Falta un rato para que empiece el partido, los equipos aprovechan para calentar tirando pelotas al arco. Juan, jugador, se acerca a las gradas para tomar agua y se presenta a esta cronista. Viene del Centro de Discapacitados (CeDiMa) de La Matanza, habla de aprovechar la vida, luce feliz. En eso se descubre el flequillo de la frente y muestra una cicatriz: comenta que tuvo un accidente cerebrovascular. Pasados unos minutos desafía: “¿Vos te podés atar los cordones con una mano?”. La respuesta es que no (por supuesto que no). No dice nada, desata los de su botín izquierdo y los vuelve a ajustar ahí nomás con un moño más que decente y empleando solo la derecha. Una pequeña anécdota que retrata con bastante precisión por qué no es un eufemismo que no hablemos ya de discapacidad, sino de capacidades diferentes. Suspiro: “Jamás podría”. Responde: “Sí podés. Lo que pasa es que nunca lo practicaste”.
El episodio tuvo lugar el sábado 27 de abril en el club Villa Sahores, sede de la primera fecha del primer año de La Liga Metropolitana de Fútbol inclusivo. El proyecto fue armado por la Federación Argentina de Fútbol de Parálisis Cerebral (FAFPC) para personas que tienen esa enfermedad o algún tipo de capacidad mental diferente.
Siete equipos la integran en total, y durante los próximos siete meses se irán encontrando en diferentes sedes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para disputar encuentros de 30 minutos tras los que el próximo octubre sobrevendrá un campeón.
Un grupo de deportistas, médicos y kinesiólogos crearon la FAFPC en 2016. Luis Bongianino -árbitro de profesión que trabaja en la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) hace 40 años- es desde entonces su presidente. “Veníamos haciendo eventos una vez por mes y este año por primera vez y con el apoyo del Gobierno de la Ciudad decidimos armar una liga”, relata.
Los jueces son de la AFA, se llevan estadísticas detalladas de los partidos, hay viáticos para los jugadores que vienen de lejos y merienda para todos. No hay límites de edad y tampoco de género, de hecho los equipos son mixtos. Un torneo de fútbol como cualquier otro. El 9 del conjunto de Almirante Brown convierte cuatro goles y su hijo, de unos ocho años, saca pecho desde la tribuna y lo señala mientras participa a todos: “Ése es mi papá”.
“Mirá a este hombre”, advierte Bongianino apuntando a otro, uno de los arqueros que, aun con cierta dificultad para caminar, se cansó de sacar pelotas. “Esta noche se va a dormir cansado, pero feliz. Si quisiera ir a jugar a un club convencional no lo dejarían, tal vez por miedo a que se lastime. Pero acá, entre sus pares, puede jugar sin problema”.
El presidente de Sahores, Pablo Gerez, asegura sentir un orgullo enorme. “El año pasado nos conocimos con la gente de la FAFPC y generamos un vínculo buenísimo. Y cuando hace poco nos llamaron para preguntar si podíamos disponer de este espacio enseguida les dijimos que sí, los clubes de barrio están abiertos a este tipo de iniciativas”.
Sahores ganó dos años seguidos el torneo Fair Play en la liga CAFI, y en nuestro equipo estaban integrados dos chicos con capacidades diferentes. “Hoy vinieron nuestros profes de fútbol para ver el primer partido de la liga, y es posible que nos pongamos en marcha para ver si el año que viene podemos integrarla”, destacó invitando a las personas con capacidades mentales diferentes sin límites de edad, ni de género, a que se acerquen al club (Santo Tomé 2496) para consultar sobre esta auspiciosa posibilidad. ♦