Una plaza para Santa Rita

En Jonte 3222 entre Cuenca y Granville hay un terreno al que vecinos y autoridades comunales echaron el ojo para que se convierta en ese espacio verde que el barrio no tiene y necesita.

Se trata de un viejo reclamo: Villa Santa Rita es el único barrio de la Capital que no tiene un espacio verde, y ahora parece haber encontrado un lugar en el que concretar por fin ese anhelo. El terreno queda sobre Jonte entre Cuenca y Granville, tiene más de 1.600 metros cuadrados y salida por Dantas. Alguna vez funcionaron ahí canchas de paddle, un lavadero de autos y un estacionamiento.

La idea no es nueva. Ya en 2011 el entonces legislador por la Coalición Cívica Fernando Sánchez presentó en la Legislatura porteña un proyecto de ley para que ese predio se declarara “de utilidad pública y sujeto a expropiación” con el fin de “ser destinado a espacio verde y parquizado”. Pero como durante los dos años siguientes no se trató, ese proyecto perdió estado parlamentario. Ahora la comunera Carolina Maccione pretende reflotarlo a nombre de toda la Junta Comunal. “Dentro de las pocas potestades que tiene la Junta, una es la iniciativa parlamentaria. Tenemos que aprovechar esa posibilidad de presentar proyectos de ley”, explica y agrega que una vez que el pedido de expropiación vuelva a entrar en la Legislatura, sería ideal que los vecinos participen de las comisiones y se movilicen para visibilizar el reclamo. “El proyecto tiene que ver con anteponer el interés general al particular, de ahí la expropiación”, dice y aclara que en el caso de que prospere, es el Banco Ciudad el encargado de tasar el terreno para que el gobierno pague esa suma a sus propietarios.

Vista aérea del lote, que tiene también salida por Dantas. La Legislatura debería expropiarlo por ley.

El apoyo de Granville

“Nosotros estamos acostumbrados a organizarnos -marca María Cabrejas, parte del colectivo Vecinos Autoconvocados del Pasaje Granville– y estamos dispuestos a colaborar en todo lo que haga falta, tanto en la redacción del proyecto como en cuidar de la plaza”. Y es que los de Granville saben de luchas: desde 2011 vienen rebelándose a la construcción de torres en la zona, e incluso lograron que allá por 2013 la Legislatura aprobara la ley 4.738 de “Vías de Ancho reducido”, que incluye a los pasajes de hasta 13 metros de ancho y cinco cuadras de largo en los que, dice el texto, la altura permitida para construir tiene que ser “en toda la manzana la que esos pasajes tengan”. Fueron también ellos los que, ante el anuncio de construcción de dos torres de diez pisos sobre el terreno en el que ahora se pretende para la plaza, salieron a la calle para organizar el recordado “velorio del pasaje”.

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“Santa Rita necesita una plaza y ese lugar es perfecto, porque al tener salida por Dantas puede darle accesibilidad a la escuela Tierra del Fuego”, advierte Cabrejas. “En los últimos meses hicimos muchas denuncias porque ese terreno quedó abandonado y da al fondo de nuestras casas, así que todos teníamos ratas”, cuenta. “Finalmente el propietario mandó a cortar los yuyos, que casi eran árboles. Además, como el portón de Jonte estaba vencido cualquiera podría colarse por ahí” concluye y hasta se permite soñar con una eco plaza con mucho verde, huerta y especies nativas.

Plaza, ¿qué plaza?

Encontrado el espacio y hecho plaza, aún quedará flotando la pregunta de a qué clase de “espacio verde” este vaya a responder. “Mi hijo nació en 2011 cuando yo estaba en Londres, y en estos años me tocó también viajar a Berlín y Barcelona, entonces me dediqué a visitar plazas y preguntarme también qué está pasando con las plazas porteñas”, relata el sociólogo, doctor e Historia e investigador del CONICET Dhan Zunino Singh. “Miro las transformaciones que se vinieron dando en estos espacios durante el macrismo y el larretismo y es muy evidente la persistencia del cemento, más que nada en senderos pero también en los bordes, las divisiones y los asientos. De hecho creo que las plazas secas son peligrosas para los chicos”, advierte y nota que el otro cambio tiene que ver con el reemplazo de arena por pisos de goma, que no solo se despega sino que en verano levanta unas temperaturas altísimas.

Según su visión, esta decisión tiene que ver con la ecuación costo-mantenimiento: el cemento -dice- es barato y más “fácil” que poner maderas o ladrillos. “Y lo mismo con los juegos de plástico -agrega-, que no es un material bueno porque se calienta, y en general los lugares de juego no tienen sombra, ni natural ni artificial. En las ciudades europeas hay una tendencia a dejar las plazas con mucho verde, senderos finitos, juegos de madera y de volver incluso a la arena: lo opuesto al cemento, el plástico, el caño y los pisos de goma que se ven en Buenos Aires”, remata y explica que las plazas, además de espacios públicos, funcionan en las ciudades como grandes absorbedoras de agua, algo clave de cara al cambio climático. “Es otra lógica -reflexiona-. Pero tal vez tengamos que entender que después de que llueve la plaza no se puede usar enseguida. Y que es necesaria esa espera”. ♦

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