Una guía para aprender sobre la naturaleza rioplatense

Rocío González es guardaparque y guía temática de la Ciudad de Buenos Aires, especializada en flora y fauna silvestre. Da talleres en escuelas y organiza visitas guiadas a Costanera Sur.

La tarde en que el murciélago entró por la ventana, Rocío estaba jugando con la computadora. Tenía diez años y ningún temor a los bichos. Al contrario, le atraían, era pura curiosidad. Agarró al murciélago entre sus manos y lo metió en una bolsa de plástico, le hizo upa, volvió a sentarse frente a la compu con su nueva mascota en la falda y siguió jugando. Al rato, se dio cuenta de que la bolsa estaba vacía, buscó al murciélago y lo encontró escondido atrás de una maceta. La movió y el visitante empezó a volar enloquecido hasta que se escondió atrás del horno. “Nunca más apareció”, dice Rocío riéndose y aclara que ahora sabe que debería haberlo agarrado con guantes. Tiene un montón de anécdotas infantiles  así, que cuenta con humor.

Hay otra muy importante por lo reveladora que le resultó. Ella solía tirar papelitos desde el balcón. De cualquier hoja que encontraba en la casa cortaba un pedazo, la humedecía, la hacía una bolita y la dejaba caer del otro lado de la baranda. Un día soltó en el aire un trozo de papel sin humedecer y el viento lo arrastró, hasta que apareció una golondrina que lo cazó con el pico y se lo llevó a su nido, en el edificio de enfrente. “Eso me voló la cabeza. Me di cuenta que lo que yo hacía repercutía en quien tenía enfrente”, reconoce Rocío una sensación de los seis años que le dio pie a una ética: “el respeto por el otro. Otro: un árbol, una persona, vos misma.  Eso fue muy fuerte para mí, como un cambio de conciencia.”

Rocío González organiza talleres de educación ambiental y visitas guiadas a Costanera Sur.

La intervención humana y sus efectos

Hace ya varios años que Rocío organiza talleres en escuelas donde habla sobre la naturaleza silvestre. “La propuesta es conocer y reflexionar sobre nuestras acciones sobre estos seres y el ambiente en general”.

En una escuela de Flores le habían pedido que prepare una actividad por el día mundial del medio ambiente. Participaron como sesenta nenes y nenas de segundo grado y Rocío les propuso que dibujaran la ciudad; para eso a cada chico le dio un cuadrado de papel. “Lo habitual es que pongan calles, edificios y algunas personas. La gente no suele poner naturaleza cuando dibuja la ciudad”, dice Rocío, y cuenta la idea que tuvo para abordar la problemática de la biodiversidad urbana con chicos de primaria: “La segunda parte de la actividad era conectar cada cuadradito con el del compañero o la compañera de al lado dibujando algo verde, un árbol o una planta nativa, y así armar un corredor biológico”.

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Cuando ella iba a la primaria en los años 90 no se hablaba de esto en las escuelas. “Era la época del oso panda”, dice, ubicando qué ícono se utilizaba para sensibilizar a los chicos con la naturaleza. «Recién a los veintipico, en la carrera de guardaparque, me enteré de lo que implicaba autóctono y exótico”.

Sentada en la Agronomía, entre el rumor del tren y el canto de unos horneros, Rocío repasa mentalmente y va nombrando: “Canario rojo, Azota caballos, Fumo bravo, Espinillo, Anacahuita, Timbó, Mariposera, Lantana, Pasionaria”, los árboles y plantas nativas que ha visto en este parque, el principal corredor biológico de esa zona de la ciudad.

— ¿Por qué se les llama “corredor biológico” a los espacios verdes urbanos donde hay plantas nativas?

— Porque permiten que la fauna silvestre pueda desplazarse por la ciudad al encontrar en ellos las plantas que necesita para vivir. Sino, queda circunscripta a las Reservas, que en Buenos Aires tenemos tres: Costanera Sur, Costanera Norte y Lugano. (Hay una cuarta acá en la Agronomía que por ahora no está abierta a visitas: se llama El Renacer de la Laguna) Si vas a las Reservas vas a encontrar aves que naturalmente deberían estar por toda la región. Los corredores biológicos favorecen la salud tanto de la fauna como de la flora nativa.

Sin embargo, no todas las especies se ven perjudicadas por la intervención humana, reconoce Rocío. Algunas pueden verse involuntariamente favorecidas. Un ejemplo: “Cuando hacemos jardines con plantas que atraen mariposas no pensamos en atraer avispas, pero las avispas van a llegar, atraídas por las orugas de las mariposas.” Otro ejemplo, los murciélagos: “en la ciudad se ven favorecidos porque encuentran refugio en los taparollos de las cortinas o en huecos de las construcciones; en cambio si todavía estuviera el pastizal original tendrían muchos menos lugares donde esconderse.”

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Sintonía Naturaleza

Trabajar difundiendo hechos de la naturaleza es para Rocío un disfrute que descubrió cuando la contrataron como guía en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Parque Centenario. Iban a las visitas gente suelta, familias, y grupos escolares de todas las edades, desde jardín de infantes hasta terciarios.

Un día fue al museo un chico de once años, Facundo, que se mostraba super interesado, más que cualquier otro chico que hubiera ido antes. Facundo tenía síndrome de Asperger, le contaron a Rocío los padrinos que lo acompañaban. Tanto entusiasmo mostraba que la motivó a hacer un libro, especialmente diseñado para él. Le puso de nombre “Aves de Buenos Aires” y lo invitó a Costanera Sur a descubrirlo juntos. “Se trata de una iniciación para observar a las aves de la ciudad”, dice la autora.

Aves de Buenos Aires: el libro-guía de Rocío González, que recopila sesenta especies rioplatenses y da pistas para distinguirlas, largavistas en mano.

Su primera visita guiada a la reserva de Costanera Sur fue con Facundo y sus padrinos. Con su libro recién editado y la ayuda del largavistas fueron reconociendo una a una las especies que se les presentaban. “Hay aves que arriba del ojo se les nota como una cejita, hay otras que tienen como una boina, algunas tienen una cola que parece una tijera, otras tienen la cola redonda, entonces esas pequeñas diferencias, si prestás atención a las aves que están alrededor tuyo, te llevan a distinguir cada especie. Además tienen distintos comportamientos, distintos cantos, comen diferentes cosas.” Rocío seleccionó para su publicación unas sesenta aves, que son las que más se suelen ver en la Reserva, pero dice que los avistadores tienen registradas allí unas trescientas.

Ahora es una guía experimentada, visita Costanera Sur con grupos de escuelas y grupos de amigos. Familias con chicos organizan con ella para encontrarse una mañana en la Reserva, dispuestos a una jornada de avistaje de aves, observación de plantas nativas, artrópodos, etc. “Es un momento para relajarse y ver qué te depara el día”, invita la guía. Rocío lleva su telescopio y su trípode, contrata seguros para todos, lleva su libro, láminas, stickers, y otros materiales para entrarle con sensibilidad e información al mundo a la naturaleza rioplatense.♦


Rocío González. Sintonía Naturaleza
Instagram: @sintonianaturaleza
Whatsapp: 11 5957-8053

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