“Nada reemplaza a la mirada humana para construir la subjetividad”

Roxana López es psicopedagoga y eligió dedicar su práctica profesional a las personas con discapacidad. Trabajó en Centros Educativos Terapéuticos, en escuelas para personas sordas e hipoacúsicas (la Magnasco de Monte Castro y la Ayrolo de Devoto), también ejerció en la Escuela Especial Tobar García y desde hace unos años participa del “Proyecto Puentes” del Ministerio de Educación de Caba.

Roxana López es psicopedagoga y eligió dedicar su práctica profesional a las personas con discapacidad. Trabajó en Centros Educativos Terapéuticos, en escuelas para personas sordas e hipoacúsicas (la Magnasco de Monte Castro y la Ayrolo de Devoto), también ejerció en la Escuela Especial Tobar García y desde hace unos años participa del “Proyecto Puentes” del Ministerio de Educación de Caba.

“Nada reemplaza a la mirada humana para construir la subjetividad”

Roxana López es psicopedagoga y eligió dedicar su práctica profesional a las personas con discapacidad. Trabajó en Centros Educativos Terapéuticos, en escuelas para personas sordas e hipoacúsicas (la Magnasco de Monte Castro y la Ayrolo de Devoto), también ejerció en la Escuela Especial Tobar García y desde hace unos años participa del “Proyecto Puentes” del Ministerio de Educación de Caba.

¿De qué hablamos cuando hablamos de integración? Roxana López trabaja en educación especial en escuelas públicas de Caba y en su consultorio. Un área cuya complejidad “es que nunca dos más dos es cuatro”, dice, y da un ejemplo: “Tengo una paciente que ahora tiene 25 años, que a la mamá le habían dicho que no iba a poder caminar, que no iba a poder hablar, todo lo que no iba a poder. Y puede caminar, puede hacerse entender, por supuesto tiene muchas limitaciones, pero hay cosas que puede, entonces uno trabaja con lo que puede.”

– ¿Cuál es el trabajo que hiciste con ella?

–  Además de su discapacidad intelectual ella tiene un problema de expresión oral. Entonces apelamos a la comunicación con señas para que tenga otro instrumento para expresarse. Ahí uno trabaja también con la escuela y con la familia para que incorporen estas cosas.

– ¿Cómo se aborda en las escuelas públicas de Caba el trabajo con niños y niñas con discapacidades bajo el paradigma de la integración?

– Eso genera muchas discusiones. Por un lado, hay una postura marketinera que te dice “inclusión plena”, pero ¿inclusión plena bajo qué condiciones? Vos tenés escuelas donde no hay agua, donde se corta la luz, donde tenés 38 pibes en un ambiente chiquito. Se podría hablar de inclusión con condiciones mínimas: un espacio físico adecuado y suficiente personal para no sobrecargar a la docente que está en el grado.

Lo que termina pasando es un rejunte de pibes con distintas problemáticas, donde la maestra, además de todo lo administrativo, tiene que ocuparse de ellos, o a lo sumo tiene una APND [acompañante personal no docente]. Y la verdad es que eso no le sirve ni al grupo ni a los chicos en cuestión, porque muchas veces es una sobreestimulación que les hace mal. Hay chicos que necesitan tiempos distintos a los de la escuela común.

–  ¿Cuál es tu trabajo en las escuelas?

– Yo estoy  en el Distrito Escolar 20 en un programa que se llama “Proyecto Puente”. Formamos un equipo con una fonoaudióloga, una psicóloga, una maestra de educación especial y yo que soy psicopedagoga. Nosotras seríamos como la última instancia si los dispositivos que están montados dentro de las escuelas (maestras de apoyo, psicólogas, acompañantes) no alcanzan. Entonces nos convocan y nosotras trabajamos con la familia, con las escuelas y con la atención de los chicos en el lugar donde estamos haciendo base, que es una de las escuelas del distrito. Los chicos que vemos tienen desde problemas de aprendizaje hasta problemas orgánicos, motores, de todo un poco. Son chicos con una subjetividad muy comprometida.

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– ¿Y dan abasto para atenderlos bien?

– No, porque no tenemos suficientes redes en salud y  eso complica mucho la situación. No tenemos turnos en cesacs ni en hospitales, no tenemos cómo derivar chicos a fonoaudiología o a neurología o incluso pediatría. Hay familias que no están teniendo acceso a esto.

– ¿Y que sí logran hacer?

– Trabajamos en el área del lenguaje, en la parte pragmática de la comunicación: entrar a un lugar y saludar, presentarte con otro, algo básico que muchas veces no lo tienen incorporado. El juego para nosotros es una herramienta fundamental. Es un espacio fundamentalmente lúdico donde uno aborda situaciones de aprendizaje sin el tiempo escolar, digamos. Y hay cosas que se van logrando. Hay chicos que por ahí empiezan a generar un deseo por la lectura, algo se empieza a despertar en la curiosidad. Describir una escena, pensar otros finales en un cuento. A veces parece muy pequeño, pero es eso. Está ligado a la imaginación, a la creatividad.

– ¿Se sienten todavía las secuelas de la pandemia?

–  El hecho de que durante la pandemia la forma de comunicarse era a través de una pantalla, a los chicos con problemas de socialización los afectó doblemente. El autismo en parte tiene que ver con cómo se va estructurando la subjetividad, y las características del ambiente que rodea al chico puede favorecer o no.

Se suma que muchas de las familias están rotas, o porque perdieron el trabajo, o porque consiguieron un trabajo precarizado, o porque pasan poco tiempo con los chicos, o porque dedican mucho tiempo al celular. O cuando los chicos están inquietos, ansiosos, violentos, le dan el celular. Entonces la palabra humana está mediatizada por el celular. Esto afecta mucho, lo observamos.

Hicimos talleres con las familias para decirles “pongan palabras a lo que sucede en casa”. “Ahora vamos a cocinar”, “alcanzame ese repasador”, “ayudame a poner la mesa”. Que no dependa todo del celular. Es cierto que un nene que hace berrinches se calma con el celular, pero está supeditado a una cosa muy pasiva que recibe de una pantalla. Esto está teniendo un impacto muy alto en la subjetividad de adultos y de niños, y de niños con problemas ni hablar.

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– El principal desafío es poder correr el celular, parece.

– Correr las pantallas en general. Poder tener un contacto más humano. Nada reemplaza la mirada humana. Vos cuando miras a alguien le estás diciendo “mirá, yo estoy disponible para vos, te voy a escuchar”, eso se recibe como un lugar para vos. Eso no te lo da ninguna pantalla.

Salir de casa

Roxana se mudó a Floresta en el 2003. En esa misma época había vuelto a la facultad a continuar la carrera que dejó colgada de joven para dedicarse a la crianza de sus dos hijos. Retomó psicopedagogía y, atenta a su propia subjetividad, también la actividad social: “Me parece que uno tiene que tener una participación real, concreta, en lo que pueda y en lo que desee. A mí me gusta pintar, me gusta leer, me gusta escuchar música y me gusta participar en lo social. Ahora en la Plaza del Correlón estamos organizando las charlas de los 40 años de democracia”, dice refiriéndose a las actividades que lleva adelante con sus compañeros de la Asamblea de Floresta.

– ¿Qué mensaje quisieras transmitir en relación a la inclusión de las personas con discapacidades?

– Las personas con discapacidad ahora se muestran más y luchan por sus derechos. Pero hay algo que los otros tienen que aprender para que ellos y ellas no se sientan bichos raros, sino personas como las otras. Se hizo mucho foco en la accesibilidad, en las rampas, pero hay algo en la conducta humana que te aproxima o te separa del otro. Desde mi trabajo, yo fomento que los chicos salgan, que puedan ir a un Mc Donald’s, que puedan ir a una plaza, con las dificultades que tengan, pero que puedan tener ellos también la posibilidad de ir a estos lugares y que los demás los vean como a cualquier otra persona. ♦


Lic. Roxana López
Contacto para atención en consultorio: 11 4400-5360

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