De chico no le gustaba la escuela. Accedía, sin embargo, a ejercer el rol de alumno como para pasar de grado, compensando ese sacrificio con el disfrute que le proporcionaba estar con sus amigos. La sensibilidad de ese niño se fue macerando con acordes de rock. Su padre había sido compañero de Charly García en el colegio Dámaso Centeno y emanaba cariño cuando le contaba anécdotas. Sonaba mucho Charly en la casa del papá de Nahuel y también los Rollings Stones, también los Beatles. “La música me gusta más que cualquier otra cosa en el mundo”, dice hoy a los 39.
Creció rodeado de muchos medios hermanos. Uno de ellos, mayor que él, iba al Nacional Buenos Aires y le contaba unas historias bárbaras. Tan buenas que lo entusiasmó, y el chico que odiaba la primaria empezó a prepararse para ingresar al colegio con fama de ser el más exigente de la ciudad. Algo maravilloso sucedía en esa escuela y Nahuel lo cuenta así: “Hay una bajada de línea de que uno pertenece a una elite -yo no me la creo, es un trabajo diario no creérsela- pero lo bueno de ese discurso es el voto de confianza, que te digan desde los trece hasta los dieciocho ¨vos vas a poder hacer lo que quieras y lo vas a hacer bien¨.”
Lo que él quería hacer lo descubrió una noche en un fogón, mientras alguien tocaba la guitarra y todos cantaban. “Yo dije ¨quiero hacer eso, quiero tocar y que la gente cante alrededor mío¨. Entonces agarré una guitarra que había en mi casa y me puse a sacar temas que me gustaban”. La música de Nirvana, Soundgarden, Red Hot Chili Peppers, dice Nahuel que está asociada al dulce sufrimiento adolescente. También Los Redondos y Soda, que convivían adentro suyo en total armonía. Y Los Visitantes, banda argentina de los 90, y la mexicana Café Tacuba “influyeron mucho en la música que hice y hago”, detalla. Con todos esos sonidos en la cabeza, unió su guitarra a la batería de su compañero de banco Alejandro Bercovich. Juntos armaron una banda, tocaron, se divirtieron, crecieron y un día terminaron el colegio.
“A mí la música me encanta como fenómeno social, por el vínculo que genera con los otros”, ahonda Nahuel, y sigue hilvanando su sentir: “Después me di cuenta que otra de mis pasiones es la salud mental, saber que una palabra a tiempo y un oído a tiempo pueden hacer que una persona se sienta mucho mejor.” Música más salud mental se unían en una carrera que ofrece la facultad de psicología: musicoterapia. Allí fue Nahuel ya con veintitantos.
Incluir es la cuestión
Isadora Duncan repetía una frase: “si lo pudiera decir no lo bailaría”; Nahuel la toma para explicar qué es la musicoterapia: “Es utilizar la experiencia musical como modo de relación entre un paciente y un terapeuta para acceder a aspectos de ese sujeto que son inaccesibles a través de la palabra”, dice. El arte como puente para conectar.
La musicoterapia lo llevó al Moyano. “Eso fue durante mis últimos años de estudiante, participaba de un proyecto de rehabilitación psicosocial que se llevaba a cabo en un centro cultural que funciona en el hospital. Ahí se les propone a las mujeres internadas involucrarse en actividades culturales con la idea de ayudarlas a recuperar algo del lazo social, que es lo primero que corta la internación.”
También trabajaba en una escuela primaria como maestro integrador, una privada de Colegiales que desde los sesenta pregonaba los principios de la educación por el arte. “Mi rol como maestro integrador era ser un puente entre lo que la escuela no puede dar a un niño que es diferente y lo que el niño necesita para acercarse a ella”, explica. “Con el tiempo desarrollé una propuesta pedagógica más global y me dediqué a ser coordinador, trabajaba con otros maestros integradores, elaborando estrategias”.
Todos los intereses de Nahuel iban confluyendo en una palabra: incluir.
El mejor trabajo del mundo
Vivía en Barracas. Pedaleaba hasta Retiro, en la terminal se subía con su bici al tren y se bajaba en Colegiales. A un par de cuadras de la estación estaba La Escuelita, donde trabajó diez años, hasta que su amigo Alejandro le ofreció “el mejor trabajo del mundo”.
En el tiempo transcurrido desde que terminaron el colegio, su amigo se había convertido en uno de los periodistas de economía más destacados del país. “Como periodista económico Ale siempre buscó, por un lado, informar lo que a lo mejor el poder no quiere que se sepa, y por otro, explicarle al laburante cómo afectan las medidas económicas a su vida. Hacerle sentir a la persona que lo escucha que tiene derecho a saber, y que saber le da la posibilidad de elegir. Su forma de hacer periodismo también es muy inclusiva”, afirma Nahuel, trazando un paralelo entre el camino que eligió su amigo y el propio.”
Siempre habían soñado con hacer un programa de radio juntos. Nahuel venía conduciendo uno llamado “El Palermo de los simios”, en FM La Tribu, donde además explotaba su faceta de humorista, que reconoce como otra de sus pasiones. “Por un chiste soy capaz de arriesgar hasta el honor”, declara. La oportunidad de unirse en un proyecto común llegó en el 2017 en la 89.9, una FM que ese año irrumpió con mucha fuerza en el dial.
Un troll llamado @carlos3568 insulta al conductor lanzándole una ensalada de frases trilladas provenientes de fake news famosas; dos periodistas, Luis y Roberto, conducen un programa de radio llamado «Por la tangente», en el que siempre se les acaba el tiempo antes que hayan logrado informar nada; “Pongan música”, canciones de bandas olvidadas cuyas letras siempre aluden graciosamente a algún tema ríspido de la política nacional; Santiago Stafiero y Marcos da Pena, dos invitados habituales a quienes el conductor interroga para saber su parecer sobre alguna noticia del día. Todas estas son algunas de las creaciones de Nahuel Prado, el humorista de Pasaron Cosas, programa que conduce Alejandro Bercovich en Radio con Vos. Completan el staff frente al micrófono Noelia Barral Grigera y Alejandro Wall. El slogan de Pasaron Cosas define el espíritu del programa: “Noticias en serio para un país en joda”.
¿Cuál es el origen de esta propuesta que busca combinar información rigurosa y humor? Nació de la voluntad de contrarrestar el clima de indignación que muchos de los grandes medios fomentan. “Hay algo del enojo impostado que a Alejandro, como a tantos otros argentinos, lo agotó. Entonces en Pasaron Cosas la propuesta es reírnos de todo eso.” La risa como puente para conectar.
Una terraza en Villa General Mitre
Nahuel ahora pedalea desde Palermo hasta Villa General Mitre, cuando vuelve de la radio a su casa. Se mudó al barrio hace tres años, con su esposa y los hijos de ella. “Me gusta mucho caminar por acá, hay una tranquilidad que parece de provincia. Vivo en un PH, tengo una terraza muy hermosa, con mi espacio de sol. Me gustan, pero también padezco, los plátanos. Mi cuadra está asediada por ellos, cuando es la época de la pelusa, aparece hasta en mi habitación.”
¿Cuál es tu sueño?
El primero de todos, que la pandemia se termine y volver a besarnos, a tocarnos. Después, un sueño mayor, es que el mundo vaya hacia un lugar más justo. Eso me gustaría.
Entre la música y la risa, Nahuel trabajó en la musicalización de un documental llamado Bufones de la Risastencia, que se puede ver por estos días en el Teatro El Popular. Dirigido por el cineasta Patricio Escobar, indaga sobre la función social de los bufones, “que eran las únicas personas que en la edad media estaban autorizadas a burlarse del poder, y también da cuenta de los bufones que todavía hoy existen, personas que se dedican a la resistencia a través de la risa”, dice el humorista, y agrega: “que no deja de ser un poco lo que hacemos en Pasaron Cosas”. ♦