La Eco-patrulla de Monte Castro

“Seamos esa generación que se dio cuenta y empezó a cuidar el planeta”, dicen en su Instagram. Son un equipo de tres que vienen sembrando conciencia ecológica en las calles del barrio y en las redes.

“Seamos esa generación que se dio cuenta y empezó a cuidar el planeta”, dicen en su Instagram. Son un equipo de tres que vienen sembrando conciencia ecológica en las calles del barrio y en las redes.

La Eco-patrulla de Monte Castro

“Seamos esa generación que se dio cuenta y empezó a cuidar el planeta”, dicen en su Instagram. Son un equipo de tres que vienen sembrando conciencia ecológica en las calles del barrio y en las redes.

Unos robots custodian los árboles del centro comercial de Monte Castro cumpliendo una misión particular: ayudar a los humanos a cuidar el medio ambiente. Su cuerpo está hecho de botellas de plástico, los ojos de tapitas, y latas de gaseosa o envases de yogur cuelgan del cuerpo cual brazos y piernas.

Sus creadores son dos hermanos: Ianella, de diez años y Lautaro, de ocho. ¿Cómo empezó esta historia? “Estábamos aburridos en la cuarentena y se nos ocurrió hacer robots para jugar” contó Ianella en una nota que les hicieron en el programa La Liga de la Ciencia, emitido por la TV Pública.

Hace cuatro años, cuando pusieron los contenedores verdes cerca de su casa, los chicos empezaron a separar los residuos reciclables de los otros. En cuarentena, cuando decidieron fabricar robots, buscaron entre los descartes que había en la cocina en la bolsa destinada al contenedor verde.

Fue Johana, madre de ambos chicos, quien subió la apuesta al proponerles hacer algo más que un juguete con material reciclable. “Oxi, el primer robot, estaba hecho de cajas de hamburguesas y de dentífrico. Y aprovechando que yo soy modista, con telas sobrantes de mis trabajos le agregamos caritas y dibujitos”, cuenta la mamá. Cuando estuvo listo lo colgaron en el árbol que está frente a su casa, quedaba tan lindo que decidieron hacer otros para los demás árboles de la cuadra.

¿Y para qué podrían servir los eco-robots? ¿Podrían darles alguna misión además de embellecer el barrio?, interpeló Johana a los niños. Bastó decirlo para encender la chispa de la pasión en ellos. Ianella tuvo la gran idea. “Cuando sacamos a pasear a Destru, nuestro perro, suele pasarnos que olvidamos llevar papel para juntar la caca. Pensando en eso a mi hija se le ocurrió llenar el cuerpo de los robots de papel de diario para que la gente pueda tomarlo cuando lo necesita al salir con sus mascotas”, explicó la madre de la joven inventora. Papeles y no bolsas de plástico, porque el papel se degrada fácilmente y no contamina.

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La Eco-patrulla en acción

Durante la fase de aislamiento Ianella y Lautaro sobrellevaron el encierro atareados en la fabricación de los eco-robots. Y cuando el Gobierno habilitó las salidas recreativas para niños, sorprendieron a todo el vecindario.

La primera recorrida fue el 17 de agosto. Ianella observó los carteles que muchos vecinos ponen en los árboles advirtiendo a los dueños de perros que usan los canteros como baño para sus mascotas, y pensó que a ellos les vendría muy bien adoptar un Eco-robot. Pero antes de colgárselo del árbol, tocaban el timbre de la casa en cuestión para asegurarse que la iniciativa fuera bienvenida. Todos respondieron que sí y “por suerte varios vecinos se comprometieron a cuidarlos”, contó Johana.

La eco-patrulla fue ganando las calles y también las redes sociales. En su cuenta de Instagram las fotos de los nuevos servidores públicos atrajeron la atención del barrio. La gente quería su eco-robot y comenzaron a recibir pedidos.  “Anunciamos que los vecinos que quisieran adoptar uno podían darnos su dirección y se lo colgaríamos en el árbol de su casa”, relató Johana, y reveló que “ya hay cincuenta personas que se coparon con la idea.”

Chau pucho

La Legislatura Porteña aprobó recientemente una ley que obliga a pagar hasta quince mil pesos de multa a quien arroje colillas de cigarrillos en la vía pública. Para evitar que esto ocurra, la Eco-patrulla fabricó a “Puchito”, otra versión del eco-robot cuya misión es servir de depósito de las colillas, al alcance de la mano de los transeúntes fumadores.

Los chicos ya llevan contabilizada una producción que supera los cien robots. La mayoría se encuentran en la traza de la avenida Jonte a la altura de Monte Castro y en las plazas Don Bosco (la del Hospital Vélez Sarsfield) y Vacarezza (en Alcaraz y Moliere). Aunque en estos espacios verdes la experiencia no fue buena, porque la cuadrilla encargada del mantenimiento los quita cada vez que pasa por ahí.

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La Eco-patrulla posando junto a al primer Puchito instalado en la Avenida Jonte. Se puede ver gran cantidad de colillas en su panza, que serán enviadas a la empresa Cigabrick.

Sus acciones y sus ideas llegaron hasta Mar del Plata. Aprovechando unas vacaciones en la costa se juntaron con un grupo ecologista local. Así contaron el resultado de esa reunión cumbre: “Los amigos de @colillas.al.tacho nos enseñaron que con envases de tetra-brik  (puré de tomates, leches larga vida, etc.) hacen colilleros para que los fumadores responsables lo tengan a mano para apagar sus cigarrillos y no tirarlos al piso. Tomando esa idea y viendo que los tubos de dentífrico no se pueden reciclar, realizamos nuestros “colillaveros”. Es hermoso sumar ideas con amigos ecológicos”, postearon los eco- patrulla en su cuenta de Instagram.

¿Y qué hacer con las colillas luego de juntarlas? “Las que nosotros juntemos en Monte Castro, las mandaremos a la empresa mendocina llamada Cigabrick que fabrica ladrillos ecológicos a partir de ellas”, informó Johana. ♦

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