En el contexto de un capitalismo que a su paso va dejando un tendal de personas excluidas y hectáreas de tierras arrasadas va surgiendo también -con serias dificultades, pero con victorias significativas- una forma de producir y consumir alternativa: la llamada “economía social”.
¿Qué es la economía social? El concepto abarca un conjunto diverso de organizaciones – cooperativas, mutuales, empresas recuperadas, emprendimientos familiares y quinteros que evitan monopolios-, aunque la clave, más que en el título, está en las premisas que guían su producción: no se explotan trabajadores (porque los proyectos son autogestionados por ellos mismos); no se daña el medio ambiente (porque se produce en armonía con la naturaleza) y se trata de empresas solidarias (porque los beneficios se reparten considerando las necesidades más allá de lo que cada uno haya aportado) y democráticas (porque las decisiones se toman entre todos en asambleas).
A primera vista puede parecer una utopía, incluso una excentricidad de unas pocas almas de avanzada. Pero lo cierto es que las experiencias de la economía social vienen floreciendo en todas partes del mundo y también bien cerca, en nuestros barrios.
Hay conciencia, hay interés
Almacoop es un almacén que desde hace unos tres años distribuye productos de origen cooperativo, empresas recuperadas y pequeños productores. Se encargan de la conexión entre los vecinos de los barrios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires con los productores que así pueden evitar la intermediación y encontrar una boca de expendio para sus productos, ya que la mayoría de las veces por cuestiones de escala no acceden a los supermercados.
“Hacemos esto porque queremos apoyar una economía centrada en las personas”, dice la referente de la iniciativa y vecina de Monte Castro Mercedes Escardó. “En este tipo de organizaciones no hay un dueño que se queda con la ganancia que producen los trabajadores -agrega-. Si a la empresa le va bien, entonces a todos les va bien”.
El funcionamiento es bien simple: basta ingresar en https://almacoop.com.ar/ y elegir los productos que se quiere adquirir (entre casi 200 de almacén, una treintena de bebidas y cerca de 50 “frescos”), hacer el pedido y retirarlo luego el día indicado en alguno de los 25 puntos de entrega (el de la comuna 10 está en Calderón de la Barca 1674, y el de la 11 en Bolivia 1444 esquina Juan B. Justo).
Hoy cerca de 80 personas -la mayoría voluntarios- trabajan en este proyecto que no para de crecer. “Cuando empecé no eran más de cinco los vecinos que venían al local de la 10 a retirar su pedido, ahora hay fines de semana que llegamos a 30. Y el número sigue aumentando”, comenta Escardó haciendo hincapié en que “hay conciencia y hay interés”.
Con un funcionamiento parecido, la iniciativa de Más cerca es más justo (ww.mascercaesmasjusto.org.ar) se presenta como “una alternativa de comercialización para democratizar la economía acercando consumidores a pequeños productores locales” y forjando una cadena corta y sin explotación para el que produce ni abusos para el que compra. Tiene cerca de 60 “nodos” de entrega entre los que se cuenta la dietética Mai Almacén Natural, que queda en Benito Juárez 3110 (Villa Devoto) y cuya dueña, Daniela Monge, está desde hace años compenetrada en consumir de forma consciente “en cuanto a saber de dónde es que vienen los alimentos, de qué forma se producen y cuál es la cadena de intermediarios que normalmente implican”.
Empezó a pedir a Más cerca más Justo y retiraba su pedido en un centro cultural del barrio hasta que le interesó sumarse convirtiendo en punto de entrega su propio local. “La verdad es que si uno se organiza puede abastecerse de casi todo por esta vía”, advierte, y agrega que “los productos tienen muy buena calidad. Y en cuanto a las verduras, se cosechan el viernes, el sábado temprano se van a buscar y el sábado a la tarde ya pueden pasar a retirarse”.
Yo consumidor
Hay -desde luego- más opciones. Está la Feria del Encuentro de la Economía Social y Solidaria que los terceros sábados de cada mes se hace en la plaza de Monte Castro (Elpidio González y Gualeguaychú) y también la cooperativa Séptimo Varón, que en 2002 fue recuperada por sus trabajadores y desde entonces fabrica quesos y lácteos de primera calidad que junto a otros productos de la economía popular ofrece en sus cuatro locales en los barrios de Floresta, Monte Castro y Devoto.
Otra de las referencias indiscutidas de este tipo de producción es sin dudas la feria “Del productor al consumidor” que los segundos fines de semana de cada mes se realiza en el predio de Agronomía de la UBA (San Martín 4453).
Carmen Flores es vecina de Floresta y participa en la comisión organizadora de esa feria que -afirma- se diferencia tanto en los productos que vende como en sus packagings y la calidad de las verduras, “tan buenas que para comprarlas la gente hace cola”. “Conversamos mucho con las personas, algunos hacen su compra para todo el mes. Podrá haber una parte de moda, pero lo cierto es que la población va tomando conciencia”, explica.
“No se trata de volverse un talibán de la economía social, tampoco de caer en un ‘individualismo metodológico’ y pensar que por consumir esto o lo otro uno hace algún tipo de militancia”, reflexiona José Cordeiro, vecino de Villa del Parque, integrante del canal autogestionado Barricada TV y seguidor asiduo de las iniciativas de la economía popular.
“Me parece que el quid pasa por defender e incluso hacerle propaganda la autogestión, el hecho de que puede haber un modelo social no supeditado a los fines de lucro”. “Creo que la palabra sería ‘prefigurar’ -concluye-. La autogestión prefigura el germen de una sociedad que no está regida por la jerarquía del capital”. ♦