Caracas al 2700: de “Lechería” a cooperativa cartonera

Es llamativo lo que fue pasando en la historia de la Ciudad de Buenos Aires alrededor de la figura del cartonero. Denostados allá lejos bajo la acusación de “robarse la basura”, el colectivo que hoy da a conocerse como “recuperadores urbanos” ha ido ganando no solo en organización y en el logro de unas condiciones de trabajo cada vez más dignas, sino también en reconocimiento: nadie medianamente informado se atreve hoy a negar que los cartoneros cumplen una tarea vital para la sustentabilidad del territorio.

Hace unos dos años que Villa del Parque es la zona de influencia de la Cooperativa del Oeste, organización que con 120 recuperadores urbanos tiene su sede en el terreno sobre Caracas al 2700, junto a las vías del tren y en el mismo lugar en el que hasta 2008 funcionaba el asentamiento conocido como “La Lechería”.

Tras el desembarco la reacción inicial de algunos vecinos no fue demasiado favorable, de hecho varios medios dieron cuenta de ese rechazo consignando la noticia de una manifestación en la que en plena barrera de Empedrado la gente reclamaba “que se vayan”. “Al principio los vecinos se sorprendieron cuando nos vieron llegar con nuestros carros, como que tenían miedo.

Pero con el tiempo se dieron cuenta de que somos gente que necesita este espacio para trabajar. Y es más: nosotros mismos cuidamos del barrio y nos encargamos de que todo esté limpio”, dice Nélida Gómez, recuperadora y una de las delegadas del grupo.

La historia que los llevó hasta ahí es más o menos conocida: cuando por cuestiones de seguridad vial las autoridades del ferrocarril San Martín decidieron suspender el “tren blanco” (que transportaba a los cartoneros con sus carros hasta el conurbano), los recuperadores se encontraron con que no tenían forma de movilizarse ni tampoco un espacio para guardar sus carros. Fue cuando arrancaron a hacer sus gestiones hasta que finalmente desde el San Martín les cedieron ese terreno que “no tenía nada, era un baldío, solamente el cerco perimetral”, cuenta Gómez.

El espacio luce impecable. Los carros con los materiales que los integrantes de la cooperativa van juntando toda la semana están en fila aguardando que los días jueves el camión pase y se los lleve para venderlos a las plantas de reciclado.

Por semana suelen juntar cerca de mil kilos de reciclables. Ahí en el predio tienen algunas plantas, un saloncito “escuela” que ellos mismos se encargaron de construir y guarnecer con libros encontrados en la calle (y donde periódicamente va un docente alfabetizador, y otro que los viernes enseña electricidad) y una sala más en la que se firman ingresos y egresos, se realizan tareas administrativas y por supuesto, también se toma mate.

Una forma de vida

El predio de la Cooperativa del Oeste está abierto desde las 8 de la mañana hasta las 12 de la noche. En ese tiempo los recuperadores cumplen turnos de un mínimo de cuatro horas, recorriendo las calles en busca de cartones, papeles, vidrios, metales y plásticos.

Como no tienen camión se manejan con sus carros, que pueden llegar a pesar 500 kilos. Así caminan por horas, y revisan tanto los tachos verdes como los negros, donde también suele haber reciclables.

No es fácil la economía de las cooperativas de recicladores urbanos. Es cierto que hace cerca de una década el Ejecutivo porteño regularizó la situación de 12 cooperativas, proveyendo a los trabajadores registrados de vestimenta y pagándoles un salario que hoy ronda los 15 mil pesos, ya que lo que obtienen por la venta del material es tan poco que de ninguna manera les permitiría subsistir. “Pero en estos tiempos pasa que salís a caminar y encontrás poco y nada, a nosotros lo que nos rinde, más que nada, son los papeles y cartones grandes. Hay menos negocios que trabajan, y hay fábricas que antes capaz sacaban tres bolsones y ahora solamente uno”, dice otra de las recuperadoras, también delegada, María Estela Insfrán.

“A cargar tanto peso estamos acostumbrados, lo que cansa es recorrer toda la capital con el carro vacío porque no encontramos nada. También está el tema de que los supermercados hoy venden los cartones por su cuenta”, explica y cuenta también que no trabajan con chicos –“todos somos mayores de 18 años”- y que llevan un estricto control para que todos los registrados se presenten a trabajar los 5 días de la semana. “Nos manejamos con gente responsable y somos todos muy compañeros”, rescata Gómez.

“Los vecinos tienen que saber que ante cualquier duda que les surja nuestras puertas están abiertas para que vengan, pregunten y conozcan este espacio, que así como lo ven hoy de limpio y cuidado está todos los días”, advierte la trabajadora que se revela satisfecha y hasta feliz con su trabajo de cartonera.

“Porque no hay nada más lindo que andar en la calle con la frente alta, y parar donde quieras, y que nadie te diga nada. Prefiero eso a tener que trabajar en una casa y que te hagan limpiar un inodoro. Yo ando con mi carro, y si quiero me siento debajo de un árbol a tomar mate. No me quejo de esto porque me gusta. Es una forma de vida”. ♦

Foto de portada:
De izquierda a derecha: María Estela Insfrán, Nélida Gómez y Norma Ramírez, integrantes de la Cooperativa del Oeste.