¿Cuál es el sentido de los homenajes a quienes ya no están? ¿Para qué recordar su historia? Yo creo que es un regalo que nos hacemos a nosotros mismos. Algo de lo que hizo esa persona nos vibra en el presente y nos sirve para pensar lo que estamos haciendo ahora.
En mi caso, cuando falleció mi papá y tomé la posta de hacer el periódico Vínculos Vecinales, descubrí la increíble cantidad de cosas que pasan entre las personas que viven a unas cuadras unas de otras, los lazos que se tejen gracias a los vecinos y vecinas que miran a su alrededor y deciden poner en marcha… algo compartido.
Silvia y Elvira acompañan a las “Madres del dolor”; Nicolás y Gastón son parte del grupo que revivió la huerta comunitaria de la plaza del Corralón; toda la Asamblea de Floresta cuida esa plaza, organiza charlas; Antonia y Laura invitan a les chiques del barrio a entrar a su “patio de los libros”; Guillermina, Matías y Alejandra junto a muchos otros vecinos redactaron un proyecto de ley y se movilizaron para reclamar que Villa Santa Rita tenga una plaza; Violeta y Andrea juntan cuadraditos de lana tejida para armar mantas que luego entregan a organizaciones que asisten a personas en situación de calle; como “Ser con Vos”, cuyos referentes Claudia y Gabriel viven haciendo de todo para reconfortarles un poco la vida a estos vecinos; y la lista sigue, dirigentes y profes en los clubes, en las escuelas las y los docentes, las familias que sostienen las cooperadoras; los médicos y médicas en los cesac y hospitales; hay tantas historias de gente que habita el barrio con amor al prójimo, con ganas de hacer más feliz esta vida compartida, que harían falta cientos de periodistas barriales para contarlas todas.
Enrique era uno de esos. Le corría en la sangre unas ganas imparables de salir a la vereda para conversar con cada uno y cada una que tuviera algo de ese impulso vital. Y de hecho, lo hacía. Al día de hoy todavía me cruzo con gente que me cuenta las charlas que tenía con mi papá. “Y él siempre con su sonrisa”, me dicen.
La lucha por el “Poli” y esa idea de bien común
Fue entre la dictadura de Aramburu y el gobierno de Frondizi, con el peronismo proscripto, cuando se inició la épica vecinal que llevó a la construcción del Poli. Transpórtense al año 1958. Las tensiones que habría. Los miedos. Las ilusiones. Ya habían pasado los dos gobiernos de Perón y el bombardeo a Plaza de Mayo.
Los mayores nos cuentan sobre las divisiones de la sociedad en aquella época. Sin embargo, mi viejo en su relato habla de una lucha que los unía. También cuenta las peleas, las traiciones. No era idílico ese pasado. Pero había una idea de “bien común” compartida. Nadie dudaba que el barrio merecía que esas dos manzanas se conviertan en una plaza y un polideportivo, que era trabajo del Estado hacerlo y que ese espacio tenía que ser público y gratuito, para disfrute de todos. Esa idea de bien común, de la que en ese pasado cercano nadie dudaba, es el legado que, creo yo, nos viene bien apropiarnos, divulgar, fortalecer en este presente.
Educación, deporte, cultura, arte, esparcimiento, salud, espacios verdes, para todos y todas, públicos, gratuitos y de calidad. Eso es, entre otras cosas, el bien común. Por esas cosas se unían y luchaban los vecinos entonces, por esas cosas siempre tendremos que luchar, sea para obtenerlas, sea para cuidarlas si ya las tenemos.
Gracias Fernando Moya y Claudio Morresi por hacer posible este encuentro en el que recuperamos para la memoria de todo el barrio, el legado de Enrique Lifschitz. ♦
(*) Foto de portada: Años 80. En plena efervescencia democrática, Enrique disfruta junto a otros vecinos del “Poli” recientemente conquistado.
Entrevista a Enrique Lifschitz
Relato de los acontecimientos que dieron origen al Poli.
Polideportivo Gregorio Pomar
Mercedes 1389 y Magariños Cervantes