Matías Méndez: Donde conectan los sonidos y los sentidos

Con un libro publicado y otro en camino, Matías Méndez reflexiona sobre el valor de las palabras. Entre la pulsión por mejorar el mundo y el repliegue a un refugio con amigues, están las suyas.

Con un libro publicado y otro en camino, Matías Méndez reflexiona sobre el valor de las palabras. Entre la pulsión por mejorar el mundo y el repliegue a un refugio con amigues, están las suyas.

Matías Méndez: Donde conectan los sonidos y los sentidos

Con un libro publicado y otro en camino, Matías Méndez reflexiona sobre el valor de las palabras. Entre la pulsión por mejorar el mundo y el repliegue a un refugio con amigues, están las suyas.

De lejos la furia, de cerca un surco
en la tierra. Se termina una tradición,
y no empieza ninguna. Que los mares,
que la luna. Que decir por decir
y que decir las grandes cosas: lo mismo
de siempre más o menos
actualizado. Me ausento de a ratos,
sueño con avalanchas. Un taladro
me despierta. Quién construyó
Tebas: no sé. Quién destruye Floresta:
sí sé. Dale, sin trampas: ¿qué hacemos?
En este tercer piso aire, falta;
pasto, falta. ¿Qué no? Sobra sol
para tan poco templo. Si no es la tierra,
¿qué tenemos en común? Y qué
si me rebelo y me dedico a cuidar
este jardín, por ejemplo. Cortar yuyos.
Lavanda: florecida; menta: altísima.

Eso fue durante la pandemia, cuando Matías se pasaba largos ratos en el balcón. Un taladro de una obra pública en la vereda invadió la banda sonora de sus días a lo largo de varios meses y en ese contexto él escribió ese poema que se llama como el barrio, Floresta. Tenía 23 años y acababa de publicar su primer libro: «La lucidez». Hoy dice que unas páginas que dialogan con el cantautor Gabo Ferro, son la parte más importante de esa producción.

Gabo fue el primero que me abrió a esa mezcla entre música y poesía y cine, por la especificidad de las palabras que usa y más que eso, por la relación de los contrastes entre las palabras. Tiene algo muy visual y es como un trovador que se nota que piensa las letras como poesía y les pone música.”

– Un ejemplo decime.

– Una de las canciones, La silla de pensar, empieza diciendo “la vida no sobra, la muerte nos obra”. Se nota que su búsqueda, sonora y métrica, va más allá del significado.

De dónde vengo y hacia dónde voy

Matías tiene una gran capacidad para exponer los cómo, cuándo, dónde y por qué de sus movimientos, la trama que lo trajo hasta acá.

Cuenta que desde muy chico hizo música. Tocaba la batería, tenía muchas bandas, participaba en grabaciones en estudio. Después se metió a estudiar cine en la Universidad de las Artes y “siempre que escribía era en función de otra cosa: letras para canciones, guiones para películas.”

Mientras estaba en la facultad se desenamoró del cine como oficio y al mismo tiempo dejó de tocar música, se cansó. “Pero tenía muy acostumbrado el escenario, siempre había alguna fecha próxima frente al público. Y me encontré como vacío. Entonces dije ¨voy a escribir para leer en vivo¨. Empecé a hacerlo con ganas, pero no tenía una formación: ese es el punto.” Y ahí llegó la pandemia.

Envió sus manuscritos a varias editoriales y una que estaba surgiendo por ese entonces, Hexágono, se los publicó. “Cuando yo publiqué ¨La lucidez¨ lo lindo es que me dio la confianza de decir ¨tengo un libro, soy alguien¨, hay una sensación de que publicar te legitima. Entonces le hablo a Ezequiel Zaidenwerg, que después de Gabo Ferro es otra persona importante en mi vida. Con él empecé a pensar en lo que podía hacer la poesía”, dice Matías a modo de presentación del vínculo que lo une a su actual socio y amigo.

“Ezequiel es un traductor y poeta. Tiene 40 años. Estudió Letras en Buenos Aires y vive en Nueva York. Hace muchas cosas por la poesía, tiene una visión muy clara sobre cómo quiere difundirla, que no sea solo para un nicho. Él es como una usina de reunión de todes.”

“Yo lo conocí de caradura. Le mandé un mail diciéndole ¨me interesa que leas mis poemas, tengo un libro publicado pero si te interesa estoy trabajando uno nuevo¨. Y me contestó ¨mándame un poema que te guste y si me gusta, lo hacemos¨.

Le mandé uno, todo miedoso. Y me dijo ¨me encantó, ¿nos reunimos mañana?¨. Al día siguiente me dijo ¨yo me quiero conectar con gente que me conmueva, que escriba lindo, nada más, no te pido nada a cambio. Si vos querés después ayudarme con algo que yo esté haciendo hacemos cosas juntes, pero solo quiero estar cerca de gente que me conmueva lo que hace y trabajar los libros¨.

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Nos reunimos por videollamada una vez por semana durante todo 2021 y gran parte de 2022. La base de las reuniones era ir corrigiendo mi libro, pero nunca se puso en el lugar de maestro, charlábamos como iguales. Y esas reuniones me modificaron la manera de ver las cosas, de ver la realidad. Por cambiar como veo la realidad cambió mi escritura.”

La función de la palabra

“Hablábamos sobre cómo el lenguaje te modifica la mirada sobre las cosas y que por eso está bueno aprender lo formal. Una vez que aprendés métrica, que aprendés rima, empezás a escuchar cualquier cosa como forma de poesía. Escuchás los diálogos, escuchás los discursos políticos y notás que están claramente metrificados. Empezás a entender cómo funciona el lenguaje para realmente modificar maneras de pensar.”

“Hablábamos de la rima no como nos la enseñaron, que es al final del verso, que rime el primero con el tercero, etcétera. Sino la rima como dos sonidos que suenan similares o que de alguna manera se conectan en tu cabeza, pueden estar en cualquier lado y pueden no rimar, también los anagramas son formas de rima, según Ezequiel.”

– Palabras que generan conexión.

– Claro, que de alguna manera son magnéticas. Además de lo consonante y asonante que nos enseñaron en la primaria, hay rimas cruzadas, hay anagramas, hay muchas distintas maneras de hacer sonar algo. Y finalmente es un poco como una música.

– ¿Solo el significante juega en eso o también el significado?

– Bueno, la magia está un poco ahí creo, en encontrar que funcionen ambas cosas. De nada sirve la forma si no está el servicio de un contenido.

Matías afirma que lo poético está tan ligado a los discursos políticos porque su búsqueda se basa en trastocar el valor de las palabras (“libertad” es el ejemplo que tenemos más a mano). “Por eso es importante el estudio para mí, para apropiarse de esa herramienta”, dice y luego agrega: “Aun así no es que piense que la poesía nos va a salvar, creo simplemente que es un lugar de refugio”.

Pesimismo

Con su capacidad para hacer tangibles tensiones, fuerzas, debilidades y su propio lugar en este mundo, Matías habla del presente colectivo y dice: “Yo creo en el poder de la poesía y en todo esto que acabo de decir, pero me cuesta todavía encontrarle el punto práctico, pragmático, real. Es algo que hablo con Ezequiel y también con una amiga de los dos, Robin Myers. Ella está muy al tanto de lo que está pasando en Palestina. Tiene un newsletter en el que difunde un poema por día y ahora está subiendo siempre poemas escritos por poetas palestinos, algunos de ellos escritos antes de algún bombardeo, algunos de esos poetas acaban de morir y tenían veintipico de años. Hace poco la encontré en una lectura y le dije: ¨nadie más lo está haciendo¨. Es increíble y al mismo tiempo, ¿qué cambia? Yo los leo y digo: ¨¿qué hago con leerlos?¨ Entonces soy un poco pesimista. También soy vegano, milito por que dejen de matar animales, pero no creo que vaya a pasar. Sigo haciéndolo porque sé que es lo que está bien, pero a la vez es como una angustia constante de saber que no cambia.”

El lado luminoso

Cuatro militantes de la poesía fundaron la editorial “Como un lugar” (la llevan adelante desde Nueva York Ezequiel y su pareja, la colombiana Eliana Hernández; desde España, la diseñadora Mariana Spada; y desde Buenos Aires, Matías). Publicaron hasta ahora a un autore nigeriane, a una mexicana y a un estadounidense de origen afro, parte de la comunidad LGTB. “Siempre gente de la periferia, nunca del centro de cada país, que sean no hegemónicos, esa es la idea”, dice Matías.

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La editorial es parte de un colectivo más grande que organiza encuentros, fiestas de poesía que se llaman “Lugar común”. “Fiesta de poesía parece un oxímoron, porque uno en general no mezcla fiesta con poesía. Pero éstas son lecturas muy multitudinarias. En Buenos Aires por ahora solo se hizo una en el bar notable Varela Varelita, de Villa Crespo. Estaba explotado de gente con parlantes hacia la calle, gente que había ido exclusivamente para escuchar poesía. Otras fiestas se hicieron en Nueva York. Y ahora estamos planeando una en Nueva York y otra en Berlín, que sean medio itinerantes”, dice Matías.

En la casa de la coincidencia

Amigues,
mirarles a veces
___________me descoloca.
Perdón
por solo involucrarme
con versitos.
_____Hay  que quedarse quietes
para vernos más reales. La sinceridad viaja
_____al ras del piso.
De noche tengo
una linterna para saber
por dónde vamos, pero la uso
para ver nuestras marcas
de cerca. Siempre que intento ver algo
veo otra cosa. Amigues,
mirarles a veces
__________ me descoloca.
Perdón por solo
buscar en las palabras
que están llenas
_____de agujeros. Nuestras marcas
parecen cicatrices porque laten.
Una paloma que lastimada
puso a sus pichones
en una maceta
del balcón.
___________Una maceta hasta arriba
colmada de tierra, sin huecos ni plantas;
una maceta
seca¿No encuentra los huecos tampoco?
¿Tan poco pide para su nido?
___________El sonido de estar
orgulloses, amigues,
es el silencio.
_____Escucharnos hablar
de lo que viene: las peleas y los hilos
que se cortan,
_____y duele vernos sin respuestas.

Nuestros antepasados
no conocían
nuestros problemas. Somos
de alguna manera
mejores: más capaces
de resolvernos. Porque nos reunimos
______bajo un alero cuando llueve,
y nos miramos.
Ay, no entienden
que si no es intensa, la cosa
se deshace, si hoy no es mejor, mañana
no sirve.
_____Hace falta poesía
infiltrada. Hace falta poesía
fluorescenteque entre en el ojo
como azúcar.
Hace falta poesía que después
desordene.

__________Yo creo
en nuestras cicatrices,
en unos pichoncitos recién nacidos, sin plumas;
en la sinceridad al ras del piso.
_____Creo en el alero
y en la lluvia
que nos amucha entre desconocides.

El segundo libro de Matías, que aún “está cocinándose”, comienza con esta poesía que además le presta su nombre al libro. La escribió después de una lectura en Café Artigas, en esos días de semi apertura al final del primer año de pandemia, eventos que el bar cultural de Villa General Mitre hacía aprovechando su gran ventanal. Los artistas del lado de adentro, el público en la vereda y entre ambos el vidrio transparente.

“Fue la primera fecha a la que fui después del aislamiento. Era tener puesto el barbijo y decir ¨estamos hablando en la vereda¨ y quedarnos hasta el final de la última hora en que las restricciones de la pandemia lo permitían, porque era como sentir comunidad de nuevo.”

Tres años después otro bar en el mismo barrio lo invitó a leer sus poesías. Ifigenia Café Literario festejaba su primer cumpleaños. Cada domingo esa esquina se llena de gente para escuchar lecturas, música y como dice Matías, “sentir comunidad”. Pero ese domingo era particular porque Ifigenia cumplía años. Matías leyó “Floresta”. Ahí lo escuchó, encantada, esta periodista. Y así surgió esta nota. ♦

(*) Foto de portada: Lectura de poesía en el cumpleaños de Ifigenia Café Literario. Fotógrafa: @nora.malvina.fotografia


Matías Méndez
Instagram: @matimend_

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