Racing con mirada de mujer

“Mi horario es de 13 a 21, pero muchas veces son las once de la noche y sigo dando vueltas por el club”, cuenta Mariela Britez, quien desde su puesto de trabajo en Racing Villa del Parque intenta hacer un camino para que las mujeres ganen espacio en las instituciones deportivas. Su sueño: ver mujeres dirigentes de clubes.

“Mi horario es de 13 a 21, pero muchas veces son las once de la noche y sigo dando vueltas por el club”, cuenta Mariela Britez, quien desde su puesto de trabajo en Racing Villa del Parque intenta hacer un camino para que las mujeres ganen espacio en las instituciones deportivas. Su sueño: ver mujeres dirigentes de clubes.

Racing con mirada de mujer

“Mi horario es de 13 a 21, pero muchas veces son las once de la noche y sigo dando vueltas por el club”, cuenta Mariela Britez, quien desde su puesto de trabajo en Racing Villa del Parque intenta hacer un camino para que las mujeres ganen espacio en las instituciones deportivas. Su sueño: ver mujeres dirigentes de clubes.

Dos casas por manzana y chicos criándose al aire libre, eso era Pilar en los años 70 y eso muestra la postal de la infancia de Mariela. “Siempre había un terreno baldío que lo limpiábamos y jugábamos mixto a la pelota, jugábamos a las escondidas y andábamos en bicicleta hasta bien entrada la noche. Mi mamá salía a la puerta, gritaba mi nombre y yo volvía y así volvíamos todos”, recuerda hoy, café de por medio en un bar de Villa del Parque, la responsable de los eventos que se realizan en la sede de Racing en la capital; pero entre Pilar y este café pasó mucha agua bajo el puente.

Al club llegó por una pareja. A los veinte años se puso de novia con un hincha de la Academia que cada fin de semana iba a la cancha. Con él miraba los partidos y lo acompañaba a hacer cola para sacar las entradas. Se casaron, se mudaron a Devoto primero y a Villa del Parque después. Tuvieron dos hijos que en toda su infancia nunca vivieron nada parecido a cruzar solos una ruta para tomar el colectivo. Ante la ausencia de espacio público confiable, el club de la calle Nogoyá entre Helguera y Argerich se volvió un mojón ineludible en el mapa de su vida cotidiana.

El amor por Racing fue acrecentándose de tanto ir a la pileta, a entrenar, a la colonia en verano. A la cancha ahora iban en familia, Mariela y su hijo más chico veían el partido desde la platea de señoras: “un sector que está entre la popular y la platea A que es exclusivamente para mujeres con sus nenes hasta once años; es una tradición de otra época que hoy para mí quedó obsoleta pero lo cierto es que desde ahí se ve re bien, y si vas con una nena o un nene te sentís cómoda, ingresás con tu carnet al día y no pagás ningún adicional, te sale igual que ir a una popular”, explica Mariela. Mientras transcurría el partido su hijo jugaba con autitos, comían sandwichitos y ella entablaba amistad con las otras mujeres racinguistas.

¿Cómo fue el pasaje de ir al club como cualquier socia a querer involucrarte?

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En cualquier situación en la que vos querés ver cambios de algo que te parece que no está funcionando bien, tenés que meterte. O a veces las cosas están bien pero una quiere colaborar. En ese momento entre fines de los noventa y principios del 2000, el club no estaba en la situación económica ni de funcionalidad que tiene ahora. Ese tiempo en el que parecía que Racing iba a descender fue un momento muy fuerte para la institución. Ir a la cancha y salir perdiendo siempre, partido tras partido, era terrible.

Yendo a la platea de señoras me empezaron a invitar a las reuniones de la Comisión de la Mujer. Juntas empezamos a organizar eventos y me di cuenta que me gusta mucho la gestión y que yo podía aportar a esta sede algo que le estaba faltando, en lo que yo tenía experiencia.

Mariela estudió diseño de interiores, decoración de vidrieras y escenografía en el teatro Colón. Durante años se dedicó a hacer ambientaciones de locales y de salones en casamientos y cumpleaños, eventos en hoteles y quintas. Ahora esa experiencia la vuelca a su trabajo en Racing. “Abrir el club a otras actividades suma muchísimo porque hace que entre gente nueva y la gente que entra conoce las instalaciones y eso suma socios”, asegura.

¿Cómo ves la cuestión de género dentro del club?

En los puestos laborales hay gran cantidad de mujeres: de quinientos empleados que tiene el club aproximadamente, el cuarenta o quizás el cincuenta por ciento son mujeres. La dificultad está en acceder a las comisiones o a la dirigencia. Ahora tenemos solamente una secretaria de Comisión Directiva, que es Barbi Blanco, hija del presidente del club. Tenés una sola mujer en una comisión en la que participan más de diez hombres. En el nuevo estatuto, que votamos en diciembre del año pasado, se extendió el cupo femenino dentro de comisión directiva, entonces cuando asuma la nueva conducción tiene que haber dos mujeres como mínimo.

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Yo creo que la resistencia a ceder espacio a las mujeres es una realidad que se repite en todos los clubes. Es decir, como consejera sí te aceptan, como ayudante sí, como “alcánzame los papeles” sí. Pero cuando llega el momento de la mesa chica, se quedan solo los varones.

¿La visibilidad que está ganando el fútbol femenino ayuda a que esa resistencia vaya aflojándose?

Totalmente, tanto el futsal femenino como el futbol de primera tienen tal furor que se ven obligados a darnos más espacio. Más espacio literalmente -por ejemplo contar con más vestuarios para mujeres- y también más lugar de participación en las comisiones. ♦

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