Para ir al Mercado Central desde Monte Castro, Carolina primero va a Liniers y ahí se toma el 8, que la deja a media cuadra de su nave. Cuando va desde Parque Patricios, donde vive su “compa”, muchas veces combina tren y bicicleta. “Nave” es la palabra con la que se nombra a los grandes galpones donde se agrupan los puestos de acopio y venta de mercadería. Cada una tiene una letra y un número que la identifica. Carolina trabaja en la S1, la nave de la economía social.
El Mercado Central es para ella “un micro-mundo dentro de este mundo, una ciudad en sí misma”, dice, intentando transmitir su fascinación. “A mí me encantó desde el día uno. Es fuerte lo que ves, es duro, es peligroso a veces, más para una piba, entonces te empoderás. Aprendés a transitar esos espacios, aprendés cómo vincularte con el entorno.”
Entre Villa Devoto y Villa Madero
No deja de ser una vuelta de la vida que su devenir laboral la haya traído hasta acá, porque de chica Carolina iba con su mamá a comprar al Mercado. “Yo pasaba mucho tiempo en lo de mi abuela, en Villa Madero, un barrio de tanos en el partido de La Matanza que queda cerca del Central. Y en mi familia siempre tuvimos esta cosa de que las compras no fueran en un solo lugar, entonces con mi mamá íbamos a comprar al mercado, íbamos a la feria. También estaba la costumbre de repartirse la mercadería entre varios vecinos, lo que ahora llamamos compras comunitarias. Yo me crié en esa”, dice Carolina acariciando un recuerdo, tal vez más añorado que el de la otra parte de su infancia, la que pasaba en Villa Devoto, donde cada día se ponía el uniforme del Devoto School.
Los veinti
“Siempre el laburo fue un tema difícil para mí, porque nunca me hallaba. Yo tengo muchas amigas que hace diez años que están en la misma empresa, pero yo no quería estar en esas estructuras. Laburaba en bares, en cuidado de niñes. Siempre deseando otras cosas.” Carolina estudió unos años la licenciatura de Sociología en la UBA, pero el perfil academicista de la carrera tampoco le gustaba. Viajó a Europa sola, volvió, y en ese tiempo de estar buscándose le diagnosticaron celiaquía.
Ese diagnóstico fue su punto de inflexión. Comenzó haciendo la típica dieta de reemplazo, en la que seguía comiendo mucha harina, solo que sin gluten. “Hasta que hice un clic y empecé a pensar con otra lógica, en otra forma de alimentación. Leía mucho, experimentaba un montón. Conocí a gente que estaba en la onda crudivegana y dejé de comer además de harinas, lácteos y carnes. Después me alejé de ese grupo pero me quedé con un montón de información. Incorporé semillas y aprendí el proceso de activarlas, incorporé nuevos cereales, mucha verdura. Empecé a tener en la alacena siempre un buen aceite, una buena sal.” “Y en ese camino también empecé a interesarme en el dónde comprar, a quién, y eso me llevó a las comercializadoras de la economía social.” “No sabía bien qué eran, sabía que no eran dietéticas, que no eran almacenes, que era gente que vendía cosas directo de productores locales, y no mucho más.”
Del nodo a la red
Cuando Carolina se muda a Monte Castro encuentra que en el local de la Cooperativa La Ciudad de Alcaraz y Gualeguaychú había un nodo de Mercado Territorial, una de las redes que comercializan verduras agroecológicas. “Me fascinaba ir una vez cada quince días a buscar el bolsón, abrirlo, mirar qué traía esta vez”. Allí estaba Alberta Bottini coordinando el nodo. El vínculo entre las dos fue creciendo con suma rapidez. “Yo empiezo a mostrar interés y eventualmente Alberta me pide ayuda, ¨che, ¿me ayudás a repartir?¨. Un día ella me cuenta que en la Universidad de Quilmes hay una Tecnicatura en Economía Social y Solidaria en la que ella es docente. ¡Wow, no puedo creer que haya una formación de esto!, dije yo.”
Carolina comenzó la carrera en el 2017. En esa época trabajaba de niñera y una vez por semana iba a Quilmes a cursar tres materias en el mismo día. “Por primera vez me sentí que pertenecía, y encima en una universidad en donde no era ir a estudiar e irte. Ahí se gestaban cosas.” La tecnicatura en Economía Social no es un hecho aislado en la Unqui. Hay una “Incubadora de Economía, Mercado y Finanzas” y Mercado Territorial, la red de comercialización, es parte de esa incubadora.
– ¿Qué pretende la Economía Social y Solidaria?
– Lucha contra el capitalismo, de alguna manera, contra las formas de organizar el trabajo del capitalismo, cuyo único objetivo es maximizar la ganancia. Lo que busca la Economía Social lo llamamos “reproducción ampliada de la vida”, el “buen vivir” de sus trabajadores. No es sólo la reproducción económica, es también soberanía alimentaria, son relaciones humanas saludables. Todo esto en teoría.
– ¿Y en la práctica?
– Si bien queremos cambiarlas, las relaciones humanas en las que estamos insertos son capitalistas, entonces desentrañar eso es muy difícil.
Maniobrando entre el ideal y la realidad, Carolina y sus compañeres llevan adelante su trabajo. Ahora ella es parte de Alta Red, una Federación que reúne a ocho comercializadoras de la Economía Social: Mercado Territorial, Caracoles y Hormigas, Colectivo Solidario, Central Cooperativa, Más Cerca Es Más Justo, Kolmena Oeste, Alma Coop y MeCoPo.
“Yo soy responsable de compras, trato diariamente con los productores de distintas provincias que nos envían frutas y verduras. Semanalmente vienen a buscarlas las Organizaciones que son parte de Alta Red y las distribuyen en sus espacios.” “Tenemos un grupo de nutricionistas con las que hacemos toda una evaluación de los productores. Tenemos una ficha de caracterización del productor y de especificación de cada producto. Nuestro criterio principal es que sea agroecológico o en transición.”
Finalmente, Carolina habla del orgullo: “Me da orgullo laburar en el Mercado Central. Me da orgullo que nuestro espacio esté en el Mercado Central porque es un espacio en disputa. Somos la excepción, no somos el denominador común ahí, no hay espacios de economía social, popular, ahí.” Y concluye: “Es que a mí me gusta lo distinto. Yo no nací para laburar en un espacio convencional”.♦