacer bálsamos, se los regalaba a mi familia, a mis amigos y cuando se les terminaba me decían ¨te compro el próximo¨, así empecé a producir, de a poquito”. En el fondo de su casa, a un par de cuadras de la cancha de Argentinos Juniors, cultiva muchas de las plantas que luego utiliza en sus aguas aromáticas, enjuagues bucales, shampooes o ungüentos.
Parte de una movida mayor
Las personas preocupadas por torcer el rumbo de nuestras sociedades hacia un destino sustentable, se van conociendo y reconociendo en los espacios en los que este conocimiento circula. Uno de esos espacios es la cátedra de Soberanía Alimentaria de la Facultad de Medicina de la UBA. “Todo el mundo de la huerta está ahí”, dice Sabrina. “En los talleres conocés a un montón de gente y empezás a incorporar otra visión de las plantas, la medicina, el alimento. Se te abren un montón de caminos. Y medio que por ahí se fue armando el mío”.
Al igual que Mariana, Sabrina estudió Producción Orgánica Vegetal en la Facultad de Agronomía, otro lugar de encuentro de personas preocupadas por la salud, en el amplio sentido de la palabra. “Desde siempre me interesó la parte medicinal de las plantas, de la cosmética la parte que más me gusta es para qué sirve cada planta, me gusta poder volver al origen, a cuando no necesitábamos el Colgate para lavarnos los dientes”.
Insumos y contradicciones
Perseguir el ideal de la sustentabilidad en una sociedad basada en las leyes del mercado no es tarea fácil. El proceso está lleno de contradicciones. Para plasmar una de ellas, viene bien hablar del tensioactivo, una sustancia presente en muchos vegetales, fundamental en la producción de todo aquello que se utiliza para desengrasar, ya que es la que genera espuma.
En el shampoo sólido hoy por hoy se utiliza un tensioactivo hecho a base de coco, que es importado. “No es que yo agarro un coco y hago un shampoo. Necesito que alguien me venda el tensoactivo ya preparado”, afirma Sabrina.
“Su costo aumenta al ritmo del dólar entonces el margen de ganancia se achica y tengo que estar subiendo los precios todo el tiempo”, explica Mariana y desgrana un conflicto ideológico: no me gusta que lo que yo hago solo sea accesible a quien tiene dinero. Cuando estudié en la Facultad en la clase de Economía Agraria el profesor nos decía: ¨ustedes tienen que producir para el ABC1, porque esto es un producto de élite¨. Nosotros nos peleábamos, porque la mayoría de los que estudiamos producción orgánica tenemos otra perspectiva.”
Y todavía hay más para decir del coco importado, como insumo de la cosmética natural. Así lo expresa Mariana: “Vos usás aceite de coco, lo metés en un montón de productos. Sustentable, hasta ahí. No sabés qué desforestaron para plantar ese coco, que además viene de Malasia, entonces no estás consumiendo de una red de productos locales que tengan el menor acarreo. O sea, si te vas a poner a hilar fino en algo sostenible, tenés que prestar atención también a la huella de carbono”.
Mariana trae a colación un libro que se llama La historia de las cosas. “Hubo un videíto basado en ese libro que circuló en las redes que habla de cómo está hecha cualquier cosa que tengamos. En la fabricación por ejemplo de una remera, ¿de dónde vino la fibra? ¿Hubo explotación, niños trabajando? ¿Cuántos litros de agua se contaminaron para hacer la tintura? ¿Y cuánto tiempo vas a usar la remera? ¿Y a dónde va a parar cuando la tirás? Si pensamos en todo eso y volvemos a la cosmética que hago en mi casa y te la vendo a vos, ya cortamos la cadena de ese sistema de producción y consumo que no está bueno. Usar un shampoo que es biodegradable y que tiene un envase de papel es un paso muy importante”. Pero falta, todavía falta.♦