Una pequeña introducción para nuevos lectores: Enrique Lifschitz fue el fundador y editor de Vínculos Vecinales por más de treinta años. Vivió toda su vida en Floresta y desde la adolescencia hasta el día de su muerte tuvo una participación social imparable.
«Los recuerdos de Enrique» surgen de una entrevista que le realicé en el 2008, como forma de atesorar su memoria para sus hijxs, sus nietxs, bisnietxs y los que vengan después. Pero al repasarla, encuentro en ella cantidad de anécdotas cuyo interés desborda a la familia por los temas que trata. Pensando que el barrio también podía nutrirse con ellas, comencé a publicarlas.
Un semáforo para Avenida San Martín
Cuenta Enrique:
Yo organicé varios movimientos importantes en el barrio, que tuvieron mucha trascendencia. Uno de ellos fue en el año 66, cuando vivíamos cera de la Agronomía. Habían asfaltado la Avenida San Martín, convirtiéndola en una ruta, pero no pusieron semáforo ni nada, no se podía cruzar y cada dos por tres moría algún vecino atropellado por un auto. Un día fuimos a la Agronomía con mi mamá y tus hermanos (vos todavía no habías nacido). Jorge estaba en el cochecito. Cruzamos hasta la mitad de la avenida y ahí nos quedamos, parados en el medio, tardamos como veinte minutos en poder cruzar la otra mitad. Los coches nos pasaban por atrás y por adelante… Yo dije: acá hay que organizar algo.
Estaban los radicales en ese momento, era la época de Illía. Entonces a la semana siguiente, luego del domingo que pasó eso, yo salí a la calle con Jorge en el cochecito y adelante le puse un pizarrón con un cartel, como si hablara Jorge, que decía: “Vecinos: únanse para que los chicos podamos cruzar avenida San Martín”. Y enseguida se formó una Comisión.
Nos empezamos a reunir en casa. Un día mientras estábamos reunidos nos vinieron a traer la noticia de que al almacenero de la esquina, que era uno de los vecinos más antiguos del barrio, lo había matado un coche. Entonces ahí decidimos pasar a otro tipo de actividad. No sé si era un día o dos antes del sábado, decidimos organizar una cortada de la avenida para el sábado siguiente, y nos pusimos de acuerdo en hacerlo a la altura de Artigas.
Por otro lado hicimos volantes y los repartimos, invitando a los vecinos a participar del corte. Y desde nuestra casa se llamó a las radios. No me acuerdo si había algún canal de televisión en aquel tiempo… llamamos a los periodistas avisando que tal día a tal hora los vecinos íbamos a cortar la avenida por una hora. Juntamos varias sábanas, de manera que alcance de lado a lado de la calle, que atraviese toda la avenida, y en la sábana escribimos con rojo “Basta de muertes, queremos semáforo”.
Cuando llegó el momento, el día y la hora, cuando vimos que estaba el periodismo, estábamos nosotros y muy poquitos vecinos, nos desplazamos. Pasaron dos, cuatro, cinco minutos y empezaron a venir de todos lados, se juntó una manifestación bárbara, cualquier cantidad de gente, porque era un momento muy candente.
Estuvimos ahí cortando hasta que vino la policía y nos dijeron que los de la comisión vayamos a la Comisaría para conversar y buscar una solución. Le dijimos “La comisión somos todos”. Habíamos previsto que el corte durara una hora y los periodistas nos dijeron “mantengan el corte el tiempo que estipularon”. Desde la comisaría mandaron un policía con un taburete para dirigir el tráfico y organizar un poco mientras tanto.
A los dos días nos recibió el Intendente de la Ciudad, que era Francisco Rabanal, y nos prometió que se instalaría el semáforo y que mientras tanto iba a haber un policía dirigiendo el tránsito. ♦
(*) Las fotos que acompañan este relato las encontré en una antigua valija de cuero, entremezcladas con otras fotos antiguas y papeles. Nos resta saber el nombre del fotógrafo.