Es hermosa la escuela Coriat de Chivilcoy y Elpidio González. Hermosa por la tarea que lleva adelante, pero también por cómo luce su espacio: un corredor súper colorido y luminoso en el que van sucediéndose sectores de juego, paredes adornadas con murales, gabinetes de atención bien equipados, un patio con césped sintético (y un pequeño arco), una pista pintada en el piso para los autitos y hasta una plaza blanda y una beboteca.
La escuela infantil especial número 27 “Dra. Lydia Foguelman de Coriat” es la única escuela estatal de la Ciudad de Buenos Aires dedicada a la atención temprana de bebés y chicos que desde los 45 días hasta los 5 años puedan tener alguna dificultad en su desarrollo, ya sea de origen genético, neurológico, sensorial o emocional. Y para eso cuentan con un equipo interdisciplinario de profesores de educación especial con postítulo en atención temprana además de psicólogos, kinesiólogos, fonoaudiólogos, psicopedagogos y trabajadores sociales.
¿Cómo llegan los chicos ahí? De varias maneras. Algunos por derivación de otras escuelas, u hospitales pediátricos, o centros de salud tanto de la CABA como del conurbano, aunque también por la inquietud de los propios padres que tienen dudas sobre el desarrollo de su hijo, y entonces se acercan a consultar. “Estamos trabajando al límite, de hecho nos manejamos con lista de espera. Pero tenemos una apertura muy grande y recibimos a todos los padres que quieran tener una entrevista orientativa”, explica la trabajadora social Valeria Capurro, parte de la institución.
También cuenta cómo es el abordaje una vez que un chico ingresa. “Una o dos veces por semana los bebés vienen a atención temprana, donde un profesional los recibe en forma individual y trabaja tanto con él como con la mamá, o el referente adulto que lo acompañe. Luego, cuando ya pueden estar solitos con la maestra, van a psicopedagogía infantil. Y también hay pequeños grupos de socialización que funcionan tres veces por semana, una hora y media cada vez”, dice y remarca que “sin embargo, no se trata de un jardín: no es que los chicos vayan a cumplir un horario de tres horas de lunes a viernes”.
En cualquier caso, los padres siempre tienen que quedarse en la escuela. “Es condición para que los chicos permanezcan -marca Capurro- y de hecho para la atención temprana es esencial que la familia esté implicada porque el mismo abordaje tiene que ver con los vínculos primarios. Por eso, y sobre todo al principio, el trabajo es más que nada con la mamá o el referente que acompaña a cada chico”.
Fuera etiquetas
Al Coriat van chicos que nacieron prematuros, chicos multi impedidos, chicos con síndrome de down, o con síndrome de west, chicos con multidiscapacidad, chicos con problemas de subjetividad (como por ejemplo autismo). “Nosotros no diagnosticamos: diagnostican los médicos. Pero más allá de eso, no nos quedamos en el diagnóstico sino que trabajamos ese diagnóstico mirando a cada chico en particular. Porque cada chico es único, y entonces se evalúa y se piensa individualmente”, advierte la trabajadora social.
Y añade: “En algunos casos el diagnóstico puede resultar tranquilizador para la familia, pero si nos encasillamos en eso arrancamos mal. A veces vemos certificados que dicen ‘TGD’ o ‘autismo’, pero luego lo clínico, lo que se manifiesta, es siempre diferente de un chico a otro. De ahí que tengamos tanto cuidado con las clasificaciones rígidas”.
Hace 33 años que funciona esta escuela cuyo nombre homenajea a una de las precursoras de la estimulación temprana. Hoy trabajan con una población de cerca de 250 chicos y 25 profesionales por turno (mañana y tarde). Tienen un grupo de padres, una cooperadora y una comunidad incansable que consigue donaciones, articula con los barrios -forman parte de la Red de la Comuna 10 y de Resonome- y hermosea los espacios con la convicción de que estos chicos merecen no “lo que se pueda” ni “lo que sobre”, sino solo lo mejor.
A partir de los cuatro años, por ley, los chicos deben estar escolarizados, los del Coriat pasan en algunos casos a escuelas de educación común y en otros a las especiales, previamente evaluados por el Gabinete Central, que funciona en el mismo edificio y orienta sobre la escolaridad más conveniente cuando hay algún tipo de dificultad.
Alrededor de la mesa de una de las salas se acercan sillas y se improvisa una ronda de mate: son los integrantes del grupo de padres y madres que una vez por semana se encuentran para compartir experiencias. Cuentan cómo fueron sus trayectorias y qué les pasó en el medio y sobre la escuela, esta escuela, revelan una inquietud común: casi no quieren que los chicos cumplan cinco y entonces dejen ya de ir al Coriat. ♦
(*) Foto de portada: de izquierda a derecha: Verónica Barrandeguy (psicomotricista), Andrea Luna (maestra especialista en atención temprana) y Valeria Capurro (trabajadora social).