Waldorf es el nombre con que se conoce a un tipo particular de pedagogía, puesta en práctica por primera vez en Alemania, en 1919, en la escuela a la que asistían los hijos de los trabajadores de la fábrica de cigarrillos Waldorf Astoria.
A lo largo del siglo XX las escuelas con esta pedagogía se multiplicaron alrededor del mundo; solo en Argentina hay más de cincuenta, desde Tierra del Fuego hasta Jujuy. Dos están en la Ciudad de Buenos Aires: la “Juana de Arco” en Villa Crespo (fundada en 1995) y la “Libre Micael” en Floresta (fundada en 2014).
“Empezamos como un jardincito con 18 niños y hoy nuestra escuela alberga a aproximadamente 170 familias. Este año tendremos la tercera promoción de egresados de la primaria”, cuenta Lucila Lamothe, directora y cofundadora de la escuela Waldorf de la Comuna 10.
– ¿Cuáles es la idea fundacional de esta pedagogía?
– Lucila Lamothe: Después de la primera guerra mundial, el dueño de esa fábrica de cigarrillos en Stuttgard, se propuso, junto con los trabajadores, ofrecer a sus hijos una educación en la que se puedan desarrollar íntegramente como seres humanos. El objetivo era evitar que la opresión con la que vivían los adultos se continuara en la descendencia. Encarga esa tarea a Rudolf Steiner, el creador de la pedagogía Waldorf.
Esta pedagogía aborda al niño teniendo en cuenta tres capacidades (“cualidades anímicas” las llamamos nosotros): la capacidad de pensar, la capacidad de sentir y la capacidad de hacer.
Los chicos reciben contenido intelectual cognoscitivo, pero también reciben alimento para su sentir. Por ejemplo, todos los días los maestros les cuentan a los chicos un cuento, desde jardín hasta séptimo grado. Y también está el hacer: los chicos tejen, bordan, cosen su ropa, cocinan, tienen plástica, tienen carpintería, van a natación.
En la escuela utilizamos materiales nobles, naturales. Los chicos juegan con juguetes de madera, de lana, de telas de algodón, juegan con pelotas que fabrican ellos. Los más grandes con sus manos pueden hacer lo que necesitan para jugar.
«Esta pedagogía aborda al niño teniendo en cuenta tres capacidades: la capacidad de pensar, la capacidad de sentir y la capacidad de hacer.»
Lucila Lamothe es maestra, psicopedagoga y licenciada en Ciencias de la Educación por la UBA. Cuando conoció esta pedagogía trabajaba en una escuela de Del Viso “destinada a niños con coeficiente intelectual alto, o sea que lo único que alimentaba era esta parte”, dice y se toca la cabeza. Luego de formarse en el Seminario Pedagógigo Waldorf (en el cual hoy es docente) comenzó a trabajar como maestra en la escuela Juana de Arco, y allí estuvo por 10 años.
“Acompañamos procesos”
La directora explica que para ellos es muy importante respetar los procesos que los niños y niñas atraviesan en cada edad. “Por ejemplo, para ingresar a primer grado tienen que tener cierta maduración física y emocional. Tiene que poder permanecer sentados en un banco, poder estar un ratito más concentrados, trabajando en el cuaderno, hay niños que necesitan un poco más de tiempo y entonces permanecen otro año en jardín.”
“A los nueve años hay una crisis de percepción del mundo, se cae un velo y uno ve con claridad lo que sucede en el entorno. Aparecen los miedos. Entonces, para darles seguridad, ¿qué hacemos con los chicos de tercer grado? Los llevamos a sembrar trigo al campo, vamos a General Rodríguez o a Zárate. Sacan la maleza, siembran, riegan. Y en diciembre vuelven a cosechar su trigo, lo muelen y hacen un pan. Entonces ¡ah, la pucha! “Yo puedo con mis propias manos hacer mi alimento”. En tercero también los chicos construyen una casita, un espacio donde poder resguardarse, y se tejen un chaleco. “¡Ah, también me puedo abrigar y me puedo vestir!”.
«Para darles seguridad, ¿qué hacemos con los chicos de tercer grado? Los llevamos a sembrar trigo al campo. Y en diciembre vuelven a cosechar su trigo, lo muelen y hacen un pan. Entonces ¡ah, la pucha! “Yo puedo con mis propias manos hacer mi alimento”»
– ¿Cómo entra el contenido académico en ese contexto?
– Esta es una escuela oficial, o sea, nosotros estamos regulados por las leyes del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Todos los contenidos de la currícula oficial se dan, lo que pasa que nosotros los presentamos a los niños de otra manera.
En primaria trabajamos por épocas: una época de números que dura tres o cuatro semanas, donde los chicos se abocan a matemática y durante ese tiempo no ven contenido de ciencias naturales ni de historia ni de lengua. Después, esta época duerme y se despiertan las letras. Trabajamos en escritura y lectura otras tres o cuatro semanas, después duerme esa y por ahí se despiertan de nuevo los números.
Nosotros nunca les tomamos pruebas. Acá no hay pruebas, acá hay evaluación permanente de los procesos de cada niño. Si resulta, por ejemplo, que a un niño de quinto grado se le murió su papá, no voy a pretender que ese niño me resuelva una situación de regla de tres compuesta, pero sí se lo voy a pedir en sexto o en séptimo. Ahora hay que acompañarlo en el duelo que está haciendo para que el año que viene pueda hacer lo que tiene que hacer y no se quede en una depresión.
Entonces, sí los contenidos se presentan de una forma diferente, sí están atravesados por el arte, sí tenemos en cuenta los ciclos de la naturaleza y queremos que los niños estén conectados con la naturaleza lo más posible. Pero es una escuela.
La Antroposofía, Micael y la libertad
Rudolf Steiner desarrolló una cosmovisión a la que llamó Antroposofía. De ella se desprenden la medicina antroposófica, la agricultura biodinámica, el arte-terapia antroposófica, el estudio biográfico humano y la pedagogía waldorf, entre otras disciplinas.
La antroposofía toma del cristianismo la figura de Micael (o San Miguel). “Es un arcángel que regentea este momento de la evolución de la humanidad”. “Él confía plena y absolutamente en que cada uno de los seres humanos tenemos la fuerza y la sabiduría para hacer lo que tenemos que hacer en el tiempo y el momento correctos,” explica Lucila, y agrega: “conectar con ese saber nos hace libres”.
Educación en comunidad
La Escuela Libre Micael legalmente es una asociación civil sin fines de lucro. Se mantiene con la cuota que pagan las familias, sin subsidios estatales.
Sobre su funcionamiento, dice la directora que hay tres instancias: “Un núcleo central que es el encuentro entre el maestro y los niños; después está el cuerpo de maestros que acompaña (nosotros todos los jueves nos reunimos a estudiar, a observarnos como profesionales en la labor pedagógica y a trabajar en el funcionamento de la escuela). Y hay una envoltura más grande conformada por los padres, trabajando conjuntamente con los maestros, en el sostenimiento general de la escuela.” “Yo siempre les digo a los padres: los dueños de la escuela son sus hijos. Todos trabajamos para ellos.”♦
¡La inscripción para el ciclo 2024 está abierta!
Sobre la foto de portada: Laura Gont, la profe de plástica, pintó en acuarela la imagen de la escuela.
Escuela Libre Micael
Bogotá 4301
Celular: 11 2576-9154
Instagram: @libremicaelescuela.ok
Mail: escuelalibremicael@gmail.com