Panadería El Buen Sabor

“¡Ah, ustedes son los inventores del paraguayito!” les dicen los colegas panaderos cuando los encuentran. “¿Cómo es la promo de hoy?” pre­guntan cada sábado vecinos que vienen en busca de sus clásicas pre-pizzas. Desde atrás del mostra­dor de El buen sabor, Liliana y Fabián van soltando sus recuerdos. “Cuando empezamos éramos como dos chicos huérfanos”, dicen.

“¡Ah, ustedes son los inventores del paraguayito!” les dicen los colegas panaderos cuando los encuentran. “¿Cómo es la promo de hoy?” pre­guntan cada sábado vecinos que vienen en busca de sus clásicas pre-pizzas. Desde atrás del mostra­dor de El buen sabor, Liliana y Fabián van soltando sus recuerdos. “Cuando empezamos éramos como dos chicos huérfanos”, dicen.

Panadería El Buen Sabor

“¡Ah, ustedes son los inventores del paraguayito!” les dicen los colegas panaderos cuando los encuentran. “¿Cómo es la promo de hoy?” pre­guntan cada sábado vecinos que vienen en busca de sus clásicas pre-pizzas. Desde atrás del mostra­dor de El buen sabor, Liliana y Fabián van soltando sus recuerdos. “Cuando empezamos éramos como dos chicos huérfanos”, dicen.

Se dice que la adversidad fortalece y que el amor salva. Sin dudas ésta es una pareja que puede dar cuenta de ello. ¿Cómo fueron sus vidas antes de conocerse? – les pregunté para arrancar la charla, sin saber la caja de sorpresas que estaba abriendo con aquella pregunta.

– Fabián Ramírez Alencar: Yo soy Misionero. Cuando tenía un año mi mamá se separó de mi pa­pá y vino a Buenos Aires conmigo y mis dos her­manas mayores. Cuando tenía ocho, mi mamá se enfermó de cáncer y la internaron en el Hospital Álvarez. Vivíamos en Lomas del Mirador. Yo no me podía separar de ella. A mis hermanas les decía que iba a la escuela pero en realidad me iba al hospital. Me tomaba el 63, que me dejaba en Nazca y desde ahí caminaba. Viví dos años en el hospital con ella. Todas las enfermeras me conocían, yo les hacía los mandados. Tenía diez cuando mi mamá murió. Eso fue en el 89.

– Volví a Misiones a vivir con un tío al que casi no co­nocía. Él estaba casado y tenía un hijo de dos años. Vivía con su familia en un pueblo llamado Aristóbulo del Valle. Mi tío me dijo: acá no te va a faltar el techo ni la comida pero vas a tener que trabajar, porque tenés que estudiar y comprarte tus cosas. Me le­vantaba a las seis y media y caminaba unas treinta cuadras para llegar al a escuela. Pero me gustaba mucho. La gente era muy humilde, nada que ver a la escuela de acá. Cuando salía de la escuela me iba a trabajar. Limpiaba los pisos del supermercado y de la carnicería. Los fines de semana lavaba au­tos, cortaba el pasto… Me gustaba trabajar porque ganaba plata y además porque allá no había mucho entretenimiento. También hice el secundario en el pueblo. A los dieciseis años volví a Buenos Aires porque en Misiones no había trabajo. Era el año 96.

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– Acá me costó que me tomaran porque era menor de edad. Al final conseguí trabajo en una panadería de Flores, Edelways, el dueño era un uruguayo, que me ofreció 12 pesos por día y dejarme vivir ahí. Así entré en el rubro. Intenté otros trabajos, un tiempo estuve en un negocio de ropa en Avellaneda, pe­ro no me gustó. También trabajé poniendo tejas, tampoco me gustó. Las dos veces volví al gremio. Luego la panadería Edelweys abrió una sucursal en Camarones y Segurola y me ofrecieron venir acá. Ahí fue donde conocí a mi señora. Ella era vende­dora y yo era el pastelero. Eso fue en el 99.

 

La familia completa en su panadería Segurola 1132. “Nuestras especialidades son el paraguayito, la medialuna, la tarta de ricota y las prepizzas”, dicen Liliana y Fabián.

 

– Liliana Pérez: ¡Ahí entro yo en la historia! Mis cua­tro hermanos y yo somos de Avellaneda. Mi mamá se separó de mi papá cuando yo tenía dos años porque él la golpeaba. Ella trabajaba todo el día. Nosotros íbamos a una escuela de doble jornada y en casa pasábamos mucho tiempo solos. Mi her­mana mayor hacía de madre. Yo aprendí a cocinar desde muy chica. Después a los siete fui pupila a una escuela de monjas, por Colegiales. Entraba los domingos a las ocho de la noche y salía los sába­dos a las dos de la tarde. El recuerdo es como en esas películas de terror donde se ven habitaciones muy largas con camas una al lado de la otra y la sensación de que estás sola en el mundo. Hay una maestra mala, odiosa, vos estás llorando y te dice que te calles… más que una escuela parecía una prisión. Eso fue a fines de los ochenta.

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– Después nos mudamos a Juan Agustín García y Joaquín B. González. Terminé la primaria en la escuela Rosales, donde ahora van mis hijos. A los dieciocho hice un curso en Coto de bombonería, confitería y sandwichería, me recibí y con ese título conseguí trabajo en Edelweys.

Corrían los primeros años del presente siglo. Fabián y Liliana paseaban en bici por el barrio y un cartel de “se alquila” los llamaba desde el localcito frente al Anses de Segurola.

– Liliana: Teníamos ahorros pero no teníamos ga­rantía. Por suerte el dueño confió en nosotros y nos alquiló igual. El lugar estaba inhabitable… nos llevó mucho trabajo ponerlo en condiciones hasta poder abrir. Cuando entró el primer cliente yo quería llorar. Sentía que éramos dos chicos emprendiendo algo y que nos elijan era “¡uau, nos eligió a nosotros!”

– Fabián: En agosto del 2005 inauguramos. Al prin­cipio yo seguía trabajando en otra panadería, pa­ra cubrir los gastos. Cerca de fin de año hicimos una tirada de pan dulces que salió barbára y todo el mundo nos encargó pan dulces para la Navidad. Yo dejé los pan dulces en el horno y me fui a trabajar… ¡Se nos quemaron todos!

– Liliana: A la gente no le mentimos. Le dijimos “mire señora, no le puedo vender su pan dulce porque se quemó, se lo voy a dar, no se lo voy a cobrar, pero fíjese lo que puede comer” (risas). La realidad es que no estaban estéticamente para vender, pero se podían comer. Y eso fue como un bum de publici­dad, la gente decía ¡qué bueno que estaba ese pan dulce! Y eso trajo más gente. Así fue cómo empe­zamos. ♦

1 comentario en “Panadería El Buen Sabor

  1. Que hermosa Familia!!!! los conocí cuando llegue al barrio en el 2006, me acuerdo Facu, su hijo mayor, sentado de bebe al costado del mostrador mirando sus peli, y ellos juntos a la par trabajando.
    Sus productos Riquisimos!!!!! esperamos los sábados para la promo de pre pizzas , o su espectacular torta de ricota «Es lo Mas».
    Nunca me voy a olvidar cuando quede embarazada y les di la noticia, fiaban me regalo una bolsa de bizcochitos, o cuando un día como hoy 11/1 del 2015 nacía mi hija Lucia (de alma panera !!! como dice Lili, jajaja), pero antes de eso me levante con antojo de comer una cremona rellena de dulce de membrillo para el desayuno antes de ir a la clinica.
    Hoy los extrañamos mucho ya que nos mudamos este año, pero seguimos pasando a menudo y obviamente le realizan la torta de cumple a mi hija con mucho amor hace cuatro años!
    Los Apreciamos Mucho !!! Saludos

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