El alma mater de La Belgrano

Mariela Martinez, cocinando cultura y solidaridad en la Sociedad de Fomento Manuel Belgrano.

Sus hijos eran chicos y ella estaba dedicada por entero a la crianza cuando aquel diciembre del 2001 el ruido de las cacerolas se metió por las ventanas en su casa de Floresta. Buscó en la alacena una vieja olla de aluminio, abrió con urgencia la puerta y se mezcló con la marea de vecinxs. “Desde ese momento no paré. Siempre estuve activa y en la calle”. Hoy Mariela Martínez preside la Sociedad de Fomento Manuel Belgrano, un renovado espacio abierto al barrio donde se cocina cultura y solidaridad.

Estamos hablando de un barrio de casas bajas y baldíos, calles adoquinadas y a un par de cuadras un arroyo que con frecuencia desbordaba. En ese paisaje se fundó en 1929 la Sociedad de Fomento Manuel Belgrano, cuya meta era alentar la urbanización. Noventa años después se la encuentra en Facebook como “Asociación de Fomento La Belgrano” y en su muro se lee la invitación a una charla sobre violencia de género, un club de trueque, fotos de un taller de reciclado de botellas, de una milonga… Mariela Martínez es la persona que está detrás de toda esta movida cultural.

VV. ¿Cómo nació tu relación con la Sociedad de Fomento?

MM. La casa en la que crecí está en la esquina, la Sociedad de Fomento era parte de mi universo porque mi papá estaba en la Comisión Directiva, acá festejamos cumpleaños míos y de mi hermano, era un lugar al que le tenía cariño aunque no participaba de las actividades. Sabía que había tenido un rol muy importante en el barrio, mi tía me contaba de sus fiestas de carnaval. Con los años su brillo fue apagándose, en el salón de atrás funcionaba un centro de jubilados al que sí asistía mucha gente pero la sociedad de fomento, que estaba adelante, casi no tenía movimiento. Las persianas permanecían bajas y el lugar, aunque estaba abierto, parecía cerrado.

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Desde diciembre del 2001, junto con los vecinos que salimos a la calle formamos la Asamblea de Floresta y yo participaba muy activamente. Un compañero de la Asamblea, hace unos doce años me invita a la Sociedad de Fomento y me presenta a la gente de la Comisión Directiva. Así entré, me sumé al grupo para ayudar en lo que fuera necesario. Nosotros queríamos abrirlo al barrio pero los primeros años fue difícil porque había una tensión con el centro de jubilados de ese momento, ellos tenían miedo que los desplazáramos, no nos entendían. Nos llevó varios años que los vecinos pueda contar de nuevo con este lugar.

VV. Actualmente trabajás en la Sede Comunal 10. ¿Tu rol en la sociedad de fomento se relaciona con tu trabajo formal?

En la sede de la Comuna 10 trabajo en la parte de reclamos y atención al público. Y tanto allá como acá siempre estoy escuchando y tratando de buscarle la vuelta para resolver los problemas. Acá, como saben que yo trabajo en la Comuna, vienen y me dicen “Che Mariela, el arbolito…”, “Mariela, en la vereda pasó esto…” o también a veces vienen con necesidades más básicas de comida o ropa. Hace unos días yendo al trabajo cruzo la Plaza Vélez Sarsfield y me encuentro con que en cada esquina de la plaza hay alguien durmiendo. Uno sabe la realidad que estamos viviendo, pero eso nunca lo había visto. Yo sé que una de las dificultades que enfrenta la gente que vive en la calle es que no tiene dónde lavar la ropa, tal vez la usan una semana seguida y la tienen que tirar. Nosotros pensando en ellos y también en otras familias que se acercan a pedir, armamos un ropero, que lo llenamos con prendas que nos traen los vecinos.

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Cuando empezaron las clases, teníamos guardapolvos para regalar que nos había donado la agrupación política Nuevo Espacio de Participación. Nosotros además habíamos juntado útiles escolares. Entonces un sábado a la mañana organizamos un desayuno. Vinieron chicos de las escuelas de la zona y les entregamos los guardapolvos y los útiles. Las mamás se acercaban al roperito y buscaban entre las prendas que había lo que les podía servir.

VV. ¿Qué actividades culturales hay en La Belgrano?

En este momento están en el salón los chicos que vienen a la clase de danza, en el fondo funciona el taller de reciclado de vidrio (hacen vasos y floreros a partir de botellas) y recién se acaba de ir la gente del centro de jubilados. Los martes hay clases de zumba. Los lunes a la tarde funciona un club de trueque. Y después está el vecino y la vecina común, que se acerca con cualquier inquietud. Siempre hay gente circulando, siempre se suman manos solidarias. Gente que está en la casa sin hacer nada y encuentran acá un espacio para charlar, donde la contención y la oreja están disponibles.

En tren de ir articulando, tejiendo, estamos armando un espacio de charla para mujeres sobre violencia de género. Tenemos una abogada, y ahora se sumó un psicólogo, una terapista ocupacional y una asistente social, con ellos queremos crear una red de mujeres que puedan apoyarse mutuamente.

Otra actividad muy convocante es el festival de tango que se hace el último sábado de cada mes. Primero hay una clase de baile y después comienza la práctica. Toca una orquesta, a veces vienen cantantes, se baila tango estilo canyengue y el salón se llena de gente. ♦

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